Mala Persona

Ese referente del periodismo que es Ryszard Kapuściński dijo en su libro de reflexiones Los cínicos no sirven para este oficio: “Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas.
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Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se denomina “empatía”. Mediante la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás”.

La máxima, que es aparentemente sencilla y que aplica para todas las profesiones, no cala en todos. Hay periodistas a los que se le imposibilita el ser buenas personas, como Néstor Morales Corredor. Esta semana, el director del espacio de noticias y opinión Mañanas Blu, de la emisora Blu Radio, se atrevió a afirmar que los restos humanos encontrados en el sector de La Escombrera, al occidente de Medellín y considerada como la fosa común más grande del país, habían sido enterrados por las mismas familias de las víctimas.

Esta canallada no solo pone en duda el trabajo de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas – UBPD, que llevan dos décadas investigando los hechos, sino el de la Jurisdicción Especial para la Paz – JEP y los testimonios de Juan Carlos Villa Saldarriaga, alias ‘Móvil 8’. Este es uno de los paramilitares que en octubre de 2002 participaron en la Operación Orión, quien reconoció la masacre, el apoyo del Ejército y dio coordenadas para encontrar los restos de los asesinados por esos días.

Además, con sus palabras Morales Corredor revictimiza a las familias de esos cerca de 500 desaparecidos sepultados bajo toneladas de escombros, depositados durante años, en ese lote de 18 mil metros cuadrados de la Comuna 13. Ignora el dolor de esas “cuchas” y su lucha de 20 años para encontrar la verdad de esos hechos macabros. Madres buscadoras que hasta con galones de pintura gris han querido callar.

Lo que Néstor Morales hace no es periodismo, es propaganda. En su caso, propaganda uribista. Es tan evidente, que el director del partido Centro Democrático, Gabriel Jaime Vallejo Chuif, envió esta semana un derecho de petición a la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP con cuestionamientos que van en el mismo sentido de las observaciones del director de Mañanas Blu.

Lastimosamente, este fenómeno de vender propaganda como periodismo resurge de tanto en tanto, sin importar el partido o la inclinación política. En Colombia tenemos a Vicky Dávila (que usó a la revista Semana para abonar el terreno de su carrera política), a Luis Carlos Vélez (a quien sus comentarios desobligantes sobre la COP16 le costaron el puesto de director de la emisora La FM), a Hollman Morris (que convirtió a la RTVC en un medio de propaganda petrista) y a una decena de influenciadores y bodegas que funcionan como centros de divulgación de información. Ellos trastocaron los valores esenciales del periodismo; la argumentación se cambió por el comentario virulento y las falacias, y la búsqueda de la veracidad por las “verdades alternativas” y la posverdad.

El caso de Néstor Morales es similar al de Alex Jones, en Estados Unidos. Jones – un tipo gritón, fomentador de ideas conspirativas y de discursos de derecha – usó sus plataformas y su popular espacio Infowars para desacreditar a la masacre de la escuela primaria de Sandy Hook, donde murieron 20 menores de edad y seis adultos. Alegaba que todo fue un montaje para impulsar la prohibición de porte y uso de armas de fuego en los civiles estadounidenses. Su comentario le valió una demanda por difamación y una indemnización a las víctimas de 965 millones de dólares.

Nadie está exento de decir tonterías. Empero, Morales las dice con convicción. Ignora las evidencias, los testimonios y las investigaciones para ganarse la simpatía de su partido político y de su líder, el expresidente Álvaro Uribe. Pero eso no lo hace una mala persona, lo hace un sectario. Lo que lo hace una mala persona es desconocer el dolor de esas familias que perdieron a sus allegados y señalarlos de un macabro complot de enterrar restos humanos en La Escombrera. Eso no sólo lo hace una mala persona sino una que tiene el sistema digestivo invertido.

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