No puedo salvar a Colombia

29 de septiembre de 2025

Cuánta hipocresía hay que tener para afirmar que «Una patria sin hijos es una patria sin futuro», como lo hizo la senadora cristiana y de ultraderecha Lorena Ríos.
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La semana pasada la ultraderecha instaló en el Congreso de la República un cartel monumental con una mujer embarazada y la frase «Salva a Colombia, ¡ten hijos!». Ondulaba de techo a suelo en la Plaza de Bolívar de Bogotá, como una nueva bandera. Esa era la propuesta de la bancada cristiana durante su convención «provida». Les contesto en nombre de muchas, estoy segura: No puedo salvar a Colombia y les voy a explicar por qué.

Como lo explica lúcidamente Lina Meruane en su libro Contra los hijos, «Los hijos, lejos de ser los escudos biológicos del género humano, son parte de un exceso consumista y contaminante que está acabando con el planeta». Como ella, yo hago parte de la «Revolución de los sin hijos», y no soy parte del problema sino de la solución, porque el problema no es que haya menos nacimientos, sino que están mal repartidos, como todo en este mundo.

Pero analicemos la propuesta que nos hacen los «provida», para quienes «vivir» es solo llegar al mundo sin importar cómo. Para empezar, la imagen de una mujer sola en el pendón, sin pareja y sin familia, reafirma la idea de que la maternidad y la crianza son una tarea de las mujeres; los hombres están exentos.

Un reciente estudio del Ministerio de Salud y Protección Social indica que en 2015 el 36,4% de los hogares colombianos tenía jefatura femenina y ahora representan el 55,6%. Según el DANE, el incremento ocurre por la transición demográfica; hay menos nacimientos y el envejecimiento va a un ritmo más acelerado, pero las feministas sabemos que hay otras razones de peso.

Tengo cuarenta años y soy hija de un padre ausente: nunca pagó su pensión alimentaria y eso, por supuesto, contribuyó al empobrecimiento de mi madre. Una amiga del colegio tiene una hija de dieciséis años; desde que se divorció del padre, por violencia doméstica, apenas si le pasa $200.000 al mes. Una amiga de la universidad tiene una hija de ocho años y también la cría sola, tolerando grandes incertidumbres.

¿Cómo se salvaron esos tres papás irresponsables a pesar de las demandas de alimentos? Facilísimo: no tienen trabajos fijos y como independientes es imposible cobrarles «la cuota». ¿Tengo que decir más? Podemos afirmar que el pendón revictimiza a las madres solteras, naturaliza su soledad y su doble esfuerzo y, por tanto, reafirma la inequidad de género. Razón de peso para que no salvemos a Colombia. No en esos términos.

Aún si hubiera una pareja y una red de apoyo, las nuevas generaciones nos pensamos más las decisiones reproductivas porque ese proyecto es cada vez más costoso. Según la Universidad EAN, tener una hija o hijo puede costar entre $1.700 y $2.200 millones. BBVA hizo otro estudio en el que pone una cifra más baja, de $1.349 millones, para criarle «con todas las comodidades» desde que nace hasta que cumple los dieciocho. ¿Quién tiene todo ese dinero? Personalmente, como artista independiente, tengo meses en los que no alcanzo ni a pagar mi propia seguridad social. Solo por el factor económico, la pregunta se responde sola: No puedo salvar a Colombia, aunque quisiera.

Y si no puedo yo, que tengo privilegios de mujer blanca, educada en la clase trabajadora, ¿cómo podría una mujer en condiciones más vulnerables? Eso fue lo que se preguntó Loretta Ross en 1990, cuando se acuñó el término «justicia reproductiva», en referencia a las condiciones que tienen las madres de distintas razas y clases sociales. Según ella, los términos «provida» o «proselección» no reflejaban las opciones limitadas de las mujeres negras o pobres.

En el panorama colombiano actual, tenemos más mujeres haciéndose cargo de las jefaturas de sus hogares, mujeres que, además, en promedio, ganan un 7% menos que los hombres, pero la brecha salarial se amplía en cargos más altos. Según una investigación de la Federación Colombiana de Gestión Humana, un hombre en un cargo de alta gerencia devenga un 36% más de salario que una mujer. Es decir que acá las mujeres crían solas y con menos plata. ¿Eso es justo?

Cuánta hipocresía hay que tener para afirmar que «Una patria sin hijos es una patria sin futuro», como lo hizo la senadora cristiana y de ultraderecha Lorena Ríos, cuando ella se gana $52 millones mensuales mientras miles de colombianas reciben, y con esfuerzo, un salario mínimo que es apenas $1.423.500. Senadora, ¡salve usted la patria!

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  • Feminista decolonial, escritora y editora. Autora de las obras Las ballenas son más sutiles (FCE, 2024), El oráculo térmico (Seix Barral, 2023) y El aparato que late (Domingo Atrasado, 2021). Ha ganado dos premios nacionales de narrativa. Es comunicadora social y magíster en Escrituras Creativas. Dirige la escuela La Maletra.

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