Que habrá asamblea constituyente durante el próximo cuatrienio no dudan ciertos analistas. Sea que el siguiente gobierno nacional lo conforme la izquierda, el centro o la derecha. Al parecer el tema no es solo un antojo del presidente Petro, quien ha vuelto a invitar a su convocatoria, logrando así inquietar en particular a las derechas, como si el asunto fuera fácil de hacer, y como si la actual constitución fuera la garante de defender sus puntos de vista y ellos, los más conservadores, sus guardianes.
La periodista María Jimena Duzán expresó abiertamente esa certeza hace unas semanas en un evento en Pereira, y afirmó que la misma precandidata uribista Paloma Valencia le confirmó que si ella era la presidente sí le interesaba convocar una asamblea constituyente. Supongo que cuando uno ha ganado una elección y siente que puede tener un grupo importante o mayoritario de asambleístas las cosas son diferentes, que si la convoca un partido contrario.
Y agregó la señora Duzán que la razón principal por la que la mayoría de presidenciables terminaría aceptando la idea de una constituyente es reformar o resolver los problemas centrales del sistema de justicia y establecer la descentralización del país. De hecho, una de las propuestas que ha movilizado muy bien a la derecha en este cuatrienio es la descentralización y el federalismo tributario, a pesar de que una propuesta de referendo en tal sentido se cayó recientemente en el Congreso. Y de que buena parte de las especulaciones sobre la responsabilidad de ese fracaso se centran en las muy uribistas senadoras Valencia y Cabal.
Mientras tanto, la mayoría de analistas —de variados enfoques— señalan que los males del país —y los de la justicia en particular— no requieren de reformas constitucionales, sino de otro tipo de decisiones. Varios dirigentes políticos se apresuran a rechazar la posibilidad de una constituyente en el corto plazo, ante el riesgo que ven de que sea dominada por sectores progresistas. Además, recientemente se ha escuchado la opinión de algunos que afirman que la constituyente inspirada por el gobierno Petro es peligrosa porque podría fortalecer el poder presidencial al otorgarle la responsabilidad de nombrar fiscal o magistrados, pero sobre todo porque tendría mayorías en el Congreso, o alterar el orden constitucional. En lo personal, no entendí esa crítica, pues en la democracia todos los partidos tratarán de tener mayor cantidad de congresistas, y si se convoca una asamblea constituyente —cualquiera sea el partido que la proponga— y el Congreso la aprueba, cada partido y cada tendencia tratará de tener la mayor cantidad y la mejor calidad de representantes allí.
En todo caso, se la convoca para aprobar reformas a la constitución vigente; ¿cuáles reformas? no se puede prever con precisión, así se planteen unas intenciones o justificaciones iniciales. Y es lógico que puede aprobar cambios en cuanto a la conformación de los poderes e instituciones, así como en el “orden constitucional”. Al convocar una constituyente con la motivación de reformar unos aspectos de la constitución, aun cuando los constituyentes se comprometan inicialmente a no tocar otros temas o instituciones, siempre existe la posibilidad de que se reformen asuntos que no estaban en la promoción inicial. Constituyente es constituyente y es muy difícil que se pongan cortapisas y que el autocontrol de los constituyentes sea rígido. De todas maneras, las decisiones se van tomando de forma democrática, y si la mayoría de los delegados aprueba una determinada reforma, pues así será. En todo caso, los “asambleístas” son elegidos por votación popular y se supone que representan la diversidad de intereses y preocupaciones de la sociedad —además del efecto de los posibles populismos, claro está.
En consecuencia, no se puede presuponer que una constituyente será peor si la convoca el progresismo (¿“petrismo”?), el centrismo (¿“fajardismo”?) o la derecha (¿“uribismo”?). Se puede sí votar en contra de su convocatoria o votar a favor de unos delegados que se opongan a ciertos cambios, o promuevan otros. Una constituyente es una opción de transformación de lo político o una “apuesta” para lograr reformas estructurales o de procedimiento, —incluida la posibilidad o no de reelección presidencial. Pero no se debe escandalizar ni amenazar con que se convocará una constituyente, o sentirse amenazado porque otros la promuevan.
Esperemos a que se desenvuelvan los procesos electorales y veremos si tenía razón la periodista Duzán, o si los precandidatos con quienes conversó en estos meses cambiaron de idea sobre convocar una constituyente. En todo caso, nada más colombiano que la ilusión de que al cambiar la norma (la constitución o la ley) va a cambiar la realidad. Y luego, la desilusión al darse cuenta de que los problemas y dificultades sociopolíticas se mantienen a pesar de haber cambiado partes de la constitución o las leyes.