Juntando pedacitos de Dios

2 de diciembre de 2025

De sor Juana a Rosalía, una cosa me quedó clara: existe cierto temor social al hecho de que las mujeres piensen lo divino, lo exploren, lo describan, lo nombren, mientras se ocupan de sus cuerpos.
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I.

Unos cinco años antes de que en 2012 el Papa Benedicto XVI le confiriera el título de Doctora de la Iglesia a la abadesa medieval Hidelgarda de Bingen (1098-1179), su nombre ya lo había leído yo en El hombre, la hembra y el hambre, una novela de Daína Chaviano (1998). Esta obra, ambientada en 1992-1994, ahonda en lo que suele llamarse como “el periodo especial cubano”, algo que no es más que un eufemismo para nombrar la crisis en la isla, ante la orfandad que se derivó de la separación de las naciones que conformaban la Unión Soviética.

Para ese retrato social y humano, Chaviano apela a un cuarteto de amigos: un vendedor ambulante (antes fue profesor de artes), un carnicero (antes fue economista), una “jinetera” y Claudia, la protagonista, una estudiante de artes. Esta última, si bien ha recibido la educación ateísta que el proyecto político demanda, no puede escapar a los fenómenos paranormales en los que las deidades aparecen con sus mensajes de infinito.

Así pues, la primera referencia de Hidelgarda de Bingen, la cuarta mujer en recibir el doctorado otorgado por el Vaticano, antes que sonarme fría, inmaculada y monacal, me resultó tropical, sudorosa y callejera.

II.

Un fragmento de La hembra, el hombre y el hambre.

«Revolvió el interior del bolso que estaba sobre la mesa y sacó varios casetes que barajó hasta encontrar lo que buscaba. Claudia le echó un vistazo al título, Vision: The Music of Hidelgard von Binge, y observó el dibujo de la portada que mostraba una monja de rostro sensual, reclinada sobre un libro abierto, del cual escapaba una luz que le iluminaba el rostro y también unas raras superficies geométricas, casi futuristas, que la monja observaba con una expresión que se le antojó enigmática. Úrsula terminó de rebobinar el casete y una música sobrenatural inundó el cuartucho. Claudia escuchó aquel cántico medieval y el sorprendente telón de fondo de una percusión contemporánea.

—¿No es bello?

—Nunca había oído nada así.

—Me lo envió una monja que nos visitó el año pasado. La música fue compuesta por una abadesa que vivió hace mil años.

—No puede ser. Suena contemporáneo, casi New Age.

—Sólo la percusión es moderna, el resto está cantado como ella lo concibió —y luego susurró, casi temerosa de sonar herética—: Hidelgard fue una iluminada. Yo pienso que sus visiones fueron las que le dictaron esa música. Por algo la llamaban la Sibila del Rin. Después que murió, muchas monjas aseguraron haber visto su fantasma por los pasillos de la abadía entonando sus propias canciones». (págs. 173-174)

III.

Hace unas semanas, mientras preparaba un ensayo sobre el Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, dos amigas (Marcela y Adriana), me recomendaron escuchar «Lux» de Rosalía. Sondeando en redes, antes de hacerles caso, me encontré con una inquietud frecuente: relacionar el álbum con el neoconservadurismo. Que sí, que los jóvenes de ahora están refugiándose más en la religión, que el arte cristiano está revalorizándose, que las encuestas y los candidatos, que la familia y los derechos, en fin.

De sor Juana a Rosalía, una cosa me quedó clara: existe cierto temor social al hecho de que las mujeres piensen lo divino, lo exploren, lo describan, lo nombren, mientras se ocupan de sus cuerpos, de las sociedades en que están inmersas y de las relaciones amorosas, al mismo tiempo.

En un tiempo de renovación como el nuestro, pareciera que aspectos como la fe y la religiosidad, nos determinaran ya como nostálgicos de modelos conservadores. Como si la única forma en que pudieran presentarse las preguntas teológicas fuese desde la acusación, la subversión, el desvelamiento.

Vuelvo sobre la jerónima: su literatura importa cuando se puede leer como manifiesto feminista, exploración sáfica del amor, tensión política con los jerarcas eclesiásticos. ¿Por qué es difícil encontrar relatos en los que sor Juana entre en éxtasis mientras escucha cantar los villancicos navideños que ella misma compuso?

No, no creo que Rosalía esté haciendo proselitismo ni catequesis. Canciones como Perla o Dios Es Un Stalker, quedan por fuera de cualquier liturgia ortodoxa. Y aunque tenga plegarias como Mio Cristo Piange Diamanti, de la única causa que es profeta Rosalía es de la del arte y la creación.

IV.

Quizá por esa misma razón, la de que Rosalía es una artista que no solo ejecuta un programa, sino que lo concibe, lo estudia, lo planea, lo dirige y lleva a cabo, terminé adentrándome en un mundo fascinante. Me sumergí en la lectura de críticas y en la exposición de youtubers que intentan una hermenéutica del álbum. Tampoco dejé de lado entrevistas realizadas a la cantante.

Entre tantas alternativas, he encontrado a quienes siguen con entusiasmo la línea propuesta por Rosalía, en la portada de su álbum, buscando el eco de Simone Weill en el epígrafe: “El amor no es consuelo, es luz”.

