Vengo a excavar en las heridas que duelen, en la sangre que todavía hierve en el hincha del Once Caldas por el partido contra Independiente del Valle. Al principio no le hacía fuerza al equipo manizalita —así llama feamente Carlos Antonio Vélez, el maestro Yoda del fútbol, a esta tierra—, porque algunos amigos se burlaron de mí cuando perdió Atlético Nacional contra ese equipo brasileño que no quiero mencionar (Sao Paulo).
Semanas después de pura reflexión futbolera, recapacité y lo apoyé, con el deseo de que el goleador del fútbol colombiano, Dayro Moreno, siguiera metiendo goles y alegrando a la ciudad. Peeeeeeeero ya saben qué pasó: una noche antes del partido los jugadores vieron videos en YouTube de la Selección Colombia sobre cómo ser pechifríos en instancias definitivas. Lo hacían para recordar cuáles acciones debían realizar, porque ellos desde que nacieron sabían cómo había que serlo.
Entonces Independiente del Valle empató la serie con 2 goles y se fueron a los penales. A los colombianos, en dicha instancia, se les olvida pegarle a un hijuemadre balón. Es puro cuento que allí aparece la suerte. De hecho, le atribuyen a las deidades la razón del gol. No, eso es saber pegarle, y ya.
O si no, vea el caso de Dayro. Uno puede apostar a la ruleta rusa: gol del aguardientero o la muerte propia. Mentiras, no hagan eso que después les pasa como Arnulfo Valentierra que se comió el penal contra Boca Juniors en la final de la Copa Libertadores en 2004 y se mueren. Por fortuna, ese día salieron campeones.
A los colombianos nos sale la canción El buen perdedor, del cantante venezolano Franco de Vita. Póngala, maestro: “claro que sé perder, claro que sé perder”. No sabemos administrar un partido, incluso con dos goles encima; no tenemos maña y pecamos de inocentes como el día en que el defensor Carlos Cuesta dejó que Lautaro Martínez metiera el gol que volvió campeona a Argentina en la Copa América de 2024. Tenía que partirle la pierna y salir expulsado, aunque luego tenían que patear penaltis…
Después de ese partido, era doloroso escuchar El ritmo que nos une, de Ryan Castro: “mami, prende la radio, enciende la tele, y no me moleste que hoy juega la Sele”. Más bien apaguen esa pendejada que todavía me duele. El Cable era un cementerio.
Y es que Once Caldas ilusionó a su hinchada e incluso al país, menos a los hinchas del Deportivo Pereira. Lanús había eliminado a Fluminense y a los hinchas se les iluminaron los ojos. ¿Y si llegamos a la final? Todo se estaba dando para alzar la gloria. Pero se les olvidó que faltaba otro partido; y con esto sí que le dieron palo al Once con justa y poca razón. ¿Cómo así?
En los partidos importantes, la hinchada recibe al equipo en la bajada de Bomberos, a unos metros del Estadio Palogrande. El problema es que normalmente los jugadores se suben al techo del vehículo para saltar y cantar; esta situación la notaron periodistas ecuatorianos y pensaron que estaban celebrando de forma anticipada. Luego en las redes sociales salieron a cobrar y medios de comunicación hablaron sobre la polémica malinterpretada.
Ese tipo de rituales, que sin duda son emocionantes, se prestan para dar papaya a los rivales (para ser burla nacional e internacional como el día en que hinchas del Junior celebraron una estrella sin haberla ganado en 2014 contra Nacional). ¿Cómo no va a ser malinterpretado el acto si un equipo cuando gana un título suele encaramarse en el bus y no cuando va a jugar unos cuartos de final? Además, puede desconcentrar y jugar una mala pasada al jugador, y más siendo el colombiano.
Falso rumor hizo que hinchas del Junior celebraran por título del fútbol – 27 de Mayo de 2014
Hubo algo que me dio pena ajena. Cuando el Once Caldas iba a patear los penales, los hinchas hicieron el cántico más perdedor del fútbol: sí se puede, sí se puede. Y en los partidos en Barranquilla de la selección también se ha visto esa horrible práctica. Ni que fuera un partido infantil. Debería ser borrado de nuestro país de una vez por todas. En ese aspecto, Argentina nos lleva años en aliento.
Otro aspecto: no hay nada más perdedor también como hincha que recordar partidos, pero nunca títulos: que fue gol de Yepes contra Brasil en 2014 —mi mayor tusa en el fútbol— o el partido contra Inglaterra en 2018 con el gol de Yerry Mina, o el desdichado 2024 con Argentina. Y somos tan atrevidos que decimos: fue culpa del arbitro tetranutra.
¿Qué contiene el pecho del colombiano? Es frío, inmaduro; incapaz de darse cuenta de las capacidades que tiene, tiene síndrome del impostor, se cree inferior cuando no debe, se cree superior cuando no ha ganado nada, confiado, realizador de errores infantiles, y muchas cosas más ya que la lista es larga.
Algún día los colombianos mostraremos que tenemos una cantidad de Copa Libertadores, Sudamericanas y Mundiales, porque no se puede presumir un trofeo ganado en el 2004 cuando ya estamos en el año 2050 (pa no ir tan lejos). No necesitamos un baño de ruda como los jugadores del perderoso Independiente Medellín, sino un lavado cerebral para cambiarle rumbo a la vida al fútbol colombiano.