Miren, estoy a favor de muchas de las causas feministas. Muchas. Como, por ejemplo, que les den licencias cuando están “en sus días”, porque mi mujer sufre unos cólicos terribles; incapacitantes. Y es cierto que socialmente debemos cambiar muchas de nuestras maneras de pensar; tomar conciencia de eso que llaman “patriarcado” y de cómo esto nos llenó de prejuicios. ¿Cuál es la otra palabra que se usa ahora? “Deconstruirse”. Eso. Debemos “deconstruirnos” para rearmarnos con unos valores más acordes a lo contemporáneo. Y todo eso está bacán, pero cuando empiezan a hablar de “igualdad”, no entro al juego. Porque simplemente hay cosas en las que hombres y mujeres no somos iguales. Como el fútbol.
Ojo, no estoy diciendo que las mujeres no pueden jugar al fútbol. ¡Claro que pueden hacerlo! Hay equipos femeninos que lo hacen mucho mejor que algunos clubes de nuestra liga nacional. O vea a usted a Aitana Bonmatí, la centrocampista del FC Barcelona femenino: ¡tremenda! Una facilidad para resolver y meter pases que ya quisieran tener Mateo y Alejandro García, los mediocentros del Once Caldas. Por algo ha sido elegida como la Mejor futbolista femenina del mundo dos veces consecutivas.
O qué me dicen de Marta Vieira Da Silva, ¡una fiera! Seis veces mejor jugadora del mundo, según la FIFA. Incluso tiene más goles en Copas Mundo que Miroslav Klose, ese delantero de la selección alemana que era imparable por arriba y que tiene el récord en masculino. Por algo a ella la ponen al mismo nivel de Pelé; la “Pelé con falda” la llamaron después de los Juegos Panamericanos del 2007. Sí, horrible, lo sé, pero eran otros tiempos, menos “deconstruidos” y más “patriarcales”.
Colombia también tiene unas fuera de serie. Mayra Ramírez, la delantera del Chelsea FC, es un tanque; y Linda Caicedo es pura calidad. Cuando está inspirada es imparable en el regate. Ellas, como Marta, tienen en común que crecieron jugando con varones y eso, de cierto modo, las hace diferentes. No me malinterpreten, no es nada de eso de que son “machorras”; lo que hagan en su vida privada o cómo se vean me tiene sin cuidado. A lo que voy es que son guapas, fuertes, metelonas. Se nota cuando juegan en sus equipos; cundo Mayra mete el hombro desbarata a la que sea. Reconozco que a mí me mandaría a la mierda. Y en un uno contra uno, Linda me dejaría como Messi dejó a Boateng en las semifinales de la Liga de Campeones del 2015.
Pero eso es conmigo, que juego fulbito con algunos amigos una vez al mes. Porque otra cosa es si se midieran en una liga masculina; ahí, posiblemente, se les verían las costuras. Como le sucedió a Stephanie Houghton hace unos días en ese partido en el Soccer Aid 2025; un juego benéfico organizado por la Unicef para recolectar fondos para ayudar a niños necesitados en los diferentes continentes. Ella fue capitana de la selección inglesa y figura de los clubes Arsenal y Manchester City, donde jugó como defensa hasta el año pasado. A finales del 2024 dio una entrevista para varios medios donde contó el pésimo nivel salarial de estos equipos donde llegó a ganarse el equivalente a $50 millones COP anuales. Es lo que gana Cristiano Ronaldo cada 30 minutos, gracias a su contrato con el equipo saudí Al Nassr; son mis ingresos cada dos años en mi empleo con contrato a término fijo. Una miseria.
Si yo fuera la Houghton también estaría enojada. Es muy poco dinero para el mundo en el que vivimos, más si estás en Londres donde un pan te cuesta $6 mil COP. Los dueños de los equipos, y el mismo Gianni Infantino, presidente de la FIFA, han dicho que no es posible tener premios y salarios iguales a los futbolistas varones, pues el fútbol femenino no atrae el mismo volumen de espectadores y patrocinadores. Sin embargo la lucha se está dando y la Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales – FIFPro es la abanderada en la mejora salarial en el fútbol femenino. El primer paso lo dio la selección de Canadá, que desde el 2023 igualó los pagos y premios de los convocados a los equipos nacionales masculino y femenino.
Pero es Canadá, que sólo ha ido a dos Copa Mundo masculinas y nunca pasó de la primera fase. La femenina tiene mejor desempeño: ocho mundiales y un cuarto lugar en Estados Unidos 2003. Pero volvamos a la Houghton…
Sucede que en ese partido amistoso, que se jugó en el estadio Old Trafford de Manchester, se enfrentaron dos selecciones – una inglesa y otra resto del mundo – armadas con cantantes pop, actores, farándula de tabloide y exjugadores y exjugadoras de fútbol. En un momento la excapitana inglesa, con el número 6 en la espalda, arranca por la banda derecha y, al aproximarse para encarar el área rival, Leonardo Bonucci, ex zaguero de la Juventus de Turín, va al cierre. Se barre por la grama para quitarle el balón. Va recio. Muy Bonucci, muy catenaccio. La Houghton tropieza y cae con el rostro en el piso; adolorida se queja mientras el italiano, con la pelota en su poder, arranca hacia el mediocampo hasta que el árbitro pita que se pare la jugada. El nacido en Viterbo (Italia, no Caldas) no entiende; fue una entrada fuerte, pero legal.
Fue una barrida de manual. De esas que uno como fanático del fútbol aplaude por la ejecución, riesgo y compromiso del jugador. Se aprecia mejor en este partido amistoso porque muestra que Bonucci, a pesar de su retiro, no está “deconstruido” y permanece como ese defensa severo y pata brava. Curiosamente, en sus 714 partidos como profesional solo lo expulsaron cinco veces. Por algo, el AC Milán pagó por él 42 millones de euros en 2017 para que solo jugara una temporada con ellos.
Contrario a lo que se creería, las redes sociales alabaron la jugada de Bonucci; “la entrada más limpia que le vi en toda su carrera”, mencionaron algunos con sarcasmo. “Houghton, que se la pasa hablando de que debe haber igualdad, pues ahí está la igualdad”, escribió un internauta. Miren, estoy a favor de muchas de las causas feministas, pero una entrada como esta solo se ve en el fútbol masculino. Como decimos en este deporte: “Eduque, Bonucci, eduque”.