Si por estos días 91 ciudadanos recogen firmas para poder inscribirse como candidatos a la Presidencia, se puede afirmar que habrá muchas firmas repetidas, muchas no válidas, y que millones de colombianos le firmarán a varios, porque no están firmes o porque “una firma no se le niega a nadie”. Veamos unas facetas de cómo opera este proceso, que corre el riesgo de ser una deformación de la voluntad popular, y once hipótesis (especulaciones o apuestas) sobre las firmas que se recojan.
Si son 91 movimientos significativos de ciudadanos recogiendo firmas, y cada uno entrega 635.216 firmas, serían 57.804.656 (casi 58 millones) de firmas.
Ahora bien, lo usual es que estos movimientos entreguen el doble de firmas de las que se requiere, pues normalmente les eliminen una buena parte de las mismas por ilegibilidad de los datos, inexistencia del documento o errores y incoherencias en la información suministrada —como diferencia entre la grafología de los datos y de la firma. Como antecedente, en la recolección de firmas para candidaturas de 2018, en promedio solo el 50,7% de las firmas resultaron válidas. Por ello, el número de firmas que se entregarían a la Registraduría para que proceda a revisarlas rondaría los ciento quince (115) millones, si todos los movimientos las entregaran.
Otros datos de contexto muestran que en las elecciones para presidente en 2022, segunda vuelta, participamos 27 millones de colombianos (aproximadamente), de los 39 millones de ciudadanos habilitados para votar, y para el 2026 se estima que seremos 41 millones los potenciales votantes. Ello significa que en estas semanas se recogerá un número de firmas que supera en más del doble a los votantes que hubo en la más reciente elección similar.
Con este mecanismo de recolección de firmas ganan los fabricantes y vendedores de papel —que vienen en baja—, los desempleados e informales —en particular jóvenes— que son contratados por los movimientos para recolectar las firmas, y los intermediarios que organicen ese servicio. Luego, podrá tener ocupación un personal temporal de la Registraduría contratado para esa tarea específica, o los supernumerarios que reemplacen transitoriamente a los ocupados funcionarios de esa entidad que se dediquen a labores técnicas relacionadas con la verificación de las firmas. Y claro, también ganarán los abogados expertos en procesos electorales que sean contratados para llevar los procesos de reclamación que en todo esto se originen. Pero “la democracia” propiamente dicha no gana o gana muy poco. Solo gana en cuanto se difunda la idea de que si cualquiera de estos ciudadanos puede ser “candidato”, pues todos podemos; o que todos debemos votar para aclarar este enredo de aspirantes.
Pero pierde la Registraduría, pierden su firma millones de ciudadanos, y también pierden los recolectores de firmas que lo hicieran por afinidad o expectativa de obtener un puesto en el posible gobierno de ese señor o esa señora aspirante.
No conozco un estudio sobre la demografía o proveniencia de las firmas que se recojan para inscribir a posibles candidatos —me parece importante que se hiciera. Por ello, mientras no se conozcan datos sobre el perfil de los firmantes de estas listas, las siguientes son mis hipótesis (“especulaciones pensadas”) con relación a las firmas que se recojan (“lo que se puede afirmar sobre las firmas”):
Una
Como máximo, se entregará la mitad (o sea 46) de las listas de firmas —de los 91 comités inscritos: los demás se habrán retirado y unido a otros, o no alcanzarán a recolectar suficientes firmas como para cumplir la tarea. De esta afirmación se deriva que las firmas entregadas serán 58 millones, al ser solo 46 y no 91 los aspirantes que cumplen la tarea, pero al entregar a revisión el doble de las firmas que se necesitan.
Dos
Esas decenas de millones de firmas provendrán mayoritariamente (al menos el 70%) de transeúntes habituales de unos mismos centros comerciales, plazas y parques de las ciudades grandes y medianas, que es donde se suelen ubicar quienes trabajan recogiendo tales firmas.
Tres
Al menos la mitad de quienes firman en esta oportunidad son ideológicamente alineados con las derechas y centro-derechas, pues la mayoría de aspirantes por firmas son de esas tendencias.
