¡A nosotros los pobres lo que nos salvó fue el crédito! ¿Quién diría que esa plataforma usurera, llamada Addi, fue la que me permitió leer a Mishima? Hay días en que cojo la costumbre de engañarme, en que me digo que el mañana no importa, que el mes siguiente ese crédito acumulado de veinte libros va a ser facilito de pagar. Quisiera que un día llegase alguien y me dijera: «¡Usted tiene un problema con esos berracos libros!». No le faltaría verdad; sin embargo, yo le respondería con altanería: «¿Qué va a hacer? ¿Usted me va a pagar el arriendo o qué? ¡Si le molesta tanto no los vea!». Luego pienso en Bulgákov y su mirada acusadora a través de la cubierta de El maestro y Margarita, específicamente de la editorial de Penguin, que me señala mis faltas: exceso de libros sin leer. ¿Nosotros los adictos a esta vuelta, qué tanto hemos dicho «¡es una inversión!», para poder defender nuestro “hobby”? Lo cierto es que nos excusamos en Umberto Eco para seguir en nuestras labores, y hasta en Bolaño para ir a robar a las librerías en nombre del arte.
Usted que apenas se enteró que puede sacar libros a crédito, no caiga en ese engaño capitalista, persuasivo, asqueroso, delicioso, necesario, porque luego eso se le vuelve costumbre. Le hablaré de mi caso, y sin miedo diré que soy un adicto, porque yo fui el primero en Manizales, de manera concreta en Leo libros, que inauguró ese método de pago a través de Addi. Le voy a decir lo mismo que le dije a mis compañeros: descárguese la aplicación, meta su cédula y sus datos, mire cuánto le dan de crédito, y empiece en este mundillo de pagar libros a seis cuotas. ¡No se preocupe, ese libro de ciento cincuenta mil bien lo puede ir pagando en cuotas de treinta mil! ¿Qué se quiere leer todos los tomos del Capital? ¡Mire si le prestan ese voleo de plata, y si sí, pagué eso al mayor número de cuotas que pueda! ¿Los intereses? ¿Usted acaso le para bolas a esa cifra tan insignificante?
Vendrán a mí los portadores de la razón financiera, y muy posiblemente me lanzarán reproches: «¡ay mijito, se está tirando su vida crediticia! ¡Usted es un necio, necio!», y como todo en la vida, yo considero, y no es por ser creído, que todos esos que guardan cada moneda de cincuenta pesos, luego se la van hartando en trago. ¡Ah!, ¿y a esa gente quién le dice que debe invertir mejor su plata, que eso son gastos hormiga, si acá todos somos bebedores? Lo cierto es que les he estado exhortando a que se endeuden (y no sé si eso sea muy kantiano de mi parte), por el simple hecho de que me siento solo, abandonado en este arte de acumular libros, pues parece que dentro del gremio hay más satisfacción por pagar de contado que al mayor plazo posible.