Fito Páez cumplió 62 años el 13 de marzo del 2025. Es, en su flacura pura, un piscis de la cabeza a los pies: escamoso, visceral, fluido. Va de un lado al otro como en un estanque aspirando el plancton de la superficie, dejando ideas, algunos asuntos que le interesaron una vez y luego le muerden la conciencia. Regido por el agua y sus vaivenes ha sido músico, comunista y falopero, como dijo un día. Ahora, en sus años de madurez mira atrás y pasa revista a su vida en la música y fuera de ella y, abrazado a su piano y a su circo eterno, abomina de algunas ideas que en un tiempo lo maravillaron. Un día fue peronista y ahora no. Un día se tomó fotos con Fidel, ahora critica ferozmente al régimen. Por lo pronto, en las entrevistas que se suceden una tras de otra por el lanzamiento de su nuevo disco, Novela, deja caer algunas reflexiones sobre su pasar y sus trabajos, y en ellas hay una sensación de desencanto. Ese desencanto, ha explicado, está directamente ligado «casi al ciento por ciento con el fracaso de las políticas de izquierda, del marxismo europeo y americano, el fracaso de un proyecto histórico y decirlo ya sin pudores, cuidándose de la corrección política que es una cosa abominable de esta época”. Sobre el ascenso de Milei nos cuenta: “entiendo que había procesos impostergables que realizar adentro de la economía argentina y entiendo también que es un Gobierno elegido cada cuatro años. Y entiendo que no ha habido una crisis, una autocrítica a cielo abierto de todas las fuerzas que hicieron posible que Milei esté en el Gobierno hoy”. Este escenario, añade “forma parte de una coyuntura mundial, entonces te diría que la ventaja es que encuentro esta época muy estimulante; puedo pensar, escribir”. Finalmente habla sobre la producción del disco: “tenía una fantasía originaria que era hacer el álbum y filmar la película, pero de donde yo vengo ese escenario era casi imposible. Era como ponerme una utopía y finalmente las utopías no sirven para nada”
Entonces, han tomado un pedazo de aquí y uno de allí y han armado un quilombo, como gustan decir los argentinos, o un zaperoco, como acostumbramos acá, y así cada cual revuelve las palabras a su antojo y arma una narrativa a gusto de la galería.
Libertad Digital, un diario de derechas (¿habría que señalarlo?) tituló: Fito Páez habla del fracaso de la izquierda y alaba a Milei: «Los años te hacen entender mejor las cosas»
El portal Diario Registrado: “Las políticas de izquierda y el marxismo fracasaron, el gobierno de Milei me parece muy estimulante»
Infocielo: Fito Páez, ¿libertario?: “Finalmente, las utopías no existen para nada”
El Destape, otro portal desde la izquierda, apunta: Fito Páez sorprendió a todos y bancó a Javier Milei: «Muy estimulante»
Una senadora de Colombia de apellido Cabal posteó: Fito Páez, con esa claridad, confirma lo que millones de latinoamericanos ya vivimos en carne propia: el fracaso de las políticas de izquierda no es una teoría, es una tragedia. Aplaudo el valor de decir la verdad, aunque cueste público.
Obvian por superficiales otros dichos del Fito, como que cita varias veces a Franco Berardi, un filósofo italiano en línea con la nueva izquierda, quien habla de la precarización laboral, las mutaciones de la dominación capitalista, la tenaza tecnológica, la esclavitud high tech, la deserción y desintegración del norte global, entre otros temas.
En una entrevista para El Periódico de Barcelona vuelve sobre estos asuntos: “tras el fracaso de las izquierdas y los progresismos, el mundo está brutalizado y tirando a la derecha, con un elemento de dominación brutal que es el teléfono en la mano. Eso me parece más global que argentino. Porque si hablamos de Argentina, en todo caso es un voto que se ganó con la ley. Los que hemos vivido dictaduras sabemos que eso vale muchísimo”.
