Asomado al terror del fin del mundo

19 de octubre de 2025

El doctror Roman Yampolskiy es tanto o más apocalíptico que Nostradamus pero, a diferencia del vidente del siglo XVI, este se argumenta en datos y evidencias de múltiples investigadores.
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Todos, en algún momento, hemos sentido temor. Es una respuesta natural al peligro y las amenazas. El miedo, indica la psicología, es un nivel más intenso del temor: “Es una emoción más aguda y visceral, que puede llevar a respuestas fisiológicas como aceleración del ritmo cardíaco, sudoración y dificultad para respirar”, dice el portal claridadmental.es. Pero, además del miedo y el temor, existen el horror y el terror. El primero se asocia al miedo a lo grotesco, lo sobrenatural, a lo que genera repulsión, incomodidad o fascinación. El horror es lo que debemos sentir al ver una película de monstruos. El terror, por su parte, viene de la sensación de amenaza o peligro inminente. Está más ligado al suspenso y la incertidumbre.

En la columna que tengo en la plataforma Substack, y que se titula Curado de espantos, hice mención a esas películas de horror que me marcaron. También que hoy día no encuentro cine de este género que me llame la atención y que vaya más allá del “jump scare”; el susto sorpresivo por un estruendo o imagen. Omití a propósito, y con el fin de construir este texto, la película de terror que me impactó: Las profecías de Nostradamus (The man who saw tomorrow, de Robert Guenette, 1981). Un pseudo documental narrado y protagonizado por Orson Welles donde interpretaban los textos del astrólogo francés Michel de Notredame y que me tuvo, a los 7 años, angustiado por la llegada de la Tercera Guerra Mundial a finales del siglo XX. Me preguntaba si tendría la edad suficiente para ser reclutado por el Ejército, si para ese entonces tendría familia, si Colombia era objetivo de ese terrorista global, si valía la pena crecer para tener que afrontar ese momento. Porque eso es el terror: Es algo latente y no es necesario que se materialice para causarnos malestar.

Quienes somos de la Generación X (y nuestros padres, los Baby Boomers) crecimos con el terror de la Guerra Fría y la amenaza atómica. Con miedo al sexo y a contagiarnos de Sida. Con temor a regímenes políticos y sociales distópicos del tipo Orwell, Bradbury o Huxley. Las cosas han cambiado y nuevos terrores nos acechan. Nuestro mundo, hasta la aparición del iPhone en 2007, era analógico y nosotros controlábamos a las máquinas, pero hoy hacen eco las advertencias de autores como Asimov o Philip K. Dick sobre los robots y las inteligencias artificiales – IA.

Roman Yampolskiy es un científico nacido en Letonia, experto en ciberseguridad e inteligencia artificial, y en su libro IA: Inexplicable, impredecible, incontrolable plantea un panorama nada esperanzador para nuestra especie. “Estamos de cara a un evento con el potencial de causar una catástrofe existencial”, dice el doctor, alegando que el crecimiento exponencial de la Inteligencia General Artificial – IGA a nivel global, el control y el poder en la toma de decisiones que le estamos dando, nos tiene en un escenario de “alto riesgo y baja recompensa”. “No ha de extrañarnos que muchos consideren este (la IGA) como el problema más grave que la humanidad ha enfrentado, porque el resultado será prosperidad o extinción. El destino del universo pende de un hilo”.

Es tanto o más apocalíptico que Nostradamus pero, a diferencia del vidente del siglo XVI, este se argumenta en datos y evidencias de múltiples investigadores, no en sueños o premoniciones. “Estamos a dos o tres años de la presencia de una superinteligencia IGA”, anunció el científico Yampolskiy en una entrevista en julio de este año. Y esta falta de control, de rigor ético, sobre las IA se lo debemos a la codicia de corporaciones tecnológicas y en su afán de dar ganancias multimillonarias a sus accionistas. A la competencia por ver quien prevalece y crea (o alimenta) la IGA más poderosa, una que no vaya dos pasos más delante de nosotros, sino cien o mil. Esto la haría incontrolable. Y así como puede hallar la cura contra el cáncer puede, por simple lógica, establecer que los seres humanos somos los causantes del cambio climático y que la solución a este problema es erradicarnos.

Leer y escuchar esto me causa miedo. El mismo que sentí tras esa película de Nostradamus. Y me genera el terror que se ve en los ojos de Sarah Connor cuando, en la película de acción Terminator 2: El Juicio Final (Terminator 2: Judgment Day. James Cameron, 1991), se configuran esos temores del fin de la humanidad a manos de la IA Skynet, creada por la empresa Cyberdyne Systems Corporation, y que acabaría con el mundo el 29 de agosto de 1997. Cruzo los dedos para que esa IGA superinteligente no se conjure para el 2027, como lo dice el doctor Yampolskiy. Pero esto no es superstición, mucho menos Hollywood; es ciencia y poder corporativo.

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  • Periodista y diseñador industrial. Profesor en la Universidad de Manizales. Ganador del Premio Nacional de Periodismo “Orlando Sierra Hernández” 2024.

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