Pereira a vuelo de Uber: derrotas en Plaza Victoria

16 de julio de 2025

Así que ellos crearon su propio sistema financiero. Se prestan, dependiendo del día que les paguen, al uno o al otro para no atrasarse en los servicios públicos, en el préstamo que sacaron con el recibo del gas o en lo que buenamente pueden abonar a las deudas de las madres solteras que dejaron, para evitar la cárcel.
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El trabajo configura nuestro espacio, nuestro humor, se diría que nuestro modo de estar en el mundo. Parece inevitable. El gremio del transporte es un ejemplo. Estamos los entusiastas de las humanidades que contamos con un oficio y aval legal para manejar estas máquinas mortales que llamamos automóviles, y los que llevan una vida de ardua labor manejando vehículos de mayor envergadura.

En uno de los tantos paraderos que hay en Pereira, a veces convenimos choferes de dudosa legalidad con operarios de busetas. Podría hacerse un mapa escueto: la Plaza Victoria es territorio de los transportistas tradicionales (taxistas y conductores de busetas), mientras los precarizados trabajadores de plataformas nos desperdigamos por el centro o por Belmonte. Pero estas fronteras invisibles cada vez se desdibujan más gracias al flexible criterio legal de ustedes como usuarios frecuentes de las aplicaciones de transporte o de los tradicionales taxis piratas.

Por las horas muertas de las carreras, las que discurren entre las 8:00 a. m. y las 10:30 a. m., en la Plaza Victoria, rodeada por el Centro Cultural, la Avenida del Ferrocarril, un local de Almacenes Éxito y un centro comercial homónimo, el ritmo del trabajo baja lo suficiente como para salir de aquellas máquinas, tomarse un tinto y fumar cigarrillo. En una de esas, conocí a un operario que se llama Uribe, pero no revelaré su nombre completo. Se quejó de su flamante apellido. Le sentaba mal, pero no por lo que un lector ávido de política se imagina.

Resulta que en donde trabaja les pagan por ventanilla. Esto será algo familiar para los que conocen nuestro gremio. Ellos tienen un contrato laboral, podría decirse que son trabajadores formales. Ahí les reconocen normalmente dos quincenas por mes. Dependiendo de la empresa, las quincenas son los días primero y los quince, o entre el día cinco y el diez y entre el día veinte y el veinticinco. Al no ser una nómina bancarizada, varios burlan las demandas de alimentos que ostentan en su currículo y los embargos que la Ley les impone. El efectivo lo reciben por la dichosa ventanilla de la que me habló mi entrañable amigo. Entonces, ¿cuál es el problema del posible pariente lejano del general Uribe Uribe? Pagan por orden alfabético. Si al resto le pagan el veinticinco, a él le pagan casi que el treinta.

Así que ellos crearon su propio sistema financiero. Se prestan, dependiendo del día que les paguen, al uno o al otro para no atrasarse en los servicios públicos, en el préstamo que sacaron con el recibo del gas o en lo que buenamente pueden abonar a las deudas de las madres solteras que dejaron, para evitar la cárcel. Todo esto lo fui aprendiendo en cada charla que tenía con mi amigo y colega transportista, Uribe. No fue fácil, normalmente él habla con sus colegas en clave de chistes o de lo que le parezca gracioso. Uno debe hacer un esfuerzo genuino para descifrar qué quiere decir con cada broma que lanza.

Esa madrugada yo todavía no había aprendido a configurar la aplicación de mi celular para trabajar sólo por el Centro, así que me enviaba las peores carreras. A eso de las 6:00 am salen muchas para recoger honestos trabajadores pereiranos en el Remanso: un barrio popular racializado, oculto por la montaña. Sus vías son estrechas y uno debe entrar por el caserío Canceles. Si uno entra por Mundo Nuevo, corre el riesgo de dejar encunetado su carro el resto del día en una trocha que a juicio del GPS es una carretera transitable.

Somos bastantes los que tenemos rutinas similares en este trabajo. Según Forbes Colombia, el año pasado éramos 1,2 millones de conductores afiliados a alguna aplicación de transporte (como lo son Didi, Cabify o Uber). Para que se hagan una idea, según el Comité de Cafeteros de Antioquia, de la Federación Nacional de Cafeteros, para el 2023 se estimaba que había 548.000 familias cafeteras. Una familia campesina contaba en promedio con 3,04 miembros en ese mismo año, según el DANE. Eso da un promedio de 1,6 millones de colombianos que vivían del cultivo de café. Parece que la cifra no ha cambiado significativamente. Así las cosas, la diferencia entre los cafeteros y nosotros, los conductores perseguidos por los agentes de tránsito, es de aproximadamente 400.000 personas.

Después de dejar a una usuaria de nombre Milena en el Centro, fui a la Plaza Victoria para descansar y buscar a mi amigo. En frente del majestuoso Lucy Tejada, me encontré a Uribe, que parecía ansioso. Cuando nos saludábamos, se acercó otro colega, apodado cariñosamente Casandra. Yo, sin embargo, le digo “don Dairo”. Le dijo a Uribe:

—Lástima que hoy no se va a poder comer esa noviecita suya.

Con el lenguaje corporal, un gesto casi imperceptible dirigido a mí, completó la declaración para dejarme claro que yo era la noviecita de Uribe. Y siguió:

—No le voy a poder prestar plata, hermano, porque no me dieron turno pa’ la quincena. Estoy en las mismas que usté.

Uribe encogió los hombros y le dijo:

—¿Sabe qué? Vaya a que le den por el culo y me trae el recibo.

Cuando ya me animaba a hacer un comentario, mi celular empezó a sonar, avisándome de nuevas carreras. Invité a Uribe y a Casandra a un par de los Chesterfield que fuman, y me fui a trabajar.

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Autor

  • Nació en Ibagué, Tolima, el 22 de mayo del 2000. Conductor de oficio en la ciudad de Pereira y profesional en Filosofía y Letras gracias a la ciudad de Manizales. Aspirante a ser algo más. Escritor entusiasta.

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