¿Por qué 1985 fue un año trágico para Colombia?

12 de noviembre de 2025

Beatriz Leveratto, una de las grandes astrólogas de nuestro tiempo, asegura que no necesitamos creer en la astrología porque más que una creencia, es un lenguaje, y los lenguajes se hicieron para entenderlos.
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En un lapso de once días nuestro país vivió dos de las tragedias más grandes de su historia. Todavía ardía la ceniza en el Palacio de Justicia de Bogotá cuando murieron 25.000 personas en Armero, a causa de una avalancha provocada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz. A cuarenta años de estos hechos devastadores, comparto una lectura astrológica que nos puede ayudar a entenderlos.

Beatriz Leveratto, una de las grandes astrólogas de nuestro tiempo, asegura que no necesitamos creer en la astrología porque más que una creencia, es un lenguaje, y los lenguajes se hicieron para entenderlos.

La carta astral de una nación se calcula tomando la fecha de su declaración de independencia. El acta fue firmada el 21 de julio de 1810 a las 3:35 de la mañana en Bogotá. Colombia es un país de signo solar Cáncer, con ascendente Géminis y Luna en Aries. El 50% de sus astros están en signos de agua, lo que explica por qué los colombianos somos empáticos, emotivos, querendones y susceptibles.

Mercurio y Marte también estaban en Cáncer, lo demuestra una adoración ciega por la madre biológica y por la madre patria, que a veces deriva en un apego por el pasado, un dramatismo tenso y un patriotismo tóxico. La posición de Marte en Cáncer es una de las más desafortunadas del zodiaco: nos pone a pelear entre nosotros, nos instala una genética de odio, rabia y frustración.

Cabe recordar que tenemos un villano de signo Cáncer (no por nada este nombre lo recibe una enfermedad que surge cuando se exageran los sentimientos): bajo la premisa de la seguridad creó una justicia hecha de militares en la sombra. Este es un país que exalta los poderes clandestinos e inconscientes por su Plutón en Piscis, cerquita del medio cielo, ¿creeremos todavía que son las fuerzas militares las que nos llevarán a la gloria? Lo que ocurrió en la toma y retoma del Palacio de Justicia nos demostró la gravedad de los poderes inmarcesibles. Si no hubiera sido por esos hechos no hubiéramos cuestionado lo incuestionable.

En 1985 Plutón entró en Escorpio y coincidió con el Nodo Sur, un cálculo vital para comprender la respiración del cielo: los nodos Norte y Sur, ubicados a 180 grados entre sí, se forman por las confluencias de las órbitas del Sol y de la Luna, y cerca a ellos ocurren los eclipses.

Ese no fue un año cualquiera, fue uno de eclipses en Escorpio, mientras el regente del signo, que mitológicamente representa al mismo diablo, estaba en su propia casa, desde donde desplegó toda su fuerza volcánica y asesina, porque así es como Plutón, Hades, Perséfone, Kali y todas las divinidades que gobiernan la vida y la muerte, nos entregan el cáliz de la transformación profunda, poniéndonos en comunión con lo más terrible, para después crear algo luminoso: ¡cuánto arte y reflexión han surgido gracias a estas tragedias!

Aprendimos, por ejemplo, que Colombia no sabe leer las señales. El volcán expresó ampliamente su destino: azufró los ríos, cubrió el cielo con humaredas y bañó de cenizas el territorio. Los mecanismos de socorro no actuaron y la gente que habitaba ese pueblo maldito no quiso abandonar su hogar para salvarse porque así somos los colombianos: preferimos malo conocido que bueno por conocer.    

Desde la antigüedad, los eclipses han marcado sucesos definitivos. Cuando las luminarias se tapan entre sí, rompen la dinámica del cielo, creando un caos temporal con propósitos reconstructivos. El 12 de noviembre de 1985 (un día antes de la erupción del volcán) ocurrió un eclipse que recalibró los astros que Colombia tiene en el agua, especialmente el Sol, Marte y Plutón. Además, ese mes el Nodo Sur, que limpia, purga, aligera y desintegra, estaba encima del Urano natal de Colombia en Escorpio.

Gracias a esas tragedias descubrimos un país enjaulado y herido, atravesado por múltiples dolores, envenenado por distintas dictaduras (no solo la de Rojas Pinilla), y enfermo de tristeza y resentimiento. Un país tan poderoso que está hechizado; con una genialidad penetrante, pero escondida; y gente tan intuitiva, que tiene trastornos mentales: a veces somos tan paranoicos, que somos nuestro peor enemigo. Y sin embargo, un país tan resiliente que siempre se puede salvar y reinventar, donde estamos aprendiendo a perdonar.

Carta de la erupción del volcán Nevado del Ruiz.
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  • Feminista decolonial, escritora y editora. Autora de las obras Las ballenas son más sutiles (FCE, 2024), El oráculo térmico (Seix Barral, 2023) y El aparato que late (Domingo Atrasado, 2021). Ha ganado dos premios nacionales de narrativa. Es comunicadora social y magíster en Escrituras Creativas. Dirige la escuela La Maletra.

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