Las Manizales otras: Memorias de barrio

16 de octubre de 2025

Aunque sus contextos históricos sean diferentes, y exista entre ellos un abismo cultural y social, en esencia comparten el mismo impulso: una lucha por habitar y crearse una comunidad en medio del paisaje de pico y cuchilla.
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A propósito del cumpleaños de Manizales realizaremos un conversatorio de “Memorias de barrio”. Me permito compartir aquí algunas de las cosas que preparé para allá. “Memorias de barrio” es un bonito tejido que venimos gestando hace unos tres años entre algunas escuelas populares (Escuela Comunativa Huertas Urbanas, Huellas de Vida, Cultura Viva, Nodo y Ciudad Impresa) y el Banco de la República sede Manizales. Recoge unos 15 años de estar experimentando en un laboratorio de educación popular, imagen y memoria. Y tiene sus raíces en la profunda discriminación que existió y existe hacia los barrios populares, llámese San José, Solferino, Bajo Andes, Samaria, etcétera.

Manizales se celebra hoy en una crisis profunda de sus relatos fundacionales: los toros (la mejor feria de América tiene los días contados), el reinado cafetero (basado en estereotipos de belleza y género que empiezan a resquebrajarse) y los incendios (esa narrativa de la pujanza, la colonización y recolonización de lo antioqueño, lo español, lo europeo). Todos ellos son relatos coloniales. Traídos de afuera. Colonizadores.

Quizás valga la pena detenerse en la palabra para darle una vuelta al texto y volver a las Memorias de barrio, por un atajo y luego por otro. Colonizar, en su significado de diccionario, es establecerse en un territorio del que uno no es. Paradójicamente su origen está relacionado con labrar la tierra. Quedarse a sembrar, en una tierra que no es la de uno.

Esta definición me recuerda un momento revelador que viví hace poco en una caminata en Monteleón, desde donde se ve la ciudad, o eso que llamamos Manizales, digamos la Manizales central: la Av. Santander y el centro y el cable, desde donde comenzó la mancha urbana a regarse. Y girando un poco la cabeza a la izquierda se ve Samaria, los asentamientos y la montaña arriba apretada por manzanas y calles. Se parecen mucho desde esa vista, son casas empujando la montaña: colonizándola. Gente que se quedó a sembrar, a vivir en ese pedazo de tierra.

Un compañero que guiaba la caminata lo comentaba: “esto que está pasando con Samaria, ha pasado con el Solfe y con Comuneros, con el Caribe…” Me quedé pensando y pasó hace más de 170 años con Manizales. Esa otra Manizales legítima, que colonizó la montaña, la de los apellidos pomposos que nombran al resto margen y construyen un relato de ilegalidad sobre unos pobladores que buscan oportunidades de habitar en esta tierra, colonizarla. Aunque sus contextos históricos sean diferentes, y exista entre ellos un abismo cultural y social, en esencia comparten el mismo impulso: una lucha por habitar y crearse una comunidad en medio del paisaje de pico y cuchilla.

Si hay un elemento común que hemos encontrado en nuestros ejercicios de Memorias de barrio, es cómo el oportunismo político vino a reemplazar el cooperativismo y la colaboración que intuitivamente se iban dando entre la gente que llegaba a habitar. Y eso que en los 70 y 80 todavía existía una política de vivienda. Lo que hay hoy es solamente un relato de desalojo, una memoria selectiva que escoge olvidarse de sus historias de colonización y arraigo. Ese es el relato con el que se fundamentó el Macrodesastre en San José y el mismo que se atreve a decir, después de más de 40 años, que Bajo Andes no es un barrio. Sin sonrojarse, ni hacerse cargo de crear las alternativas que lo hagan posible.

En esa herida surge Memorias de barrio. Como una intención de habitar esas memorias, de recrearlas y hacer un contrapeso a la letárgica narrativa de Manizales. Como su nombre es plural, le agregó el artículo en plural y el énfasis: las Manizales otras. Que también tienen sus historias de incendio y saqueo. Que surgen de una marcha del ladrillo e hicieron con ventas de empanadas sus iglesias y escuelas, igual que la catedral.      

La otra cara de la palabra colonización, está venida de los estudios culturales, de género, racismo y otras violencias. Está asociada a la dominación del otro, a través de un discurso. En este caso a través de un relato de memorias y prácticas culturales. Una memoria colonizada de un territorio colonizado, que quiere negar sus orígenes. Cuando no le conviene a un negocio inmobiliario, la ciudad no debe crecer en esa dirección. Cuando no le conviene al relato político, la ciudad no es más que sus primeros 10, 50 o 100 años.   

Descolonizar la memoria es lo que busca Memorias de barrio y abrir espacio a Las Manizales otras, que son y sostienen este territorio. Muy a propósito de una intergeneracionalidad de los saberes. De esa Manizales que se hace vieja y no está solo en la Manizales central. Para la muestra quedó un botón del eterno atornillar de la narrativa colonizadora, en el nombre que le dieron al desfile del Cumpleaños 176: “De la ciudad de bahareque a la ciudad de las puertas abiertas: el mayor desafío de una raza”. El chiste se cuenta solo.

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  • Educador popular, gestor cultural y creador en lenguajes de la imagen con 20 años de trayectoria en el diseño y realización de iniciativas sociales, culturales y comunitarias. Gestor e Integrante de la Corporación Nodo.

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Directora Adriana Villegas Botero