Gaza en nuestras cuentas

8 de septiembre de 2025

Cuando digo que mi generación fracasó por tener en “sus cuentas” un genocidio, hablo también en sentido literal. Nosotros no solo lo vemos en tiempo real, por estas plataformas que priorizan las emociones negativas, sino que el horror nos está llegando ya metido en los ahorros de nuestro futuro.
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Le llegó el turno de fracasar a mi generación de los millennials. Ya tiene en sus cuentas su propio genocidio: el de Palestina.

No se trata esta vez de los fiascos de los políticos millennials en las oficinas de gobierno. El genocidio tiene que ver con la creencia de que la historia estaba ya terminada y los derechos inventados. Con la ansiedad de llenar vacíos con poder y control, rasgo del “carácter destructivo” de Walter Benjamin: despejarlo todo para hacerse un sitio. Con la idea de que el cambio era sólo romper las formas, para no encartarse con tocar el fondo. Con su política convertida de marketing en línea, que los impulsó al ridículo, así hoy, más viejos, se empiecen a ver pixelados, lentos, entrecortados, en baja resolución.

El fracaso no está en hacer el inventario de las promesas incumplidas de los millennials de Silicon Valley. Se nota esas promesas rotas nos han preparado el camino de este genocidio que avanza contado en historias y esta indiferencia que logra mirar para otro lado con un buen pago de anuncios de otra cosa. Estos referentes globales empezaron con la idea de conectar a la gente y abrir la información, pero en menos de veinte años, derivaron en monopolios, algoritmos que censuran y manipulan lo que vemos, y un modelo de negocio con los discursos de odio, las emociones y los datos personales como producto. La gratuidad inicial terminó en muros de pago que ahondaron desigualdades. Las plataformas precarizaron a sus trabajadores. Pero lo decisivo fue su ética débil: prácticas grises o cómplices de violaciones por las cuales hoy se les cuela un exterminio.

Esta semana, varios estuvieron en la Casa Blanca con Trump. Mark Zuckerberg (41 años), Sundar Pichai (53) y Sam Altman (40). No hablaron de tecnología, sino de cifras de inversión, como en un bingo de trillones. Microsoft prometió 80 mil millones de dólares anuales; Apple y Meta, 600 mil millones; Google, 250 mil millones. “Gracias por ser un presidente pro-negocios, pro-innovación”, le dijo Altman a Trump. En parte, es por la vía de la guerra en Gaza que lograrán las inversiones que prometieron.


El 3 de septiembre, Drop Site News reveló un contrato de 45 millones de dólares entre Google y la oficina de Netanyahu para promocionar un video en Youtube: “Hay comida en Gaza. Cualquier otra afirmación es mentira”. Se buscaba contrarrestar la acusación de usar el hambre como arma. También hubo pagos de tres millones a X. Un mes antes, Wired mostró contratos con el gobierno israelí para desacreditar a agencias de ayuda de la ONU. Todo muy digital, muy innovador. Así también aseguraban las inversiones que le prometieron a Trump.

Anuncio israelí promocionado en YouTube que afirma que no hay escasez de alimentos en Gaza. Captura de pantalla: YouTube. Tomada de Drop Site News.

Cuando digo que mi generación fracasó por tener en “sus cuentas” un genocidio, hablo también en sentido literal. Nuestros abuelos conocieron del holocausto judío a través de noticias desde Europa que llegaban viejas. Nosotros no solo lo vemos en tiempo real, por estas plataformas que priorizan las emociones negativas, sino que el horror nos está llegando ya metido en los ahorros de nuestro futuro. Los medios han documentado cómo fondos de pensiones en todo el mundo invierten en empresas vinculadas al borramiento de Gaza.

El medio colombiano Cuestión Pública mostró que el Fondo Noruego de Pensiones se retiró de Caterpillar, cuyas máquinas sirven a Israel en demoliciones en Palestina. Y que AFP colombianas —Porvenir, Protección y Colfondos— tienen inversiones en Elbit Systems, fabricante de drones que atacaron convoyes humanitarios; en Lockheed Martin, productora de jets F-35 y F-16 usados contra civiles; y en Caterpillar, con bulldozers D9 empleados en asentamientos ilegales. En total, más de 16 billones de pesos de ahorro pensional en Colombia están expuestos a empresas señaladas por la ONU de facilitar despojo y violencia. Uno de cada cinco pesos de nuestro retiro se conecta con la industria de la guerra.

Imagino a economistas, abogados y financieros millennials decidiendo esas inversiones. ¿Puede buscarse rentabilidad a cualquier precio, incluso al precio de un exterminio? No parece simple omisión. Se me hace una indiferencia más honda que la de nuestros abuelos ante el genocidio que les tocó.

Primo Levi escribió en Si esto es un hombre:

Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.

Él habló de la responsabilidad de la memoria del terror, como condición de salvarnos de la vergüenza ante los descendientes. Hoy la responsabilidad es la memoria pero también la acción, en tiempo real. Como condición de no tener que sumar la vergüenza, ante nosotros, por saber la extensión financiera de este horror en el futuro. No quiero una vejez en la que, junto a mis ahorros, use el dolor de los palestinos. Mi generación ya tiene en sus cuentas su propio genocidio, pero “pensad que esto ha sucedido…”.

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  • Abogado y periodista. Director de Manizales Cómo Vamos. Profesor de periodismo en la Universidad de Manizales. Ganador en una ocasión con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Codirector de Barequeo.

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