Como todo hincha del fútbol mi sueño es poder asistir a un Mundial. Y debe ser pronto porque, como todo hincha del fútbol, mido mi edad en Copas Mundo. Yo, por ejemplo, tengo doce mundiales en el lomo; trece con el del año entrante. Eso significa que, con suerte y de acuerdo a las tasas de expectativa de vida, me quedan unos cuatro o cinco de estos torneos. Claro, si es que no sucede un conflicto armado global, como ocurrió entre 1939 y 1945, cuando por la Segunda Guerra Mundial no hubo competencias deportivas: ni Juegos Olímpicos ni entrega de trofeo Jules Rimet.
El problema es que, con lo que está sucediendo en el planeta, los chances de llegar a los cinco Mundiales cada vez parecen ser menos. Miremos el bloque europeo, a la UEFA. Allí tenemos ese picado caliente entre Rusia y Ucrania. El primero ranquea 35 en la FIFA y el segundo es 26; pero los rusos, liderados por ese zorro que es Vladímir Putin, te rompen ese catenaccio montado por la defensa ucraniana en cualquier momento. De pronto, ¡pum! Un misil de media distancia y por más que Volodymyr Zelensky vuele al palo derecho, te lo cuelan al ángulo.
Ni hablar de lo que sucede en países como Francia, Inglaterra, España, Italia o Alemania. Todos muy bien rankeados en la FIFA; ninguno por debajo del puesto 20. Allí, de pronto un día se levantan xenófobos, racistas y fachos y —pin, pan, pun— tarjeta roja para todos porque la FIFA ha dicho que no al racismo. Igual va para Suecia, Noruega, Islandia, Países Bajos, Bélgica, Suiza… unos pechifríos que juran no hacer nada hasta que se pide revisión del VAR y ahí se les ve el juego sucio. La zancadilla aquí, el codazo allá. Te descuidas y te agarran los huevos y te escupen el ojo.
Para colmo de males tenemos a Turquía que viene calentando desde hace rato para entrar al partido. Viene como una fiera, con amarilla condicional de entrada y capaz de pegarle a cualquiera.
La que está ardiendo es la AFC, la liga asiática, que incluye a Oriente Medio. Es de temer lo que allí se juega. A veces es tan descarada la falta de control en esta asociación, que equipos de la UEFA van a medirse con los más chicos de la AFC, como está sucediendo entre Palestina e Israel. Los dirigidos por Benjamín Netanyahu le están dando una paliza a los palestinos, violando toda norma de la International Football Association Board – IFAB, ente encargado de arbitrar los encuentros. Se están pasando por la faja la Regla 12 y todos sus incisos: hay fuerza desmedida, conducta antideportiva, falta de respeto… violación de los Derechos Humanos.
Pero mientras los ojos del mundo se centran en esa masacre antideportiva, otros clásicos se cocinan en esa liga. Hay partidos en Yemen y Birmania. China y Taiwán se sacan tifos… por ahora, al igual que Corea del Norte y Corea del Sur. India y Pakistán van con los taches arriba por Cachemira. Tailandia y Camboya se calentaron por una falta en la frontera en la que un soldado quedó en offside. Todavía se juega el clásico Nagorno-Karabaj entre armenios y azeríes. En Siria sigue ese cuadrangular entre los kurdos, el Estado Islámico, los de Jaish al-Fateh y los del régimen sirio con fichajes rusos. Iraq, Afganistán e Irán cagan a taponazos al que se mida con ellos, pero últimamente su rol es el de exportar explosivos talentos a otros países, mientras que los árabes y cataríes financian clubes en el exterior.
La liga africana, la CAF, es otra calentura. Sudán, Ruanda, Egipto, Libia, el Congo, … partidos de mucha velocidad, recios. Se requiere de mucha habilidad para seguir estas federaciones porque cambian de manera sorpresiva. Cuando agarrás las alineaciones tutsis y hutus, de pronto te salen con que en la programación del día va el encuentro entre los M23 y las FARDC donde, fácilmente, te dejan 20 o 30 congoleños muertos.
La OFC, que es la federación de Oceanía, a ver… no existe. Hasta Australia pidió ser aceptada en la AFC porque allá no pasa nada. ¿Quién carajos se va a fijar en un partido entre Tuvalu y Nueva Caledonia? Es más, los reto a que busquen Kiribati en un mapa sin ayuda de Google. Debe ser muy bonito, muy paradisíaco pero de fútbol nada. Allá solo hay cocos.

Foto / Tomada de video de republicworld.com
Por estos lados, todo piola. Aquí, en la CONMEBOL, somos como hermanos. Sí, nos molestamos, nos insultamos, nos juntamos todos para hacerle bullying a Chile y a Bolivia, pero de ahí no pasa. Aquí los venezolanos se regaron por todo el continente, pero ni Javier Milei ha dicho que por eso va a bombardear Maracaibo. Aquí podemos ser narcos, choros, corruptos, putas y asesinos, pero nos bancamos.
Y hacia el norte está la CONCACAF, que el próximo año organizará la Copa Mundo entre Canadá, Estados Unidos y México. Para colmo de males, supervisado por Donald Trump, el tipo menos futbolero del planeta. Usará este evento global para mover sus políticas, para cazar y deportar latinoamericanos y musulmanes. Cuando ruede el balón en alguna cancha, habrá más cámaras enfocando las tribunas en busca de potenciales víctimas de ICE, que las que estén registrando lo que sucede en la gramilla. Será un Mundial de precios desbordados por los aranceles; impagable para la mayoría de aficionados a este deporte.
Pero así es la FIFA y así es su presidente, Gianni Infantino. Son políticos. Son corporativos. El fútbol, que es el deporte más visto en el planeta (unos 4 mil millones de personas lo seguimos), es el medio para conseguir la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible. Hoy día sólo naciones como Rusia o Qatar pueden pagar un Mundial; es tan costoso su montaje que para el 2030 – cuando se conmemore el centenario de la Copa Mundo – se realizará en seis países y tres continentes: España, Portugal, Marruecos, Argentina, Paraguay y Uruguay. Asistir será prácticamente imposible.
Ya ni el Panini se podrá hacer porque, al ampliar a 48 el número de equipos que clasifican al torneo mundialista, llenar el álbum será una tarea tan engorrosa como lo es el hacerle seguimiento a los conflictos globales. Con este panorama geopolítico y económico mi sueño mundialista se reduce a las opciones que tiene la selección de San Marino, última en el escalafón FIFA, de levantar la copa en 2036… si es que se juega.