Advertencia: este texto contiene información y descripciones sobre violencias basadas en género. En Colombia la línea 155 brinda orientación para víctimas de este tipo de hechos.
“Es bastante hipócrita indignarse por el comportamiento de las víctimas de violencias conyugales cuando nuestra cultura no cesa de presentar el mal que un hombre puede hacerle a una mujer como una prueba de amor”.
Mona Chollet, Reinventar el amor.
A las personas que hemos corrido con la mala suerte de convivir con abusadores o maltratadores y que tenemos la voluntad de hablar sobre eso, nos hacen casi siempre la misma pregunta revestida de morbo: ¿pero él te pegó?
Es llamativo. Entiendo la curiosidad natural de la gente, pero parece que no basta con que uno cuente que vivió un maltrato. La gente quiere saber exactamente si hubo golpes o no para hacerse una idea propia sobre una experiencia ajena y tener toda la información que necesitan para emitir un juicio. Un juicio insuficiente.
Para algunas personas el maltrato está contenido exclusivamente en los golpes y entonces la pregunta está encaminada a juzgar si uno tiene razón o no en señalar que lo maltrataron. ¿Buscan exculpar al victimario indagando exactamente si lo ocurrido no será más bien normal, habitual, regular? ¿Se preguntarán si son ellos mismos culpables de esos comportamientos? ¿Serán de los que dicen, como si fuera mucha gracia, que en todo caso yo jamás le pegué? Ya sabemos dónde está la vara.
Para quienes se centran en los puños, los golpes y las patadas parece que esta es la única o la más grave de todas las violencias, pero el listado incluye también la violencia psicológica, sexual, patrimonial, económica y simbólica, y la gravedad de cada una de ellas habría que analizarla en su contexto.
En contraste, hasta ahora, nadie ha venido a preguntarme con el mismo candor si mi maltratador me violó o si me obligó a hacer algo que no quería, si me permitía usar mi dinero, si me controlaba el tiempo o los movimientos, si me imponía sus ideas o su forma de pensar, si me manipulaba, si me gritaba, si me insultaba, si se burlaba de mí, si me omitía, si me evadía, si se comportaba de manera negligente conmigo. ¿No son estas otras formas del maltrato?, ¿no las ven, no las conocen?, ¿no importan?
Hablar de todo esto es importante. Creo en el diálogo como un camino para la compresión y para el cambio, pero también es necesario respetar lo que las víctimas de este tipo de hechos queremos contar y lo que no. Lo que somos capaces de contar y lo que no. Lo que hemos tramitado y lo que no. No es una conversación que se deba tener sin cuidado, cariño, consideración y compasión.
Tengo un conocido con el que varias veces he hablado sobre esto y al que le he respondido la misma pregunta en tres oportunidades: ¿te pegó?, ¿te pegó?, ¿te pegó? No sé si no me cree o si se le olvida que ya me preguntó. Otras personas hacen una equivalencia entre maltrato y golpes. Hubo alguien a quien le conté que estaba viviendo una situación de maltrato y sin ningún cuidado le dijo a varias personas que a mí me estaban pegando.
Todas las veces que hablo sobre esto me toca volver a narrar, volver a ejemplificar, volver a encontrar las palabras para explicar qué pasó, contextualizar esa historia, entregar suficiente información que permita un entendimiento y que se comprenda que la culpa del maltrato que recibí no es mía. Además de ser y sentir tengo que hacer pedagogía.
Comunicar que no se trataba de equivocaciones, que había maltrato y abuso, que la relación no era simplemente difícil, sino que era dañina y peligrosa. No es tan sencillo, cuesta un esfuerzo, es necesario rememorar cosas que uno quisiera olvidar, hay muchas otras que uno simplemente no recuerda. Y hay que apropiar un lenguaje, muchas personas no saben que son víctimas de abuso porque no saben que existen las palabras para describirlo.
Se dejó pegar, le gusta que la maltraten, no se valora, no se respeta, no se quiere lo suficiente, nunca imaginé que esto te pasara a ti que eres tan inteligente, feminista y que tienes tanto carácter, por qué lo permitiste, por qué no te fuiste, ¿te pegó?, ¿te pegó?, ¿te pegó? Son preguntas y comentarios normales en una sociedad machista. Porque son preguntas o posiciones que siguen considerando que la culpa o la responsabilidad es de la víctima. Las víctimas también pensamos esas cosas. Nos culpamos, nos avergonzamos, esto evita que hablemos al respecto y en consecuencia se protege a los maltratadores. Y es por eso que a pesar de todo hay que hablar, es la única manera.
Y entonces uno vuelve a reunir la entereza de contar que le puede pasar a cualquiera, que nos pasa a muchas, que algunas ni siquiera saben que están en esa situación, que valdría la pena que antes de juzgar a los demás cada uno mire su propia historia, que estamos todos atados por la cultura y el machismo. Que hay maltratadores por todas partes. Que aunque no haya golpes usted puede ser uno más de los abusivos o violentos. Y que esas son las formas de la revictimización.
Hablar sí, siempre. Respetar, cuidar y amar, más que hablar.