Ávida animalidad

7 de octubre de 2025

"Ladrida", con ese nombre trajiste una bestia al mundo.  Tuve la primera edición del 2022 y en el infinito misterio, desapareció de mi biblioteca.
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Analú, 

La lluvia yace seca sobre el dosel de los yarumos. Se guarnece en el poro de la hoja, finalmente se evapora. Su ciclicidad la hace vida para la vida. Deviniendo nube hambrienta de tormenta. Haciéndose río y luego, todos los designios de horas posteriores a la perenne desaparición. 

He aprendido de ti la escritura fiera, el travestirme palabra para devorar con sed animala el poder de un poema ritual. Somos herederas de todas las lobas de dientes afilados que la colonización quiso callar. Somos el resultado de ese húmero extendido, un hueso poderoso que pisa fuerte la tierra húmeda. 

Diría Silvia Cusquicanqui que somos Chi’xi. Yuxtaposición. Transparencias traslapadas. Una sucesión de pieles, pelos, baba, olvidos en collage que desde lejos parecen ser una cosa unificada, pero dentro son contradicción. De esa forma construimos el poema: con trozos opuestos. Así es como construimos nuestros cuerpos: uniendo oximorones.  

Reviso tu grimorio varias veces, olisqueando las hojas: Ladrida, con ese nombre trajiste una bestia al mundo.  Tuve la primera edición del 2022 y en el infinito misterio, desapareció de mi biblioteca. Lo leímos en manada, alumbradas por velas en una caverna, tomando aguas oscuras. Pusimos la mandíbula tensa. Listas para morder.  En esa lectura, como tú: “Agradecí la herencia subversiva de las que se juntan a invocar lo profano” (p. 27). 

En este momento tengo frente a mí, en medio de tres velas y un sahumerio de salvia blanca, la segunda edición publicada este año. Puedo ver la amplitud del cambio. De tu escritura en tránsito que como tú va mutando entre una forma y otra. Es un libro-nahual. Eso lo tengo claro, poliforme y decididamente salvaje: te diste otra vida y al dártela alumbraste a un animal imposible, quimérico. 

Ladrida es una traición y una venganza. Se te va metiendo áspero por la región que lleva al sueño y luego se te revela certero. Lo leo calculando cada paso, a sabiendas que caeré al vacío. Que seré devorada por la fisura. 

“No me nombres de otra manera, bautizame fisura y comprende mi esfuerzo por ser una contradicción, por construir la sumatoria de los opuestos en mi carne animal, y allí, mantenerme en equilibrio, explorar el deseo permanentemente de ser un vacío”. Esto gritas en el texto de apertura que es también el eco de una performance del ruido corporal que presentaste en Chile. En ese lugar me guarnecesco, en la onda vibracional de tu aullido. Alimento mi furia y ternura en ese abrazo que ha sido nuestro rezo vital. 

Ofrendo ante ti, ante tu poder telúrico este poema que alguna vez te escribí: 

me he arrancado el diente. lo he mirado de frente.

he sentido la concavidad suavecita y con la lengua he lamido su ternura. 

he encontrado solo en ese vacío,

la manifestación carnal del límite.

cada tanto reviso el diente crecer.

paso la lengua para recordar sus puntas, sus cauces.

es sinuoso este diente que me crece.

es filudo, también. 

no es humano, lo que me brota: es animal. 

quiero morder y desgarrar. 

quiero hundirlos en pieles tersas para hacer huecos.

este diente es tu reflejo, tu invocación. 

nos hemos conjurado

-siempre que llamamos entre lunas-

la desmaterialización de nuestras carnes travas.

hemos devenido espectrales en aguas paralelas.

se unen en este diente tu mutación y la mía.

me lo quiero arrancar. 

me lo arranco y de nuevo la cosita en el paladar surge.

te entrego ese diente. lo pongo en nuestro altar 

que son las palabras y los ruidos.

escupo rojo sobre la tierra negra. 

siento otro diente crecer de nuevo.

Has construido una utopía presente, Analú. Tu cine, tu performance, tu incidencia política, tu tejido afectivo de redes son un abrazo en estos tiempos de profundo vacío en el estómago, pues sabemos que la muerte nos respira cerquita en el lomo. Algunas veces ella se nos monta y galopamos como yeguas sobre montes húmedos. Algunas otras solo nos acaricia y dormimos tranquilas mientras nos susurra una canción de cuna. 

Ahora yo te susurro a ti: todo esto que vivimos terminará como un espasmo del cosmos. En ese repliegue haremos de la luna una cuna y podremos descansar nuestros cuerpos recordando con una sonrisa a nuestras muertas que se transforman en ávidas estrellas sobre el cielo crepuscular. 

La lluvia cae de nuevo, mientras termino esta carta con una lágrima. 

Desde lo más profundo de mis huesos,

Alma. 

Analú Laferal (Colombia, 1991):  artista, politóloga y académica con un Magíster en Estudios Culturales y Artes Visuales. Ha sido docente de Estudios Culturales y Estudios Trans en diversas universidades y ha sido parte Corporación Caribe Afirmativo. Su trabajo investigativo se enfoca rigurosamente en la crítica de las violencias de género y cisexuales. Sus reflexiones se plasman en publicaciones como Travesti en la era farmacopornográfica local y Minucias mundanas travestis. Su obra «Ladrida» (2022) es un artefacto literario que, mediante una poética ritual, analiza el habitar trans y la opresión sistémica hacia los cuerpos disidentes, utilizando el lenguaje para subvertir lo binario y desafiar la estructura de control patriarcal. En el ámbito audiovisual y performático, co-dirigió el cortometraje «El tercer mundo después del sol» (2024) y la  película «El origen de las especies» (2024), consolidándose como una voz esencial que une la teoría crítica, el arte disidente y el activismo.

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  • Habitante de la dimensión mística del sonido. Conjuradora de ruidos, hechizos transmediales y tejedora de ecosistemas escuchables. Dj, productora y escritora andina. Autora del libro "A(k)uzo" (2025). Co-fundadora de la plataforma sonora  Resonantes Ruido Trans, comadre de Anomalía Colectiva y editora de Trabestias. Parte de la primera promoción de Monte Olimpa de Casa Biche y la residencia Pacífica del Instituto Goethe. Periodista y candidata a magister en educación. 

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