“Creo y en el fondo sé que la mayoría de los hombres son buenos, pero cuando uno de cada 10 hombres es una porquería y los otros nueve no hacen nada, más les valdría no estar allí”.
Daniel Sloss, comediante escocés.
El 13 de julio pasado se registró un nuevo feminicidio en Caldas. La expareja sentimental de Cindy Janine Cardona Marín la atacó con un puñal en el parque de Aranzazu. Ella intentó huir y se metió a una barbería. Hasta allí llegó el hombre que la asesinó delante de sus hijos. La hija de 15 años y el niño de cuatro también resultaron heridos en el ataque.
El agresor, Fabián García, de 53 años y conocido en el pueblo como Curruco, fue detenido por las autoridades mientras huía en la vía hacia Neira. Llevaba el arma homicida y la ropa ensangrentada. En Aranzazu la gente sabe que es un hombre con antecedentes de violencia contra las mujeres. Cindy ya había pedido ayuda y nadie la protegió.
El alcalde del municipio, Sebastián Merchán Zuluaga, en una declaración para medios de comunicación dijo que se trató de un hecho pasional y de un caso aislado. Cero en enfoque de género para el funcionario. Por pura ignorancia perdió la oportunidad de enviar un mensaje que ayude a entender por qué pasan estas cosas.
En el curso más básico sobre violencias de género aprendemos que no es correcto decir que estos actos estén motivados por la pasión por dos motivos. Primero, la pasión no es realmente la desencadenante de la violencia. Lo que motiva estos actos contra las mujeres es la cultura machista que habilita estas acciones. Masticado: en una cultura que desprecia lo femenino y que lo equipara con lo débil, lo inferior, lo de menor importancia, no es difícil que aparezca el odio y luego la violencia.
Segundo, al presentarlo de esa manera se justifica la acción. Es equivalente a decir que el hombre entró en tal desespero, ocasionado probablemente por un amor excesivo, que en un momento de ira e intenso dolor, mató a la mujer. Hay que desinstalar la idea de que el hombre mata porque ama demasiado. No. Todo lo contrario, mata porque odia. Y esta no es una violencia ciega, es una violencia que se cocina lentamente, que nadie detiene a tiempo a pesar de las múltiples advertencias.
Tampoco son hechos aislados. Son violencias estructurales y sistemáticas que ocurren con mucha más frecuencia de la que se reconoce porque hay un sistema de valores que les enseña a los varones que su orgullo herido es más valioso que la vida de las mujeres. El alcalde Merchán seguramente quería decir que su municipio es seguro. Seguro para quién, preguntamos las feministas. Para las mujeres parece que no.
En la página de la Gobernación de Caldas aparecen noticias sobre feminicidios con información positiva sobre la disminución de casos desde el 2016 hasta nuestros días. Según las cuentas que hacen las instituciones este delito baja y baja y no hace más que bajar. Es más, si se busca en Google en cuáles países del mundo han disminuido los feminicidios aparece Colombia.
Las cifras sobre feminicidios se consolidan después de que los jueces dictan sentencia. Es decir que el subregistro es grande porque solo son clasificados de esa manera los casos en donde las pruebas son suficientes, o los casos en los cuales los abogados hacen un buen trabajo y lo demuestran. Lo que se puede deducir de los datos que registra El Observatorio Colombiano de Feminicidios es diferente de lo que señalan las autoridades locales.
Año | Feminicidios Eje Cafetero | Feminicidios Colombia |
2018 | 22 | 898 |
2019 | 31 | 757 |
2020 | 51 | 875 |
2021 | 54 | 974 |
2022 | 26 | 805 |
2023 | 15 | 707 |
2024 | 69 | 1.581 |
Pero teniendo en cuenta que la violencia de género y los feminicidios son prevenibles solamente cero sería un número aceptable. Las instituciones del Estado suelen presentar cualquier mejora en las cifras como logros a destacar, cuando cada dato es una historia particular de una tragedia familiar de gente de carne y hueso a la que no se le puede imponer una estadística como algo positivo.
Una búsqueda sobre políticas públicas contra las violencias de género evidencia que estas son, en primer lugar, políticas orientadas a las mujeres. Pero la fuente de esta violencia no somos nosotras. Nosotras somos las víctimas consecuentes de la existencia de la violencia masculina. ¿Cuáles son las acciones, estrategias y programas orientados a que los hombres trabajen sobre la cultura machista?
Los programas de prevención buscan que las mujeres aprendamos a identificar agresores. Los programas de empoderamiento buscan que las mujeres tengamos nuestros propios recursos para que no dependamos de los varones. Los programas de atención y refugio esconden a las mujeres para que los hombres no las violenten. Y todas estas son estrategias limitadas en el alcance por los presupuestos.
Claro que las víctimas necesitan atención, restablecimiento de derechos, refugio, ayuda. Pero el centro de las políticas no puede estar en que nosotras nos cuidemos, sino en que los hombres nos respeten, nos cuiden, nos aprecien y no nos violenten, ¿cuáles son las acciones orientadas a esto?
¿Y cuál es el papel de los hombres en todo esto? Somos las mujeres las que señalamos la violencia machista, cómo se origina y cómo opera. Somos las mujeres las que tenemos que aprender a identificar riesgos y amenazas. Somos las mujeres las que no podemos confiar en los hombres que conocemos. Somos las mujeres las que tenemos que estar hipervigilantes en la calle, en el trabajo, en la fiesta, en la familia. Somos nosotras las que resultamos juzgadas incluso cuando morimos a manos de un hombre: alguien me dijo sobre el caso de Aranzazu que Cindy había dado papaya por salir a la calle cuando Fabián estaba borracho. Somos las mujeres las que tenemos que ser víctimas perfectas para que no se justifique que nos maten. Es una mujer, la abogada Jeniffer Cotacio Monsalve, la que asumió ad honorem la defensa de Cindy.
¿Cuál es el papel de los hombres? Cuál es el papel del alcalde de un municipio en donde se presenta un feminicidio que lo primero que sale a declarar es que su territorio es pacífico. Cómo niega la violencia machista que es sistemática y repetitiva y cómo ayuda a seguir tapando una crueldad brutal contra las mujeres.
Las mujeres asumimos hace rato que la violencia contra una de nosotras es una violencia que nos amenaza a todas. Mientras tanto muchos hombres todavía creen que la existencia de hombres que violentan a las mujeres es un problema de esos hombres y no de todos los hombres. Mientras los hombres no se involucren en el desmantelamiento de la violencia machista no habrá nada que podamos hacer las mujeres para cuidarnos de los hombres violentos, que no son pocos.