Escuchar radio es algo que les dice poco a los jóvenes promedio, en particular a los universitarios de estratos medios y altos. Para algunos es algo que hacen sus abuelos y hacían sus padres. Aunque los conductores de las busetas y colectivos les demuestran cada día que la radiodifusión tiene muchos usuarios, así sea para escuchar música “popular” mientras se trabaja. Igual que lo hacen una parte de los oficinistas adultos, vendedores de dulces y porteros de edificios, combinando noticias con música. Pero hay que aceptar que el medio radial es más una antigualla, tal vez en decadencia o en proceso de desaparición.
Con base en los cálculos de volúmenes de audiencia y rentabilidad de los espacios, se acabó de cerrar la programación de una de las tradicionales cadenas de radio nacional. RCN dejó de producir casi todos los espacios informativos y de radio hablada que sobrevivían en la “cadena básica” después de que hacía algún tiempo el bloque de las mañanas se había integrado con La FM. Lo que se observa es que el estilo FM triunfa sobre el AM y que al parecer las estaciones de AM tenderán a desaparecer. Esto como resultado de un cambio tecnológico a la par de un cambio cultural y en los formatos empresariales de los medios, que tienen impacto sobre la fuente de trabajo de un gran grupo de personas vinculadas con los medios tradicionales.
Ya la semana anterior el otro grupo fuerte de medios electrónicos del país había cerrado la programación que como emisora de radio en Internet tenía la HJCK, cuyas emisiones al aire (FM) habían cesado hacía unos veinte años. Esa es una pérdida ya asimilada, que ahora se acentúa con la terminación del oficio de las pocas personas que todavía se requerían para su funcionamiento en línea.
El gran negocio de la radio como el de la televisión se acabaron o se están acabando.
Solo escuchamos habitualmente emisoras de radio una minoría, constituida básicamente por adultos y adultos mayores. A pesar de que la población de adultos mayores es creciente y va a aumentar por comparación con los jóvenes, desde el punto de vista de la rentabilidad para las empresas privadas de medios, no resultamos significativos.
Sucede algo similar con la televisión distribuida a través de las ondas radioeléctricas, que las generaciones de ahora solo sintonizan para ver las transmisiones de los partidos de fútbol de la selección Colombia, o las finales de los mundiales. Pero que ya no parece tener futuro, al menos bajo el concepto tradicional de canales privados con programación abierta y “gratuita” (financiada por la publicidad).
En el caso de la empresa RCN, vemos que se mantendrán en AM las radios musicales populares (despecho, tropicales o reguetón) y los espacios de noticias de corte más escandaloso-populachero-alarmista, así como algo de fútbol. Suponemos que esto responde al mayor número de oyentes de estratos socioeconómicos de menor poder adquisitivo, más habituales de la AM. La sintonía de radios en FM sigue siendo más propia de estratos medio altos, aunque ha crecido en el sector popular.
Es claro que las emisoras de radio se seguirán escuchando, pero con menores tamaños de audiencia; y que muchas personas optarán por escuchar televisión, podcasts y transmisiones audiovisuales vía internet. Es decir, no necesariamente las verán, sino que las escucharán, manteniendo aquel precepto de que la radio (léase: el sonido) acompaña sin necesidad de estar mirándola —como sucede mientras trabajamos.
Finalmente, ante la tendencia a desaparecer la AM (amplitud modulada) -por ejemplo, de los radios de los autos- se ha argumentado que este tipo de señal de radio es necesaria por su mayor cobertura y penetración geográfica frente a la de la FM (frecuencia modulada), en casos como emergencias y desastres.
Con realismo, algo de nostalgia y adaptación, tendremos que decir adiós a algunas formas de radio; pero no a la riqueza y compañía del sonido y en particular de la voz humana.