
Jackson Theodore Marchetti campeón de natación consigue su papel de Romeo en la obra de la escuela, así comienza la historia de uno de los personajes de la serie de Netflix “Sex Education”. Para el año 2020, perturbada por la pandemia y buscando series, me encontré con el estreno de su segunda temporada. No prometía mucho, ya que venía de series como Euphoria en la que el drama adolescente americano permea las pantallas de muchos jóvenes en latinoamérica y la historia es igual, en casi todos, no hay trama, no hay historia: sólo drama.
La historia inicial de “Sex Education”, debo confesar, tampoco me llamaba la atención: —“Otra serie sobre sexo”—pensé. “Otra serie que intenta agregar a Romeo y Julieta como cliché del amor romántico juvenil”— me dije para mis adentros, acribillando con mi mouse, la descripción de la temporada en la pantalla de Netflix.
Pero le di una oportunidad, total estábamos en una pandemia, con mucho que pensar, no mucho por hacer y los nervios de punta por no saber qué pasaba en el mundo. Y fue precisamente allí, con la promesa de Jackson, un personaje perdido en su vida, el típico chico famoso de la escuela que va detrás de su autorreconocimiento, que pasó lo más inesperado. Episodio 3, minuto 26, Viv, otro de los personajes, habla el idioma del corazón, el idioma de Shakespeare: el pentámetro yámbico.
El pentámetro yámbico es una estructura rítmica, utilizada en poesía, que combina sílabas átonas y tónicas en grupos de cinco, los yambos reflejan el ritmo de un corazón latiendo —da-DUM, da-DUM, da-DUM—. Shakespeare lo usaba:
En Hamlet cuando dice: «SER o NO SER»
En Noche de Reyes cuando el duque Orsino dice: “Si la MÚSICA ES el ALIMENTO del AMOR, SIGUE tocando”
Y en muchas más de sus obras. El lenguaje de la poesía tiene la mística, la técnica y la concupiscencia del que lee. El pentámetro yámbico no era la excepción y Shakespeare lo sabía, por eso aprendió a usarlo en momentos precisos en los que el Globe Theatre debía presentarle más atención.
Así que, volviendo a “Sex Education”, esta escena no puede pasar desapercibida. En una serie en la que se pretendía simple entretenimiento, los personajes conectan sus dramas con algo que va más allá y que los poetas sabían: hay un ritmo que todos llevamos dentro y es el latido de nuestro corazón.
Sin entrar en detalles, esta escena me dejó helada y me hizo volver a Shakespeare, por eso más que una recomendación, hoy solo quiero recordar esta idea y es que desde el arte contemporáneo hasta las obras más antiguas, el arte por alguna razón siempre ha estado hecho con los latidos del corazón.