Memoria y dignidad, Galería Plaza de Mercado

30 de octubre de 2025

Abierto el diálogo uno de los locatarios pregunta al gerente de Infimanizales "¿qué garantías nos dan de que esto se va a realizar como dicen?" El gerente titubea y dice: “les doy mi palabra”.
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Voy a contarles un poco de una reunión en la que estuve en la última semana entre Infimanizales, Centro Galería Plaza de Mercado y lxs locatarixs del pabellón de ramas y plantas medicinales. Empecemos con una postal: fue un choque de dos mundos, el de un estado tecnócrata, lógico, frío, que se pretende neutro, sin intereses, encontrado con una comunidad popular, digna, curtida por los años y el arraigo.

Un paréntesis para intentar un resumen-contexto. La actual Galería Plaza de Mercado, que ha cumplido recientemente 70 años de historia y existencia, requiere mantenimiento y remodelaciones. Existe entre una maraña de conflictos administrativos, jurídicos y políticos, que dificultan la realización de acciones integrales y estratégicas de sostenimiento en su infraestructura material e inmaterial.

La galería en sí misma es un oasis de lo cooperativo, comunal y solidario, que sobrevive en lo público. Uno de los últimos de su tipo. El lote (la tierra) es del municipio, la infraestructura, los pabellones, las paredes, los techos, los baños, etc, son de Infimanizales. Una figura jurídica que busca darle una viabilidad, un mayor dinamismo. Esta última contrata al Centro Galerías Plaza de Mercado para su administración y esta, a su vez, tiene una mayoría representativa (60%) integrada por lxs locatarixs. El modelo busca que al final sean ellxs, quienes tomen las decisiones sobre su funcionamiento.

Las remodelaciones son iniciativa de Infimanizales y la Alcaldía de Manizales, en una propuesta que se dice sin precedentes en la historia de la galería y que dispone de 50 mil millones de pesos para su intervención (40 mil millones ya contratados). Todo ello en el contexto de una acción judicial que obliga (destaco la palabra) al municipio a tomar acciones en el mejoramiento del espacio público y en la construcción final de un Pabellón 5, que albergue a locatarixs que se encuentran en la calle, algunxs de ellxs desde hace siete décadas.

Aquí empiezan las dificultades. La Alcaldía e Infimanizales no pueden construir el Pabellón 5. No les alcanza la plata. Tampoco pueden resolver un segundo y crítico problema: el de la sanidad del pabellón de carnes (Pabellón 4), para el cual tampoco les alcanza la plata, pues aunque los documentos no son públicos aún, en la reunión se habló de que esto podría costar 150 mil millones de pesos.

En este escenario lo que proponen hacer son unas reubicaciones temporales y otras definitivas. Las siete alternativas que se plantean son cada una más incierta que la anterior, con tiempos dilatados, de hasta 24 meses “aproximados” y que al final terminarían por desplazar, mínimo una manzana, posiblemente tres, por dos años y luego de forma definitiva, todo el pabellón de ramas y plantas medicinales.

Lo que nada tiene de técnico. Primero porque desacata una orden judicial que ordena empezar por solucionar la situación de espacio público con el Pabellón 5. Y segundo, porque da prioridad a una solución intermedia, la de mover el pabellón de carnes hacia el pabellón de ramas, esto debido a la no disponibilidad de los recursos necesarios. Finalmente, desconoce las realidades mismas de lxs locatarixs, sus derechos comerciales, sus situaciones humanas y emocionales: su dignidad y memorias.

Y al final esto es lo más importante. Recientemente cuando escribí sobre esta situación hablé de la Galería como Patrimonio Cultural Inmaterial y tengo que reconocerlo, no estaba pensando directamente con la claridad que lo hago ahora, en la dignidad y la reexistencia como baluarte cultural popular de la Plaza de Mercado. La reunión en algunos de sus momentos más emotivos me lo recordó. Así que trataré de recrear esos retratos de dignidad, que todavía me recorren-habitan el cuerpo.

Abierto el diálogo uno de los locatarios pregunta al gerente de Infimanizales, “señor gerente, ¿qué garantías nos dan ustedes de que esto se va a realizar como ustedes dicen? ¿Cómo podemos confiar en ustedes?” El gerente titubea y se lanza sin más y dice: “les doy mi palabra”. El auditorio completo y lleno, se sonríe, se ríe a carcajadas. Allí un retrato colectivo. Al gerente se le olvidó que estas personas han vivido una larga vida de promesas incumplidas por generaciones y generaciones de políticos y funcionarios que dan su palabra, juran el desarrollo y les dejan en las mismas. Para la muestra un botón que recordaría otro participante: los 16 años del vecino macrodesastre de San José.  

Una de las mayoras presentes toma la palabra, ella está sentada en la primera fila y les dice: “mírenme, yo soy una vieja, aquí muchos estamos viejos, somos gente de la tercera edad. ¿En serio ustedes creen que nosotros vamos a aguantar esto?”. Los funcionarios se miran entre sí, nadie responde. Ya no es tan fácil hablar ese lenguaje frío de la “lógica” técnica, mecánica del usuario, el pabellón, cuando esos otros empiezan a tener un rostro.

El retrato final es de un abuelo que toma la palabra, se para, los mira a la cara y los señala: “usted (el gerente de Infi), usted (el contacto plaza de mercado de la Alcaldía), usted (un funcionario de la secretaría de las Tic), ustedes. Tienen su sueldo mensual, tienen su prima, tienen sus vacaciones. Yo, y muchos aquí, trabajamos para comprar la panela, para tener que llevar a la mesa hoy o mañana. En serio nos van a desalojar. ¿con quién creen que están hablando?”.

Hoy no me cabe duda: el pabellón de ramas es el corazón de la galería como patrimonio cultural material e inmaterial. No solo porque allí se comparten memorias centenarias y milenarias, que llegaron y siguen llegando de comunidades indígenas y campesinas. Sino porque en su aliento y sudor, se sostiene la memoria de una dignidad popular. De gente sencilla, que habita y sirve en un lugar, para toda una comunidad, una ciudad. Y no va a dejarse mover tan fácilmente.

Saliendo entre corrillos y conversaciones queda en el aire la amenaza, “entonces nos llevamos la plata para otro lado”. Digna como es y deberá ser, la plaza debe ser partícipe en las decisiones, diseños, estrategias y acciones que se requieran para su remodelación. Incluso si lo que se requiere es movilizar una mayor inversión, que permita unas “lógicas” más humanas, que no desacate órdenes judiciales, que no se pretenda hacer inversiones de cualquiera manera, sin consultas amplias, serenas y vinculantes.

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  • Educador popular, gestor cultural y creador en lenguajes de la imagen con 20 años de trayectoria en el diseño y realización de iniciativas sociales, culturales y comunitarias. Gestor e Integrante de la Corporación Nodo.

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