Todos los ojos saben llorar
Las lágrimas llegan con la única intención de desbloquear todo lo acumulado, circulan por el cuerpo para disminuir la carga y evitar que la tormenta aumente, es una autoexpresión que no se deja controlar; se desliza por el silencio limpiando sentimientos hundidos en la herida, anunciando que algunas cosas han muerto y es momento de dejarlas ir.
Sombras
Con los días las superficies se disolvieron y la piel perdía su color; me hacía nudos en la memoria para no desatar los recuerdos, pero, la noche sabía remover el pasado y aunque intenté dejar mis oídos sin el sonido de su voz, mi voluntad se escapó junto con su adiós e hice de las horas una escritura mal compuesta, porque el tiempo no cauterizó el daño, y la grieta se hizo profunda con los años…
Le sigo escribiendo porque he perdido la tranquilidad de las horas, me volví masoquista, entrando y saliendo de las páginas de una época que ha sido sacudida por el olvido. Hurgué la vida, buscando destellos de pulcritud, pero mis memorias estaban irremediablemente fracturadas. Estoy grande y sigo huérfana, bebiendo agua de la misma tormenta, asustada de las cicatrices venideras.
No sé, por qué busco su aroma en la inmensidad de la tierra, ni por qué cuelgo su foto en el atardecer, solo sé que cuando la muerte lo abrazó, mi pálpito se aceleró y desde entonces, guardo una despedida que sangra entre mis brazos.
Me detengo
De mis ojos han caído tantas lágrimas
y en mi pecho se han peleado tantos silencios,
que mi vida y mi reflejo imaginario comenzaron a sangrar…
Me detengo en un llanto interrumpido y me desvanezco en un intento por hablar,
entonces, termino siendo una fórmula vacía, un paisaje invernal,
soy una vida que carece de palabras,
es así como repito una y mil veces cualquier canción que me defina…
Me detengo y en los suspiros que se esparcen en el aire,
dibujo con la mirada un adiós que es necesario,
pero este nudo en la garganta es un dialogo entre el sufrimiento y yo,
es un letrero de “prohibido salir” que se reposa en la boca y me deja siempre a oscuras.
Es una discusión que busca encontrarme,
pero termino huyendo en los viajes de mis sueños,
y seguramente vivo siempre allí, en el lugar donde fueron los buenos momentos,
digo que vivo siempre allí;
donde permanece mi tan solicitada calma,
entonces, evito que salgan aquellas palabras peligrosas,
y sigo huyendo y cuando desaparezco, me quedo lejos,
en el lugar donde fueron los buenos momentos,
y abro interrogantes ante esta presencia inmóvil,
mientras cicatrizo aquellas heridas internas…
Recibo las semanas con temor de visitar un hospital,
mi palidez se convirtió en una obsesión frente al espejo.
Regresé a ese episodio donde podía saltar a mis instintos,
a mis primeros pasos, donde las cartas eran un discurso disperso y desordenado,
(los primeros pasos fueron una agresión directa ante la injusticia),
allí estaba dispuesta a vestirme de eso que llaman futuro
y acabar con la sombra detrás de la cortina.
Me desinstalé de ese cuerpo aferrado al olvido
y adquirí el papel de viajera inmóvil,
con numerosas guerras por ganar sobre el papel,
circunstancias que se dividieron entre una seguridad transitoria
y una perfección construida de fragilidad,
la contradicción de las sombras fue más allá de un balance definitivo,
porque ese terminó siendo completamente inútil
y tanto ellos como yo hicimos parte del mismo cementerio.
Sé mar
Un día tomé la decisión de escribir desde el “vacío”, un espacio que a mi parecer contiene tanto, que resulta ser opuesto al nombre que lleva; es un hueco horrorosamente silencioso, tiene la presencia de “algo” o de “alguien” que pasea meticulosamente por cada arista de nuestros recuerdos, viajé por mi memoria y hallé momentos salpicados por la felicidad; nieve derritiéndose en el calor de mis manos, colibríes danzando en días nublados, regresé para besar los instantes dulces, y deleitarme con esa pizca de agua limpia que purificaba las heridas desde adentro, manteniéndome inmarcesible. Sobreviví a lo cotidiano, a lo normal, a esas vivencias que fragmentan el alma, al hábito de tejer un sentimiento con alguien que no quiere unirse a lo que era; regresé al seno donde podía tomar leche y me aferré a esa parte maternal que huele a primavera. Un día, agarré mis sentimientos: Los destruidos, los manipulados, los gozados, los que estaban por nacer, le pedí perdón a los olvidados y oré por ellos, para que la música los reviviera en una canción.
Teniéndolos a todos reunidos, me fui a otra esquina de la supervivencia y construí un final que le bajó el volumen al ruido del pasado y deposité mi confianza en ese sentimiento que podía soportar todo lo vivido, el mismo que podía revivir todas las estrellas del planeta y me traía un manto de viento heroico, capaz de salvar mi sonrisa, porque de todos, él estaba vivo, sin nombre, libre y vital.

Supervivencia sentimental
Autopublicado
Junio de 2025
Manizales
ISBN 978-628-01-7315-3
99 páginas