Lo acontecido esta semana con el Once Caldas en el estadio Tomás Adolfo Ducó, casa del Club Atlético Huracán, entra en lo que se define como “gesta”. No hay mejor palabra para calificar a ese partido de la Copa Sudamericana bajo la lluvia del invierno austral porteño. Uno donde no faltaron los golpes y las expulsiones. Con la cancha anegada y el balón frenando en esos charcos que, por momentos, parecían esos cultivos de arroz vietnamitas que uno ve en las películas. Y, en medio de todo eso, estaba Dayro Moreno. Ese inoxidable goleador que, a sus 39 años, ya es considerado “veterano” para el fútbol.
Esa noche marcó dos goles. El primero de cabeza, tras pase de Michael Barrios, y en el segundo se supo mover para no quedar en fuera de lugar. Con la inteligencia que da la edad, pateó a ras del césped húmedo, como quien tira piedras planas sobre un espejo de agua para verlas saltar. Quienes seguimos el partido por televisión vimos ese tanto a través de una cámara cuyo lente estaba cubierto por gotas de lluvia. Parecía un caleidoscopio, tal vez eso le dio más magia.
Ya en Manizales Dayro le había anotado a Huracán de penalti. Y suma ocho goles en este torneo, siendo el máximo artillero hasta el momento. Tiene hambre de historia: quiere ser goleador de esta Copa Sudamericana, quiere ser el máximo goleador del Once Caldas y del fútbol profesional colombiano. Qué digo “hambre de historia”, ¡borracho de gloria! Porque Dayro es de esa estirpe de futbolistas díscolos, parranderos y bebedores que los técnicos actuales detestan. Para escozor de sus detractores, Dayro disfruta de esa fama impopular y mal vista. Hace comerciales de cerveza, en las entrevistas dice que su vitamina es el aguardiente y no se sonroja al afirmar que celebra tres días seguidos algún triunfo.

Dayro Mauricio Moreno Galindo es un digno sucesor de José Manuel ‘el Charro’ Moreno, uno de los mejores futbolistas que ha dado Argentina. Un asiduo visitante de los cabarets de la calle Corrientes en Buenos Aires y, cuando jugó para el Independiente Medellín, frecuentaba las cantinas de la capital antioqueña donde le ponían tangos y le llevaban mujeres guapas.
De esa fantasía que fue Garrincha, cuyas gambetas son tan comentadas como sus escapadas a beber y a buscar mujeres. O del húngaro Ladislao Kubala, excelso goleador y borracho. Cuenta la historia que cuando llegó a España para jugar con el Real Madrid, se fue de fiesta y al otro día se despertó con resaca en Cataluña y con un contrato firmado con el FC Barcelona.
Pero si hay que comparar a Dayro Moreno con una leyenda borracha del fútbol es, sin duda, George Best. Este norirlandés, que jugó entre 1960 y 1980 y que es considerado uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, es el arquetipo del jugador díscolo. La frase que lo inmortalizó lo resume todo: “Gasté mucho dinero en mujeres, alcohol y coches rápidos. El resto simplemente lo despilfarré”.
Dayro, como Best, se viste como le da la gana y se vuelve tendencia en la moda. Es vanidoso (no más hay que ver cómo se tapa la calva dejándose largo el cabello), como Best, quien aseguró que si hubiera nacido feo no hubiese llegado a ser quien fue. Y ocurrente, como Best, quien en una entrevista dijo que había dejado la bebida y las mujeres, pero que fueron los peores 20 minutos de su vida.
Dayro ya suma 370 goles en su carrera y es el máximo artillero de la historia del fútbol colombiano. Esos son 157 goles más de los que marcó George Best en toda su carrera. Todavía no hay registros de cuántos litros de alcohol se ha bebido el nacido en Chicoral (Tolima), pero el belfastiano tuvo un trasplante de hígado en 2002. Tres años después falleció a causa de no seguir las recomendaciones médicas, no tomarse los medicamentos y acompañar ocasionalmente sus comidas con una o diez cervezas.
Genios y figuras ambos. Dayro Moreno está demostrando que es el mejor —the best— en la historia del Once Caldas. George Best simplemente fue Best. The Best. Sláinte!