Como si hiciera falta, el padre del asesinado Uribe (“el bueno”) autorizó al otro Uribe para que diga por quién tienen que votar todos los dolidos por la muerte de este senador. Y lo hizo en el momento más emotivo, rodeado de la mayor parte de la dirigencia política del país y de toda la jerarquía católica, en plena misa exequial. Además, fue la conclusión de sus argumentos incontrastables sobre no violencia y democracia, con lo cual supongo que el entristecido señor y muchos otros esperarán que le hagan caso al “jefe natural”, no solo los seguidores del uribismo, sino todos quienes nos oponemos a las violencias, y defendemos esta imperfecta democracia.
Hay que tener en cuenta que tenemos un Uribe “recargado” y su reacción será muy fuerte en lo político: el expresidente condenado está en campaña de forma más abierta desde el día en que terminó su testimonio ante la juez que lo declaró culpable en la mayoría de los cargos de que se le acusaba. Mientras se decide su apelación (segunda instancia) que fue presentada hace cuatro días ante el Tribunal de Cundinamarca, se corre el riesgo de preclusión del caso en su contra, a pesar de que señor Uribe Vélez ya tenga condena en primera instancia. Es que este litigio ya lleva trece años, con toda clase de enredos, aplazamientos y contradicciones. Claro que la prescripción de la acción penal se interrumpe si alcanza a salir la decisión de la segunda instancia de parte de tribunal respectivo antes de mediados del mes de octubre. Debe recordarse que, aunque las condenas que recibió por fraude procesal y soborno a testigos son importantes, se trata de causas relativamente menores frente a otras que algunas fuentes (anti-uribistas) le atribuyen, antes y durante su presidencia, aunque no hay procesos formales abiertos sobre ellas.
Ante estos sucesos, mi medio cerebro pesimista piensa que lo que puede suceder dentro de nueve meses y medio (primera vuelta presidencial) es que las derechas y centro derechas se envalentonen con la condena que recibió Uribe Vélez, y que con la muerte violenta del senador Uribe Turbay cobren cierta fuerza adicional. A estas formas de ver lo político les convino el asesinato aleve contra este senador promedio, que tenía sí muy buenas relaciones, firmeza en su oposición al actual mandato, y una condición adicional que le iba a ayudar en campaña: su la linda cara. Si Uribe Turbay no era candidato presidencial para mayo del 2026, lo sería para un cuatrienio posterior.
La otra mitad de mi cerebro —optimista— me dice que para próxima elección los sectores de izquierda y centro izquierda (progresismos) pueden recibir un refresco cuando este episodio pase y las otras realidades se vayan imponiendo. Que, a pesar de los errores del gobierno, de la inundación de críticas que recibe diariamente a través de los grandes medios de información, y del molesto estilo personal del presidente Petro, la población no-uribista se pueda movilizar ante la posible aglomeración de precandidatos de derecha y centro derecha rodeando al uribismo -más que al CD, que en todo caso es el partido más formalizado y más jerarquizado de ese espectro político.
La condena a Uribe Vélez no significó el fin del uribismo ni de su partido, sino todo lo contrario: para su campaña política fue la oportunidad para ampliar su presencia entre varios tipos de ciudadanos. De la misma manera, los sectores más liberales (léase librepensadores) o progresistas, al igual que las “clases populares” (léase minorías excluidas y desposeídos) que esperan reivindicaciones sociales, apropiadamente canalizadas por la campaña Petro de 2022, pueden renovar su interés en continuar explorando un tipo de gobierno más progresista e incluyente, y de menor carácter de élite. Eso sí con un(a) presidente menos bocón(a).
La vida sigue, la mayor parte de los problemas del país continúan vigentes como antes del gobierno Petro, y a la hora de las campañas las emociones —pasajeras todas— llenarán los espacios de la política, y el reto será cómo manejarlas ante los potenciales electores: los votantes fieles volverán a aparecer, pero las elecciones las están decidiendo los no-matriculados. Los que se preguntan por quién votarán.