A mí me gusta Fito. No todo, pero adoro ciertas maravillas sensibleras e íntimas con que nos suele sorprender como Giros, 11 &6, El amor después del amor, Tumbas de la Gloria, Las tardes del sol, y esa declaración existencial que es Al lado del Camino. Tengo por ahí otra decena, pero no quiero aburrirlos. Además, es verdad que uno tiene derecho a cambiar de bando, de opinión, de estado, de país, incluso de sexo pero nunca de equipo de fútbol. Sin embargo, uno también tiene derecho a que sus opiniones no sean manoseadas, tergiversadas, trapicheadas como lo están haciendo con estas opiniones del Fito. Me parece que lo sustancial no fue advertido: Fito denuncia. Y denunciar no quiere decir renunciar. Quiere decir que tantas veces la izquierda, esa utopía decimonónica que alumbró nuestro camino, que nos acompañó mientras crecíamos, la que celebró la entrada de los barbudos de Fidel, la que entronizó al Che, la que peleó al lado de los Ortega, la que vio morir a Camilo detrás de un fusil, la izquierda del dogma radical, la de la arrogancia gratuita, la que ahora mismo se ha travestido de autoritarismo o populismo cuando no de dictadura desembozada y que ha facilitado la deriva derechista que grita zurdos de m**da desde el sur, esa izquierda, digo, necesita con urgencia mirarse al espejo y decirse unas cuantas verdades. Para entender mejor esta perspectiva habría que leer a Franco Berardi como recomienda Fito, su visión apocalíptica y desesperanzada, su percepción de vivir con nosotros un “umbral histórico marcado por la pandemia viral y el colapso catastrófico del capitalismo. Desde este umbral podemos ver delante de nosotros, de manera clara e irrefutable, un horizonte de caos, agotamiento y tendencia a la extinción. Pero, lejos de entrar en pánico y despotricar contra el caos, debemos asumir el horizonte de caos y agotamiento como punto de partida de la reflexión. Es necesario redefinir todo, en particular lo que se desarrolla dentro del espacio interior, en donde se manifiesta el deseo íntimo, la emoción y el miedo”. Yo, por mi parte recomiendo leer a Toni Judt, en Algo va mal, el libro escrito antes de morir en 2010. En este libro, se reivindica al estado y se reivindica la socialdemocracia. Se lamenta Judt de la deriva autoritaria de la sociedad contemporánea, tanto la que es dirigida por la derecha como por la izquierda y propone una crítica despiadada al estilo egoísta de la vida contemporánea. “Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy”, inicia Judt su libro. “Durante treinta años hemos hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material: de hecho, esta búsqueda es todo lo que queda de nuestro sentido de un propósito colectivo. Sabemos lo que cuestan las cosas pero no tenemos idea de lo que valen” En las siguientes páginas, Judt propone recuperar los valores canónicos de la democracia, el bienestar, la justicia, la inclusión y el disenso. La democracia como la conocemos está pasando de moda. Está a punto de reventar gracias a los esfuerzos de la derecha y con la aquiescencia de una cierta izquierda que no se encuentra a gusto con la ilustración kantiana, la incorrección política, las impurezas del lenguaje, la mofa de la cancelación, la ridiculización de la cultura de los reclamos y un largo etcétera woke.
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Colofón: “Quien diga que tiene certezas es un farsante en todos los tiempos. Lo que no hay que dejar de hacer son preguntas y hacerse preguntas. Y son preguntas obligatorias. Por ejemplo, sobre la utopía que postulaba la izquierda mientras en el otro lado estaban todo el tiempo accionando. Es polémico, pero está bueno pensar y poner en duda algunas de las teorías con las que uno ha vivido o defendido de una u otra manera durante tantos años. No digo entregar el territorio. Nunca el territorio a la barbarie de la ignorancia y la brutalidad”: Fito Páez.