Demasiados libros quemados

17 de agosto de 2025

Todos los libreros de la carrera 21 de Manizales están a la espera: de Godot, del alcalde, de la Unidad de Riesgo, de la Feria del Libro o de cualquiera que les dé alguna señal que les permita pensar que esta historia de horror que están viviendo puede tener final feliz.
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Libros usados, libros leídos, libros viejos, libros subrayados, libros de segunda. Hay muchas denominaciones para esos paraísos en los que se consiguen precios de saldo; obras que hace años dejaron de circular; incunables; reliquias con notas al margen, y esquelas, fotos o listas de mercado a manera de separador de páginas. Torres de estantes que suben hasta el techo repletos de tesoros. Todo eso fue lo que se quemó el lunes 11 de agosto a las 3:30 p. m. en la carrera 21 entre calles 24 y 25, a escasos metros de la Plaza de Bolívar de Manizales, en la cuadra de las librerías de usados.

Del origen del fuego es poco lo que se sabe. Se trata de una construcción de bahareque que ya había sobrevivido al terremoto de 1979, que tumbó las casas de la manzana del frente, la del Inurbe. Las librerías estaban en el primer piso y en el segundo había un inquilinato con siete habitaciones en donde vivían 10 personas. El fuego empezó en una habitación del segundo piso. Algunos hablan de un corto circuito y otros de una fuga en una pipa de gas. No hay todavía un dictamen oficial. Mientras llegaron los bomberos los libreros intentaron apagar las llamas con extintores y ollas con agua, pero hubo mucho sol, mucho viento y poca suerte. La Librería Latina y La Eneida se quemaron por completo, La Odisea y el Centro del Libro sufrieron daños por el agua y en la Librería Diana “nuestras afectaciones fueron mínimas gracias a mi Dios”, dice su propietario, Carlos Ariel Quiceno.

Vídeo cortesía de Octavio Giraldo, de la librería La Odisea.

La Odisea abrió nuevamente el jueves. “Hay que tratar de vender alguna cosa para ayudarle al hijo”, explica Octavio Giraldo. El hijo es Diego Giraldo, el dueño de La Eneida, la librería que queda enseguida. En La Odisea se dañaron 300 libros por el agua que lanzaron los bomberos y por las goteras que aparecieron luego del incendio, con marquesinas rotas en estos días de fuertes aguaceros. En La Eneida las llamas consumieron todo.

En sus 25 años de experiencia como librero esta es la tragedia más grande que ha vivido Octavio Giraldo. “Desde muy niño fui lector. Hace 25 años empecé autodidacta, tratando de hacer algo constructivo y de vender cultura, que es uno de los grandes servicios a la sociedad. Arranqué sin experiencia y con un amigo tuve las primeras nociones del libro usado, de los autores y del negocio de la compra y venta. Primero monté un local pequeño en la carrera 22 y hace 21 años me pasé para éste”, explica Octavio.

Foto de Yessika Garzón, de la Librería Latina.

Diego, el hijo, acompañaba a su papá en La Odisea hasta que alquiló un local en la carrera 21 para abrir su propia librería: La Eneida. Diego tiene 42 años y hace 22 trabaja en La Eneida. “Yo nunca he tenido otro empleo ni he hecho nada distinto. Es muy duro que todo desaparezca así tan de repente”.

El martes, luego del incendio, Diego y su familia sacaron 570 bultos con residuos de libros que vendió a recicladores. Por cada bulto le pagaron $5.500. Recibió un poco más de $3 millones por una mercancía que él estima en $1.000 millones. No tenía seguro.

“Hay que ser resilientes”, dice, y repite varias veces la palabra “resiliencia” a lo largo de la conversación.

En la Librería Latina, enseguida de La Eneida, hacen la cuenta de manera distinta. No hablan de bultos sino de kilos: los recicladores se llevaron lo que la familia Moreno pudo empacar, porque allí las llamas también arrasaron con todo. Recibieron $400 por cada kilo.

Albeiro Moreno está tan abatido con el incendio que es su hija Salomé quien narra la historia: “mi papá comenzó vendiendo libros en un andén, hace 40 años. Primero abrió El Nuevo Libro, frente a la Clínica Aman, que duró casi 20 años. Luego se pasó para un local muy bueno en la esquina de la carrera 21 con calle 25 y ahí ya se llamó Librería Latina. Estuvimos una década, pero nos pidieron el local, y desde hace más o menos 10 años nos vinimos para éste que se quemó el lunes”.

Bueno, bonito, barato, variado y abundante

Álvaro Castillo Granada, de San Librario, en Bogotá, es el librero de libros usados más conocido de Colombia. Gabriel García Márquez lo bautizó “Librovejero”, cuando se volvió no solo su proveedor habitual, sino también el distribuidor de libros de García Márquez con dedicatorias exclusivas escritas por nobel. Una síntesis de ese oficio fue la dedicatoria que García Márquez le escribió en Vivir para contarla: “Para Álvaro, el que me vende”.

