Julio se ha vuelto el mes de los chistes malos. En redes sociales pululan memes de Julios con todas sus posibilidades: Julio Cortázar llegando en bicicleta, Julio Jaramillo bajándose de un avión; Julio Iglesias con un delfín, con una bola 18 de billar, con Maradona en un hotel. Nadie hubiera pensado que a Julio le cupieran tantas cosas. Aunque, seriamente hablando, el mes tiene otros chistes malos, más involuntarios y tal vez por eso más geniales, como el de la Independencia de Colombia del 20 de julio.
Yo llegué tarde a escribir este año sobre eso; lo cierto es que nuestra independencia también es tardía, entonces apenas. Por estos días estoy viajando y justo me cogió la fecha del florero de Llorente en Madrid. Como buen colombiano quise saber cuál es la imagen que proyectamos hacia el exterior (nos importa más lo que digan de nosotros que lo que realmente somos). Adivinen qué encontré.
“Terror en México: el narco se alía con mercenarios colombianos”, el titular de un artículo de El País de España del 20 de julio de 2025 en la primera plana del periódico. La nota era un reportaje sobre los mercenarios colombianos, la mayoría de ellos militares retirados, que se van a ofrecer sus servicios de buenos muchachos a las guerras de Ucrania, Sudán y México, y hasta asesinan presidentes en Haití.
“Las autoridades mexicanas tienen registros de la presencia de exmilitares colombianos desde hace por lo menos 15 años”, decía la nota. Son reclutados por ejércitos de sicarios como el Cartel Jalisco Nueva Generación (el más sanguinario de América Latina, eso es mucho decir), porque son expertos en matar y en formar a otros sicarios (qué buen servicio el que le brindamos al mundo). Solo un dato para ver cómo la exportación de mercenarios nacionales debería contarse como un renglón importantísimo en la medición del PIB: si el Cartel Jalisco Nueva Generación tiene 20 mil miembros, unos 2 mil son colombianos. Tirando bajito.
“Qué buena forma de celebrar la Independencia de Colombia”, diría un amigo sarcástico. No quería caer en esa falta de cariño por nuestra tierra, entonces busqué más en el periódico. De pronto aparecía algún estratosférico discurso del presidente Petro, pero no. O de pronto un melodrama de escritores criollos que se dan golpes en la cara o que se quitan las esposas, pero tampoco. O de pronto algún escarabajo triunfante en montes franceses, o un copista innovador pintor de volúmenes, o algún robo ingenioso que me hiciera sentir orgulloso, pero menos. O algo de la Amazonia y su silencio verde, del Chocó y sus aguas de estuario, del café que todavía somos. No. Nada.
Ya al final, cuando había abortado la misión nacionalista, se me hizo familiar una foto en el crucigrama. Karol G me tiraba un piquito. ¿Será que ella es nuestro actual grito de independencia? Si Carolina Giraldo es nuestro nuevo grito de independencia, somos un chiste muy malo.
Indignado como tuitero desocupado, salí del hotel a buscar en qué nueva indignación colombiana podía desocuparme. Caminé por la Plaza España y, como dice uno nuestros himnos nacionales (“El santo cachón”), no fueron una ni fueron dos, ¡fueron tres! Tres y luego cuatro, y así, camisetas de la selección Colombia: viejas y nuevas, chiquitas y grandes, originales y chiviadas, pa todos los gustos, pa que escoja y seleccione. Y yo que en la columna pasada decía que nuestra patria era el idioma. Qué buen tonto soy. Nuestra patria es una camiseta de la selección, que hace más de veinte años no gana un título. Somos un chiste muy malo.