Hace años en una finca, durante un encuentro familiar en diciembre, unos primos de unos primos decidieron espantar unos pájaros “muy ensuciadores” que se habían posado en un árbol cercano a la piscina, a punta de voladores.
Una de las miradas periodísticas a los problemas de todos los días consiste en ir más allá de los hechos. Procuramos no hablar tanto del accidente sino de la accidentalidad. No regodearnos con los robos sino prestarle atención a las condiciones que favorecen la seguridad. No quedarnos en el asesinato, sino atender a lo que pasa con la violencia.
Cuando he tenido la oportunidad de hablar sobre esto último con psicólogos para que nos ayuden a entender por qué hay tantas riñas, intentos de asesinato y asesinatos, por qué la celebración a la madre es el día con más muertos del año, por qué la policía insiste en llamar a todo esto intolerancia, etc., los expertos mencionan el contexto en el que vivimos. Colombia es un país en guerra desde hace tantos años que esta termina por convertirnos a todos en personas reactivas, agresivas y violentas.
No todos los reportes que conocí sobre la cantidad de ruido en la alborada del amancer del pasado 1 de diciembre en Manizales son iguales. Hay personas que escucharon pólvora en grandes cantidades en sectores como Milán, Fátima, Bosques del Norte, San Sebastián, Solferino y Sinaí, y otras que sintieron menos ruido que el año anterior. Yo pude dormir, hace un año no lo logré.
La alborada es una tradición con apenas 22 años de existencia que comenzó con Don Berna, el jefe paramilitar de Medellín. Tiene como antecedente las celebraciones que hacía Pablo Escobar cuando coronaba un cargamento en algún lugar del mundo. Una celebración narcoparaca llena de ruido que contrasta con la prohibición del uso de pólvora y la incapacidad de la policía de poner orden, incluso cuando la flagrancia es explosiva, sonora y visual. Una moda maluca que ha ido ganando terreno también fuera del Valle de Aburrá.
Según me explicó la secretaria de gobierno de Manizales, Paula Andrea Sánchez, buscar una reducción del uso de pólvora durante esta jornada ocupó a 200 policías y 70 funcionarios de planta de su secretaría. Fueron instalados cinco puntos fijos que operaron desde las 5 de la tarde del 30 de noviembre, hasta las 4 de la mañana del 1 de diciembre, en los lugares donde el año pasado se detectaron más problemas: La Cabaña, San Sebastián, El Carmen, El Cable y Milán. Participaron policías, inspectores, comisarios y controladores. Hubo otros 10 puntos itinerantes en la ciudad.
La secretaria dice que además de esto, ocho días antes se realizó una disuasión puerta a puerta advirtiéndole a la gente sobre las sanciones, multas y las consecuencias en caso de que, además, hubiera menores involucrados. Se incautó pólvora en expendios ilegales y se detuvieron dos vehículos que transportaban este explosivo en cantidades menores.
A los 200 policías hay que pagarles lo correspondiente a su salario en horario nocturno y a los funcionarios de planta de la secretaría hay que darles una compensación en tiempo para que descansen de esta jornada. El costo del operativo es el equivalente a esos salarios y honorarios. Por fortuna el 1 de diciembre era lunes laboral y eso seguramente incidió en que hubiera menos “celebración”, menos “tradición” y menos “alegría”. Lo malo es que apenas está empezando diciembre y un operativo como el del domingo pasado habrá que repetirlo varias veces durante todo el mes.
Cuento esto para que pongamos en perspectiva, no solamente lo que siempre decimos sobre el daño ambiental a la fauna silvestre, las aves y los mamíferos, a las mascotas, los gatos y perros, a los ancianos y enfermos, a los niños y en general a toda la comunidad que sufre, padece, se enferma y a veces muere durante esta jornada de ruido extremo, sino para que veamos el desgaste institucional al que someten a funcionarios y policías que podrían estar atendiendo cosas más importantes que quitarle a un borracho un volador de la mano.
¿Qué veo en común entre los primos de mis primos que espantaban pájaros con voladores, quienes participan en la alborada y Abelardo de la Espriella, el candidato a la presidencia de Colombia que contó que hace años explotaba gatos con pólvora? Me parece corto decir que es una expresión narcoparaca. También. Pero es algo peor que eso, es una forma de imposición, una manera de decirnos a todos que este país tiene unas maneras, que la fuerza puede más que la razón y que la violencia gana.