“Bueno, vamos a ver que encontramos en esta agendilla de teléfonos, nunca se sabe: Marta, María del Mar, Ana, ¿Elena estará? No sé. Pero voy a pasármelo bien”.
Hombres G.
Hace algunos años, cuando todavía se veían con cierto recelo las aplicaciones de citas, abrí Tinder. Yo ya llevaba muchos años toreando en la gran app de citas que fue Twitter. Antes de que llegaran los políticos a ponernos a pelear, nos organizamos bien y todos tiramos. Quizá por eso estaba menos reacia que algunas de mis amigas a intentar esa forma del coqueteo online. Conté en mi casa. Recuerdo que a mi mamá le entusiasmó la idea. Qué dicha un novio, Anita. Qué dicha, seh… qué dicha.
Un amigo me dio las instrucciones necesarias: A todo sí. Sin asco. Yes. No seas tan exigente, todo a la derecha. Pasa rápidamente a conversar por WhatsApp. De ahí, también a mil, concreta un encuentro en la vida real. Escoge un lugar público que te dé la oportunidad de salir fácilmente de una situación desagradable. Vete para Juan Valdez.
Obedientísima hice la tarea. Sorprendida por la cantidad de oportunidades que resultaron, en ese momento sí, me puse a escoger. A ver, a ver, qué hay por aquí, este monito qué tal, se ve como gente decente, estos apellidos seguro le gustarían a mi abuelo. Hola, cómo estás. Cita. Segunda cita. Tercera cita. Mal. Bueno, vamos a ver, intentémoslo otra vez: hola, cómo estás. Sin respuesta. Otra vez: hola, cómo estás, comentario sexista. Hola, cómo estás, bien y tú, muy bien, gracias. Rápido, vamos a WhatsApp, vivo lejos, estoy casado, soy furibista, no tengo trabajo, me encantan las armas, ¿feminismo, eso qué es?, pésima ortografía, himpocible hignorar hesto. Qué dura está la calle.
Para quienes jamás han abierto una app de citas, una guía rápida: en general las apps de citas presentan perfiles de hombres y mujeres con alguna información relevante, edad, intereses, hobbies, preferencias, algunas fotos. Por ejemplo, en Tinder cada perfil puede ser rechazado (enviado a la izquierda), o seleccionado (enviado a la derecha). Luego de esto, si dos personas se enviaron mutuamente a la derecha, se habilitan las funciones de chat. Y lo que surja.
Claro, conozco gente que se ennovió o se casó luego de una cita concertada en Tinder. Pero eso es porque el amor, como la maleza, es capaz de surgir en las condiciones más adversas. Se cuela por la grieta seca, brota de una alcantarilla, nace en los corazones más áridos. Después de intentarlo varias veces, de cargar y descargar Tinder, Bumble y Facebook Dating, me retiré definitivamente de esa arena.
Pero qué fue lo que me chocó. Bueno, aquí viene la parte ñoña de esta historia: después de mucho intentar y de leer información sobre el tema, entendí por qué me sentía mal estando ahí y concluí que las apps de citas son perjudiciales para las mujeres. O por lo menos para las mujeres como yo.
Dos argumentos. Primero: en su libro Dataclysm, el fundador de OkCupid, Christian Rudder, publicó datos que informan que, sin importar la edad, y a diferencia de las mujeres, los hombres buscan parejas de entre 20 y 25 años. Un hombre de 20 y otro de 60 le apuntan a lo mismo, una mujer de 23 años. Todos unos Leonardos DiCaprios. No los culpo, a mí me gusta lo mismo. La juventud es divina. La nalga tiesa, el pene erecto. Sin embargo, la realidad es la realidad, y yo me he ido ajustando. Y cuando digo ajustando quiero decir que ahora no salgo con nadie, ni de 20, ni de 70.
Segundo: la estrategia de mi amigo de apuntarle a todo, como con regadera, es la estrategia de los señores. Las mujeres somos más selectivas. Los hombres suelen enviar los perfiles a la derecha en una proporción mucho mayor que las mujeres. Entonces, cuando hay un match, los hombres saben que ocurrió algo cercano a un milagro, están en una lista de dos por cada 100. En cambio nosotras somos una más de entre el mar de mujeres a las que enviaron a la derecha.

Esto nos pone en una situación de desventaja que se suma a los varios desequilibrios que afrontamos las mujeres. Cada vez que emprendí una conversación a través de una app de citas tuve la sensación de tener que probar mi valor en un mercado devaluado.
Sin embargo, no todas las mujeres experimentan las apps de citas de esta manera. Nosotras tenemos entre el 11 y el 15 % más de probabilidad de encontrar una pareja online. Esto es porque los hombres son el 67 % de los usuarios de este tipo de herramientas. Entonces, ¿por qué las apps de citas son nocivas para las mujeres, o por qué son nocivas para las mujeres como yo?
Hay unas y unos que somos «de difícil colocación», como me dijo alguna vez una amiga. ¿Han visto ustedes que hay quienes no cambian de pareja sino que hacen empalme? Hay gente que se acomoda muy fácil. Yo no soy esa. Yo necesito tiempo: para gustar y para que me gusten. Mi escenario no son las apps de citas, pero tampoco el bar. Lo mío es la amistad, la cocción lenta, la relación desprevenida que de pronto se convierte en algo más. La conversación que de repente se torna en una mirada. Eso es imposible en Bumble y el vacío emocional es enorme.
Lo malo es que no hay nada que reemplace las apps de citas. Y Manizales es mala plaza para el amor. Aquí, aunque somos casi 500.000 personas, que no es mucho, pero tampoco poquito, no se sabe ¡dónde están los separadooooooooooooooooos! Nos faltan escenarios, encuentros de todos y todas, bingos bailables, algo.
Todo esto para mirarlos despacio, picarles un ojo y decirles: ¿dónde nos vemos? Tomémonos algo.