(Parte I)
Camilo:
Si te hablara de una dieta, una rutina de calistenia, una Inteligencia Artificial, un Instagramer, un artista que emerge, o alguna discusión ética, tendría tu atención. Sin embargo, hay un tema al que también me parece necesario darle alas. Preocuparme por tu bienestar y tu educación incluye también abordar el tema del alma. Por eso te he escrito las siguientes viñetas sobre la abeja, quiero que incluyas la contemplación, en medio de tus carreras, para que no dejes de escuchar en tu voz la de Él.
I.
En su vuelo la abeja percibe otros movimientos en el ecosistema. Son necesarios para el equilibrio, pero no le competen a ella. A la sombra de las hojas gigantescas, cucarachas, lombrices y escarabajos revuelcan los terrones que nutren el suelo. La abeja sobrevuela la tierra humedecida por el salto del agua en el pozo mas no se asienta. Evita que el barro se adhiera a sus patas y la vuelva pesada. Sus sensibles extremidades están hechas para el néctar y no para el pantano.
II.
Y, sin embargo, no le niego a la abeja el que en cualquier esquina nos pueda apuñalar. Sola y en pandilla, sabe cuidarse a sí misma. Un temible mensajero que porta la copa y la espada: la ambrosía en sus patas traseras y el veneno de su aguijón.
III.
No nos detengamos infiriendo las responsabilidades del cuerpo y las posibilidades del alma. El alma-abeja es la prometida que recorre el castillo del que será señora, así que su meta está arriba, donde la energía del sol se vuelve miel. Tras verdes murallas, una torre de blanco luminoso, y, coronándola, un pararrayos de diminutas flores amarillas. Hemos llegado al embudo de los cartuchos. La abeja sobre la espata blanca es novia en el tálamo. Conversa en dulces romances, sin el meneo de los labios, las noticias de su parcela con el que es Señor de su cuerpo y de su historia.
IV.
¡Cuán tóxica puede resultar la contemplación de una abeja sobre un cartucho! La abeja es la luz y la sombra, un tigre que acecha, la gracia y el pecado, lo divino y lo terrorífico. La flor puede envenenar con oxalato de calcio y ella puede hacerlo con apitoxina. No obstante, en medio de esa toxicidad, el polen, como trofeo de batallas amatorias.
V.
Esto es lo que es hablar del alma, Camilo. Sabor caro, saber peligroso.
VI.
La abeja se asoma por fuera de la colmena y se asombra con los racimos de bailarinas moradas que cuelgan del matarratón. Está cercano el equinoccio de primavera y los árboles, coronados de orquídeas, lucen como invitados a un baile, al que llegan ostentando medallas y listones en los que se matiza el color hasta agotar los adjetivos que hemos inventado. Perfumes y colores convidan a la fiesta en el bosque tachonado de colibríes. La pasarela de los siglos continúa fundiéndose en un abrazo.
VII
La observación de las orquídeas pasa por la voluptuosidad. La caricia acontece en las yemas que palpan, en las fosas nasales que capturan aromas, en los ojos que abarcan geometrías, en el limitado cerebro a punto de electrocutarse con la sobrecarga de sinapsis a la que asiste. Cuentan los filólogos que Teofrasto, el observador griego que les dio nombre por primera vez, lo hizo a partir de la relación que encontró entre el bulbo vegetal y el testículo de los mamíferos. Quienes se dedican a la simbología de las flores no han dejado entonces de asociarla a la pasión y la lujuria. Otro gran sector, preocupado por el aumento de la temperatura en la madre Gaia, mide en ellas las preocupaciones por el cambio climático. La ambición estética de los jardineros por cultivar las más exóticas es una épica poco novelada.
¡Cuánta locura encierra la belleza de las orquídeas!