La poética de El Escondite

5 de septiembre de 2025

A El Escondite lo diferencia de otros grupos de teatro de la ciudad, su relación con la danza, y sobre todo, con la literatura. Yolanda, actriz y bailarina. Uriel, escritor de novela, cuento, y en mayor volumen, poesía.
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Entras y espantas todos los ruidos de la casa, que de tanto esperarte, ya me habitan ahí, en la habitación matrimonial están enmarcados estos versos, los que él le escribió para expresarle la falta que le hacía cada vez que ella se iba de gira. Uriel Giraldo y Yolanda Arias llevan media vida juntos, un amor que han sabido conjugar con sus pasiones, la poesía y las artes escénicas, para crear El Escondite, una sala de teatro que es más que eso es un epicentro de la cultura en Manizales.

Su nombre es una metáfora de ese juego al que llamamos popularmente escondidijo, ese mismo en el que uno de los participantes cuenta hasta cincuenta o hasta cien con los ojos cerrados contra la pared, mientras los demás se esconden. Ese mismo que se hace entretenido si a todos se les encuentra rápido pero que se pone aburrido si hay uno que por más que se le busca no aparece. Esta idea del escondido que no se deja le sirvió de inspiración a la pareja de artistas para ponerle nombre al proyecto que desde hace doce años les llena la vida. 

“El artista se esconde para crear su obra pero llega un momento en que debe dejarse encontrar del público para que su obra tenga sentido” afirman. Y por eso, bautizaron El Escondite a ese espacio que inauguraron el 26 de julio de 2013, para que el teatro, la danza, la poesía se dejaran ver e interactuaran. Y uno creyendo que se llamaba así porque queda por allá escondido, en un rincón de Chipre Viejo, al que no es fácil llegar ni con Google Maps.

Pero la gente llega, los niños y jóvenes que asisten a su Escuela de arte y sus respectivos talleres de teatro, danza y poesía. Llegan los artistas invitados de Caldas y de otras regiones de Colombia. Llegan los seguidores del festival de unipersonales, Un cuerpo muchas voces, que ya se ha realizado cuatro veces. Llegan los que no se pierden el festival internacional de danza Dos caminos y un encuentro que acaba de celebrar su novena edición. Y también llegan los amantes de Nos queda la palabra, festival de literatura que en este octubre celebra su edición número doce.

Entre otras cosas, a El Escondite lo diferencia de otros grupos de teatro de la ciudad, su relación con la danza, y sobre todo, con la literatura. Esto no solo transversaliza todas las acciones del grupo sino la vida de Uriel y Yolanda. Ella actriz y bailarina. Él escritor de novela, cuento, y en mayor volumen, poesía. Mutuas pasiones que fueron temas de sus conversaciones desde aquella década de los noventa en que se conocieron.

Ambos son del norte de Caldas. Ella de Pacora, él de Portachuelo, un corregimiento de Salamina. Pero se vieron por primera vez en Manizales, cuando ella era colegial y él un primíparo estudiante de Ingeniería eléctrica. Un amiga los presentó en una conferencia sobre Movimientos indigenistas en la Universidad Nacional. Un segundo encuentro cuando ella salía de un ensayo de danza de la Universidad de Caldas. Y un tercero, en una manifestación estudiantil.

Se perdieron el rastro hasta en un encuentro de poesía en Bellas Artes los volvió a unir y ahí el amor hizo lo suyo. “El usaba saco de señor, busos de cuello tortuga, siempre llevaba sombrilla. Y yo, de afro, con blusas bordados y mochila. Éramos todo un contraste”. Y así se les veía asistiendo al Galpón, al que no le cabía un alma más cuando había lectura de poetas de todas partes, y de mucha trayectoria, gracias a los encuentros de poesía que organizaba un grupo llamado Estampas Latinoamericanas.

“Uriel y yo íbamos sin falta. Luego al salir, en las cafeterías el me leía poesía, lo sigue haciendo todas las mañanas mientras nos tomamos el café”.  Y así, los versos de Blanca Valera, Gioconda Belli, Gonzalo Rojas, Raúl Gómez Jattin, Mercedes Carranza, Olga Orozco, Juan Gelman, entre muchos otros de sus favoritos, se pasean constantemente por su casa, por sus vidas.