Cuatro
Una porción —un cuarto— de esos firmantes no suele votar en las elecciones presidenciales, pero sí firma las listas de alguno o algunos movimientos. Es decir, son ciudadanos no convencidos de votar, pero que “opinan” que más personas deberían ser candidatos. Existe alguna posibilidad de que votaran en la futura elección si el personaje por el que se hace esa recolección de firmas fuera candidato.
Cinco
Unas mismas personas le habrán firmado a dos o más aspirantes. O sea que esas 58 millones de firmas provienen de máximo 29 millones de personas.
Seis
Existe un gran bloque de ciudadanos “buenas personas”, de buen corazón y en su mayoría antipetristas —unos cinco millones de personas—, que le firmaron a tres candidatos; sus firmas se multiplican entonces por tres, con lo cual esas mismas personas producen unos 15 millones de las 58 millones de firmas recogidas (una aberración de “la voluntad de la gente del común”). Por ello, si le restamos esos 10 millones “inflados” a los 29, el número de personas (diferentes) que firmaron se reduce a unos 19 millones.
Siete
Hay un millón de indecisos, despistados o “informales”, que juntaremos con una parte de personas que firmaron “por pena”, “por ayudarle a la pobre muchacha”, para que no los molestaran más, o que recibieron algún pago o reconocimiento por firmar. De estos, la mitad firmaron por dos listas, o sea que ese millón de personas generaron uno y medio millones de firmas —500.000 “infladas”.
Ocho
Existe otra parte minoritaria de colombianos —un millón— que solo le firmó a una de esas listas. Estos son los que están más cercanos a las personas aspirantes (familiares, amigos, empleados y similares) y los más convencidos de sus ideas o por sus antecedentes.
Nueve
Solo unos 17 o 18 millones de personas —personas sin repetir— suscribirán los 29 millones de firmas que se recogerán en estos meses.
Dejamos aquí las hipótesis (especulaciones) sobre quiénes son los firmantes; pero planteamos dos más: una sobre el reconocimiento de los aspirantes y otra sobre el dinero que circulará.
Diez
Si se le preguntara a los casi 18 millones de personas que firmaron (personas sin repetir) sobre su conocimiento de los candidato por los que firmaron, al menos la mitad de esos firmantes (7.5 millones) no saben dar razón clara de por qué esas personas aspirantes por las que firmaron serían buenas candidatas —por fuera de las figuras públicas, como es el caso de la periodista de fácil recordación.
Once
Los 46 aspirantes que cumplan con la entrega del mínimo número de firmas habrán invertido en promedio unos $300 millones en ese proceso, cada uno. Eso implicaría que la economía movió al menos $13.800 millones (46×300=13.800) en las recolecciones de firmas terminadas. Esto sin contar lo que le cuesta el proceso de revisión a la Registraduría.
Como dato de referencia, algún comentarista afirmó que una de las recientemente reguladas encuestas de intención de voto cuesta unos 300 millones de pesos, como mínimo. Adicionalmente, hasta el final del mes de agosto, algunos de estos nombres que recogen firmas ya habían superado el doble de esa cifra en gastos (“inversión” le dicen) de publicidad en redes sociales, según reportó entonces La Silla Vacía (entre $125 y $719 en Facebook, con una media de $70 millones), antes de empezar la recolección de firmas.
Los datos generales de las firmas que se recolecten los conoceremos después del 17 de diciembre, cuando las deben entregar a la Registraduría. El 21 de enero se conocerán los resultados de las verificaciones, que conducirán a terminar la aspiración de una parte de los ciudadanos aspirantes (estimo que 20 de los 46 que entregaron firmas). Y vendrán las reclamaciones. Pero la distribución demográfica o sus perfiles, al igual que información acerca de la repetición de firmas, falsificaciones, imprecisiones y errores, creo que se demorarán mucho más. Peor de difícil será saber cuánto “le costó” cada firma válida a cada candidato -o sea la inversión hecha en el proceso dividida por el número de firmas válidas que recolectó. Y sobre el origen de los dineros invertidos… tal vez algún día lo sabremos.