Librovejero es el libro que Álvaro Castillo escribió para contar relatos sobre su vida como librero de usados. Allí dijo sobre los años ochenta: “cada librería era un mundo en el cual se podían identificar no sólo los gustos literarios de sus propietarios sino, también, la ideología política a la que pertenecían. Y los libreros estaban en consonancia con ella. Hacían parte de esa posición”. 

Álvaro Castillo Granada, autor de Librovejero. / Imagen tomada de Las Dos Orillas

La Librería Latina, que se quemó el lunes, nació en los años ochenta, pero en realidad ni ésta, ni La Odisea, ni La Eneida revelan a primera vista el interés literario de sus propietarios. Es tanta la abundancia de títulos que hay para todos los gustos y para todas las inclinaciones políticas y estéticas. Salomé Moreno aclara que en la Librería Latina no todo eran libros usados: buena parte eran nuevos, como textos escolares de Santillana y de Norma, y libros técnicos de medicina, enfermería, electrónica y otras especialidades. “Libros nuevos de $500.000, $800.000, o más”.

Lo mismo explica Diego Giraldo, de La Eneida: aunque es una librería de viejos, el negocio se mueve con libros nuevos escolares y universitarios. “La gente también busca libros de superación personal y esoterismo. Eso se vende bien”. Él, sin embargo, tiene otras preferencias. En su apartamento en Campohermoso, en donde vive con su esposa, Claudia Osorio, y sus dos hijos, tiene una pequeña biblioteca con lo que le gusta leer: filosofía y literatura científica.

La Rebelión de los brujos, de Jacques Bergier y Louis Pauwels, y el Álgebra de Baldor, entre los escombros de La Eneida.

Pero una cosa son los gustos personales y otra los negocios, y el negocio de estas librerías consiste en mezclar lo que compra el público masivo, como libros escolares, universitarios y de autoayuda, o lo que se vende desde $2.000, con la búsqueda de tesoros que son difíciles de hallar: libros viejos que valen por su rareza, por ser primeras ediciones o por su dedicatoria. “Mucha gente trae libros para vender acá, o nos avisan que se murió alguien y que los hijos están vendiendo la biblioteca completa, y uno va para mirarla y negociarla completa”, explica Diego. Así fue como empezó a crecer y crecer y crecer el volumen de libros de La Eneida, que desde la calle se ve como un local no tan grande, pero en realidad es enorme porque tiene tres habitaciones hacia el fondo. Lo mismo ocurre con la Librería Latina: fachada estrecha, pero amplio espacio interior.

En uno de esos recovecos del fondo del local Diego tenía una edición en 2 tomos de El Quijote, publicados en 1750, que esperaba vender por en $12 o $15 millones negociables, como buena parte de lo que entra y sale de estas librerías. Esos tomos, editados hace 275 años, también ardieron el 11 de agosto.

Además de estas reliquias costosas, la lista de libros quemados incluye también a autores caldenses. Diego Giraldo dice que tenía «La historia de la ciudad de Manizales», del Padre Fabo, publicado en 1926, y libros de Albeiro Valencia Llano. Las obras que editó la desaparecida Imprenta Departamental de Caldas en el siglo XX, e incluso libros más recientes de escritores locales, muchas veces no se encuentran en la Biblioteca Pública Municipal. Cuando quedan descatalogados y desaparecen de las librerías comerciales la opción es buscarlos en el Banco de la República o en las librerías de usados de la carrera 21. El patrimonio cultural regional que se quemó el pasado lunes en ese incendio es incuantificable.

Nadie puede contar libros quemados

¿Cuántos libros se quemaron el lunes 11 de agosto? El cálculo es difícil e impreciso. Salomé Moreno afirma que en la Librería Latina se perdieron “más o menos 300.000 libros”. Diego Giraldo cuenta que el martes lo entrevistaron “cuando todavía estaba en shock y dije que 70.000, pero después recordé que hace poco había comprado una biblioteca de un historiador y entonces yo calculo que son más o menos 120.000”.

300.000 libros de la Librería Latina más 120.000 de La Eneida suman 420.000 libros. “La tarde en la que se quemaron 420.000 libros”, podría ser un el título de esta historia, pero en realidad es una cifra dudosa: es imposible confirmar el número, por sustracción de materia, pero algunos referentes ayudan a dimensionar la pérdida.

La quema de libros más famosa del siglo XX empezó el 10 de mayo de 1933 en Berlín, cuando el régimen Nazi promovió la purga de obras que se consideraba contrarias al nacionalsocioalismo. En esa fecha ardieron en la Plaza de la Ópera de la capital alemana 25.000 libros. En los días posteriores el horror se repitió en otras 21 ciudades, pero no existen datos sobre cuántos libros quedaron reducidos a cenizas por el fuego.