Esta colección de datos incentiva el descubrimiento de los guiños que Rosalía realizó durante tres años en los que se dedicó a la investigación que determinó el rumbo de sus letras: en ellas recoge, desde distintos puntos de la esfera, y en una amplia variedad de lenguas, la voz de mujeres místicas del sufí, del zen, de la ortodoxa rusia, del catolicismo. Entre ellas aparecen Hidelgarda de Bingen, Rosa de Lima, Anandamayi Ma, Rabi’a al-ʿAdawiyya, Vimalā, Ryōnen Gensō…

V.

San Juan de la Cruz, en el Cántico espiritual asegura que el amor divino es huidizo, la conversión no es pues más que dejar lo trivial para ir en pos de una aventura que lo justifique todo, la del amado. En sus primeros versos asegura: como el ciervo huiste habiéndome herido. Ahora bien, esa herida y ese ciervo aparecen con fuerza en el videoclip oficial de Berghain, una canción en la que además está la colaboración de Björk.

En silencio, Rosalía entra a la habitación y corre las cortinas para que con la luz hagan su entrada la Orquesta Sinfónica de Londres y el coro de la Escolanía de Montserrat, acompañando, invadiendo, asfixiando la cotidianidad.

Con una dramaturgia clásica en la que la actriz se enfrenta al coro, después de la introducción de los violines escuchamos la fuerza del conjunto que canta en alemán: Seine Angst ist meine Angst, Seine Wut ist meine Wut, Seine Liebe ist meine Liebe, Sein Blut ist mein Blut: Su miedo es mi miedo, Su ira es mi ira, Su amor es mi amor, Su sangre es mi sangre.

Rosalía eleva su voz para expresar lo que siente: Die Flamme dringt in mein Gehirn ein, Wie ein Blei-Teddybär, Ich bewahre viele Dinge in meinem Herzen auf, Deshalb ist mein Herz so schwer: La llama penetra mi cerebro, Como un osito de peluche de plomo, Guardo muchas cosas en mi corazón, Por eso mi corazón está tan pesado. Mientras canta, en el vídeo aparece aplanchando una capa roja, lavando la bañera cuya ventana muestra una cruz iluminada, rodeada por los músicos, pero sin interactuar con ellos.

En la siguiente secuencia, Rosalía abandona la casa para dos visitas claves: el cardiólogo y el joyero, ambos son alegorías y prolongación de una misma imagen, la del corazón en la pared detrás de la cama. Es el corazón lo que ella busca reparar, custodiar. Corazón místico y corazón órgano, corazón de oro y rubí, corazón que ama: Yo sé muy bien lo que soy, Ternura pa’l café, Solo soy un terrón de azúcar, Sé que me funde el calor, Sé desaparecer, Cuando tú vienes es cuando me voy.

Rosalía regresa a casa cansada, desahuciada. No obstante, contra el coro que vuelve a su Seine Angst ist meine… Rosalía exclama, en inglés, que es el momento de una intervención divina. Al entrar de nuevo a su apartamento, el que aparece con la puerta entreabierta, encontramos otra pista para la interpretación. Berghain se puede traducir como arboleda de la montaña y es allí, al bosque encantado, a donde fue llevada Blancanieves cuando su madrastra ordenó al cazador sacarle el corazón. La escena del clásico de Disney se reinterpreta completamente. Hasta el pechirrojo se sube a la mano de Rosalía para trinar después de ella. Mientras ella dice que: The only way to save us is through divine intervention, el pajarillo anula el plural para optar por el singular de la primera persona: The only way I will be saved is through divine intervention: La única manera de salvarnos es a través de la intervención divina. La única manera de salvarme es a través de la intervención divina.

Concluye el vídeo creando la sensación de que todo ha sido un sueño del que queda un eco: I’ll fuck you till you love me. Las imágenes diluyéndose de los distintos animales, entre los que hay un ciervo, el que me recuerda el del poema de san Juan, ceden su espacio a una Rosalía que despierta y que luego termina convertida en paloma que vuela entre las sábanas.

VI.

Vuelvo a la novela de Daína Chaviano para tomar de ella un final para este texto, que sigue abierto ante la riqueza de una artista como Rosalía:

«Mi generación comenzó a juntar esos pedacitos de Dios, esos fragmentos de luz regados por el mundo. Bajo un árbol hallé los caracoles de un oráculo africano; sobre una mesa me hablaron los espíritus; en un sueño vi ángeles; en la luna descubrí el rostro de la Madre; tuve visiones del pasado… Dios se me ha ido apareciendo poco a poco y su presencia crece en mí como un fuego refrescante. Él es unos dedos invisibles que rozan mi sexo, una vibración interna que late como un hijo que me va a nacer. Estoy creando a Dios y noto cómo madura dentro de mí. Contemplo los balcones agrietados, y lo percibo derramando su aché sobre la ciudad. Pero es un soplo de resplandores que siempre termina por escabullirse. Lo busco, lo llamo, le grito desde mi alma, pero Él se oculta en el corazón de las ruinas que levantaron mis antepasados».

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  • Licenciado y Magíster en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Docente en la IE Miracampos de Quinchía (Risaralda). Ha cultivado la narrativa en cuentos y novelas, así como la reseña de libros en prensa.

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