Guerra contra los sujetos arbóreos

13 de julio de 2025

No es algo particular de la administración actual, es de todo alcalde que pasa por la ciudad. La excusa es que se están haciendo obras; infraestructura que beneficiará la movilidad de la ciudad a cambio de sacrificar su biodiversidad y calidad de aire.
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Hace unos años tuve la oportunidad de pararme junto a General Sherman, la secuoya más alta del mundo. Mide unos 84 metros de altura y el diámetro de su tronco —de 11 metros— es impresionante; uno se siente ínfimo a su lado. Los expertos calculan que tiene unos 2.100 años y anualmente cientos de personas van al Parque Nacional Sequoia (California, EE.UU.) para conocer este gigante de la naturaleza.

También tuve la oportunidad de vivir en la calle San Damián (Santiago de Chile), que más que calle es una arboleda. A lo largo de sus diez cuadras hay frondosos plátanos orientales de unos 15 metros de altura que en verano dan sombra y en otoño e invierno pierden su follaje para permitir el escaso sol. Transitar por ahí evoca el túnel de samanes que hay a la entrada a Viterbo (Caldas). Al ser el plátano oriental una especie foránea cuyo polen produce alergias, hace cinco años comenzaron con su sustitución por maitenes, peumos y quillayes; una operación progresiva en todo Santiago —que incluye el pasar el cableado aéreo urbano por uno bajo placas en los andenes— con el fin de mantener su estética y no dejar las calles peladas y sin árboles.

En Manizales es difícil ver esto. Primero porque las secuoyas, maitenes, peumos y quillayes no son autóctonos; segundo porque a nuestras administraciones les gusta talar cualquier cosa que pase de ser un chamizo a un árbol. Tan pronto un “sujeto arbóreo” —que es como las autoridades llaman a los árboles—  se vuelve frondoso y crece lo suficiente como para dar sombra, lo mandan a tumbar. Ni en sueño dejarlo que alcance los 20 años de existencia, mucho menos 2.100.

Pretextos para hacerlo sobran: que dañan el asfalto, que bloquean el alumbrado público y generan zonas oscuras potencialmente inseguras; que porque ahí pueden anidar garzas, que porque son un peligro si se llegan a caer, que no es una especie nativa, que por viejos, que por jóvenes… Es una guerra desatada en contra de la vegetación.

No es algo particular de la administración actual, es de todo alcalde que pasa por la ciudad. La excusa es que se están haciendo obras; infraestructura que beneficiará la movilidad de la ciudad a cambio de sacrificar su biodiversidad y calidad de aire. Un informe de Manizales Cómo Vamos indica que la calidad del aire de la ciudad empeoró con respecto a años anteriores, y nos distanciamos de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (lo ideal son 10,10 microgramos de materia particulada por metro cúbico, nosotros estamos en 14).

Recientemente, la Alcaldía sacó pecho por las obras que se realizan en el bulevar del barrio Chipre y que obligan a la eliminación de vegetación nativa. Un proyecto donde, al quitar la pared verde que allí  había y que parece estorbaba la vista, acabó con el hábitat del gorrión montés de anteojos (atlapetes flaviceps), un ave endémica, “rarísima y muy valiosa para nuestros ecosistemas”, trinó la bióloga Valentina Marín (@valen_aves).

En el barrio San Jorge también talaron árboles porque van a hacer un bulevar, y en el sector del El Trébol le echaron motosierra a otros dos porque amenazaban el cableado eléctrico. Ante las quejas de los ciudadanos, la Alcaldía emitió un comunicado donde indica que este año han sembrado 2.700 árboles. Y en el 2024 sembraron 7.450. Pero, ¿dónde lo hacen? ¿Dónde están esos 10.150 palos nativos? ¿Y los que se sembraron durante la administración del “alcalde verde”, Carlos Mario Marín? ¿Y los de las alcaldías pasadas?

Lo más probable es que estén en la periferia. O en ecoparques como Los Yarumos o Los Alcázares, sitios predilectos de las autoridades para hacer sus propagandas ambientales. Lugares donde llevar un censo es difícil y donde quedan “sembradas” las dudas de si el número de especies plantadas corresponde al anunciado. Siempre me da la impresión que donde plantan uno, dicen que fueron cinco y facturaron diez.

En Manizales, los árboles están por allá, decorando de verde nuestras montañas y no las calles, avenidas o antejardines. Unos paisajes que pronto dejaremos de ver porque talamos la vegetación de nuestras laderas para levantar puentes, bulevares y edificios altos que tapan y privatizan la vista y el aire.

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Autor

  • Periodista y diseñador industrial. Profesor en la Universidad de Manizales. Ganador del Premio Nacional de Periodismo “Orlando Sierra Hernández” 2024.

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