Quema de libros del 10 de mayo de 1933 en Berlín. Imagen del Bettmann Archieve.

Merlín, en Bogotá, es la librería de usados más grande de Colombia. Es un enorme caserón de varios pisos, ubicado en el centro de la ciudad. En su página web indica que los libros están organizados en alrededor de 400 temas. En su página en Facebook indican que tienen 350.000 libros.

El Centro Cultural del Banco de la República de Manizales es la segunda biblioteca del Banco de la República más grande de Colombia, después de la Luis Ángel Arango, en Bogotá, y es la biblioteca pública más grande del Eje Cafetero. El catálogo varía todas las semanas pero el dato del viernes pasado arrojaba 94.000 libros físicos, sin contar los recursos electrónicos, ni los periódicos y revistas.

Biblioteca del Centro Cultural del Banco de la República de Manizales.

Carlos Ariel Quiceno informa que en la Librería Diana, que milagrosamente se salvó del fuego, hay 15.000 libros. La cifra se acerca a la que entrega Cristian Orozco, de la librería Leo Libros, ubicada sobre la Avenida Santander: tienen 20.000 ejemplares, incluyendo los que reposan en la bodega.

Leo Libros sufrió hace 12 años una emergencia por un tubo roto que provocó una caída de agua desde el techo sobre las estanterías. «Por la humedad los libros se expanden y les dan hongos, así que perdimos más de 500», recuerda Cristian Orozco.

¿Cuántos libros se quemaron el lunes 11 de agosto? Demasiados. 40 años de trabajo de Albeiro Moreno, de la Librería Latina y 22 años de trabajo de Diego Giraldo, de la librería La Eneida.

Todos estábamos a la espera

Todos estábamos a la espera es un cuento de Álvaro Cepeda Samudio que ardió en el incendio de este lunes. También se quemó el libro Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Todos los libreros de la carrera 21 están a la espera: de Godot, del alcalde Jorge Eduardo Rojas, del director de la Unidad de Riesgo, Diego Rivera, de quienes desde la Universidad de Caldas organizan la Feria del Libro que comienza en dos semanas o de cualquiera que les dé alguna señal que les permita pensar que esta historia de horror que están viviendo puede tener final feliz.

“Lo primero es que nos digan si esta casa la van a demoler o si podemos quedarnos acá”, dice Diego Giraldo. “Esto es un negocio sectorizado. Si nos toca movernos, lo ideal es que sea por acá mismo: un local bueno y grande, pero que podamos pagar”, afirma Salomé Moreno. El arriendo del local que se quemó de la Librería Latina cuesta $2 millones mensuales, incluyendo servicios públicos.

“De la Unidad de Riesgo ofrecieron ayuda psicológica. Dijeron que plata no pueden dar, pero que de pronto ayudan a tramitar algún crédito barato y arman una campaña con carpas en la Plaza de Bolívar o el Parque Caldas para que la gente done libros y podamos recuperar mercancía y empezar a vender”, indica Diego Giraldo, de La Eneida.

Como los gastos no dan espera cada librería ya armó su propia colecta: En La Eneida están recogiendo donaciones a través de Nequi en los números 3147503350 (Diego Giraldo) y 3183837299 (Claudia Osorio). La Librería Latina recibe donaciones a través de Nequi en el número 3225691658 (Salomé Moreno), en  una campaña en Vaki, y además están promoviendo una “Donatón de Libro$$” en la ciclovía de este domingo 17 de agosto en la Avenida Santander con Calle 51, en la plazoleta del Almacén Andino Home.

Otra forma de ayudar es, por supuesto, comprando libros usados. Puede ser en La Odisea, la librería de Octavio Giraldo, el papá de Diego, en la carrera 21, o en Librería Latina 2, a media cuadra de la iglesia principal de Villamaría.

Comprar libros usados. Pasar los ojos y los dedos por donde algún desconocido ya estuvo y encontrar, de pronto, una marca antigua: un subrayado, una flecha, un papelito. El placer de la lectura suele darse en solitario, pero los libros leídos ofrecen la posibilidad de encontrar misteriosas compañías en medio del silencio y entrar en diálogo con seres desconocidos.

Librería Latina en enero de 2020, poco antes de empezar la pandemia.
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  • Manizales, 1974. Periodista, abogada y doctora en literatura. Autora de la novela El oído miope (Alfaguara, 2018) , el libro de cuentos El lugar de todos los muertos (Secretaría de Cultura de Caldas, 2018) y el relato juvenil Sakas (Matiz, 2023). Profesora en la Universidad de Manizales. Ha recibido tres veces el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Escribe columnas quincenales los martes en El Espectador. Dirige Barequeo.

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Directora Adriana Villegas Botero