Y es que a pesar de ser ingeniero, ya desde adolescente, él amaba escribir, tanto que en el colegio se ganó un concurso intercolegiado de cuento y desde ahí, no solo no ha dejado de escribir, sino de investigar sobre poesía, sus corrientes, sus autores, su relación con los momentos históricos.

 A diferencia, mucha, de un poeta lleno de clichés —o de verdades— que ahora se pasea en las salas de cine nacional, él ha sabido capitalizar su pasión: no solo tiene varios poemarios, una antología que es un producto de una investigación de la poesía contemporánea, un libro de cuentos, una novela corta —más otra que está en imprenta—, sino que tiene a El Escondite como sede de encuentro, de estudio y de divulgación de tantas maneras de hacerse poesía en el mundo.

Esas maneras de hacer poesía en el mundo están al alcance de todo Manizales, cada año durante el Festival de literatura Nos queda la palabra. Inspirado tal vez en lo que antaño fueron los famosos Juegos Florales, a este evento asisten escritores locales, nacionales y de otros países, y cada año tiene una temática distinta.

Cortesía: Teatro El Escondite.

La de este 2025, a realizarse entre el 15 y el 18 de octubre, el énfasis será Literatura afrocolombiana. Desde San Basilio de Palenque llega Uriel Cassiani. Sonia Truque lo hará desde Buenaventura. Kenia Martínez Gómez, desde Cereté. Hernando Guerra, desde Armero. Y entre otros, estarán algunos colectivos de Manizales como el Kumanday y Las vecinas del cuento, conformado por mujeres.

Y si Uriel tiene en El Escondite su lugar en el mundo, Yolanda también. Ella, luego de ser parte del grupo Teatro Imagen —que dirigía Oscar Jurado— y del Teatro Popular de Manizales, creó A Cántaros Danza. Esta compañía nació en 2004 con estudiantes de La Normal Superior de Caldas. Más tarde, se le unieron estudiantes de Artes escénicas de la Universidad de Caldas. Allí, se creó un proyecto de investigación creación llamado Literatura en escena y surgieron los montajes Soliloquio del individuo y Entre el Perro y el Lobo. Ahora, lo conforman una diversidad de personas entre bailarines y actores experimentados y los que hacen parte de la escuela de creación de El Escondite.

Tener una sede para A Cántaros Danza fue una de las razones para construir esta casa, que arquitectónicamente aprovecha los desniveles en que está ubicada para tener diversos espacios, como el teatro que en el sótano tiene cabida para 91 personas, o como el primer piso que no solo tiene bar, librería, sino un salón pensado para los ensayos de danza, y que dependiendo de la obra también se utiliza para los espectáculos.

Ya con un espacio propio —se hizo con recursos familiares, no es comodato, ni alquilada, ni es del Municipio como a veces se piensa—, Yolanda cumplió también su sueño de realizar un Festival Internacional de Danza: Dos caminos, un encuentro cada vez crece más. En la versión que se realizó el pasado agosto, asistieron compañías de Perú, de México, de Venezuela, de Medellín, de Pasto, y por supuesto, no faltó la cuota de grupos manizaleños. 

Este lugar de contracultura, que nació de una historia de amor, de la unión de dos pasiones que supieron canalizar sus sueños, es una rara avis en Manizales. Se mantiene con alianzas de instituciones públicas y privadas, pero especialmente, con procesos de autogestión. No es fácil conseguir recursos, dar empleo a un coordinador administrativo, una diseñadora, un técnico, ni mantener los grupos de teatro, la compañía de danza, ni cada año organizar los distintos festivales, y mucho menos, fidelizar un público. Yolanda y Uriel no tuvieron hijos pero han ido adoptando muchos, los que han pasado por sus vidas desde que decidieron como artistas salir del escondite.

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  • Periodista, editor y magister en Estudios Socio espaciales. Trabajó en La Hoja de Medellín y La Patria, entre otros. Ha sido profesor de periodismo en la Universidad de Antioquia y la Pontificia Universidad Bolivariana. Callejero y relator de polvos urbanos.

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