En Francia un escritor no gana el premio Goncourt dos veces, y no se suicida dos veces con la misma bala, a menos que sea Romain Gary. Corría el año 1973 cuando un manuscrito: Gran abrazo, firmado por Emil Ajar, fue enviado a Robert Gallimard, director de la editorial Gallimard.
Después de leer el manuscrito, Gallimard recibe una invitación de Romain Gary para desayunar. Amigos desde hace muchos años, el editor acepta y, sentado a la mesa, ve entrar a Gary. En ese momento, el director comprende: el misterioso manuscrito firmado por Emil Ajar es, en efecto, obra de Romain Gary.
Pero ¿por qué enviar un manuscrito bajo seudónimo si al día siguiente iba a revelar el autor? Gary necesitaba cómplices. Tras una breve conversación, Robert Gallimard decide interpretar su papel en la farsa y se compromete a no influir en el consejo editorial.
Por azar —o por destino— el manuscrito de Gran abrazo es rechazado. ¿Dónde publicarlo entonces? Robert Gallimard decide enviar el texto a su prima, Simone Gallimard, directora del Mercure de France, donde finalmente se publica la novela. Las vitrinas de las librerías francesas explotan con la ausencia del autor y la novela es un éxito. La crítica se pregunta: ¿Quién es Emil Ajar? ¿Por qué se mantiene en el anonimato? Las preguntas se multiplican.
Entretanto, Romain Gary sigue publicando bajo su propio nombre y, ese mismo año, aparece La noche será apacible. Todo tranquilo hasta que en 1975 publica Más allá de esta frontera su boleto ya no es válido bajo su nombre real, y La vida ante sí bajo el de Ajar. El artificio continúa. La recepción de ambos libros es desigual. Emil Ajar agita el pequeño mundo de la crítica literaria, impactada por la audaz y singular prosa del autor anónimo. En cambio, el libro firmado por Gary no produce mayor sorpresa: su estilo ya es conocido y no despierta ninguna novedad.
Unas semanas después de la publicación de La vida antes sí, y ante la exigencia de la prensa Gary acepta darle un rostro y una carnadura a Ajar. Por eso le dice que sí a Le Monde, el periódico más prestigioso de Francia. Al parecer, quiere atizar la farsa, o al menos mantenerla con un grado de realidad suficiente para evitar sospechas. Pero ¿será él quien dé la cara? No.
Aquí entra en escena Paul Pavlowitch, un primo lejano que, según Gary, tenía la clase necesaria para encarnar al personaje. Leía sus libros y no desconocía el mundillo literario. La entrevista tiene lugar en una pequeña cabaña en Copenhague, donde había vivido Pavlowitch: lugar digno para un escritor, alejado de murmullo capaz de distraer a quien se dedica a escribir.
Semanas después la entrevista se publica, y cuando Romain Gary lee la nota comprende que Pavlowitch ha desobedecido algunas indicaciones: nada grave, salvo un detalle: la marioneta había adquirido cuerpo y voz porque Paul Pavlowitch le había dado una foto a la periodista. Ese fue el inicio de una aventura que Gary ya no podría controlar, porque a partir de entonces sería imposible cambiar al “autor”. Paul Pavlowitch había quedado pegado a Emil Ajar.
¿Por qué no terminar el mito allí mismo? Los planes de Gary eran distintos y a propósito de ser otro, escribía: “He sido atenazado por la más vieja tentación prometeica del hombre: la multiplicidad. (…) Ser otro fue la tentación de mi existencia”. La sensación de escapar de sí mismo se volvía, por fin, un hecho.
El fin de año en Francia coincide con la temporada de premios literarios y, para fortuna de Emil Ajar —¿y para desgracia de Romain Gary?— La vida ante sí figura entre los favoritos del premio Goncourt. La nominación es inesperada. Aun así, Gary decide no intervenir.
El 17 de noviembre, ante cámaras y micrófonos, el escritor Armand Lanoux, con su bigote tupido, hojea las páginas y anuncia: “El premio Goncourt 1975 ha sido atribuido al señor Emil Ajar por su novela titulada La vida ante sí”. Con el acto consumado Gary le pide a Paul Pavlowitch que rechace el premio y el escándalo crece. ¿Qué escritor rechazaría un premio semejante? ¿Qué motivos lo obligan a mantenerse lejos de la notoriedad?
La caja de Pandora ha sido abierta y la prensa se lanza, fotografía en mano, a buscar declaraciones del misterioso autor. Finalmente lo encuentran. Un tal Paul Pavlowitch se convierte entonces en el mito de un escritor tímido, casi incapaz de lidiar con el asedio de las cámaras y la vida pública.
No obstante, las investigaciones siguen. Algunos periodistas detectan inconsistencias en la biografía del supuesto autor y del misterioso “Ajar”. Una de ellas: una dirección que, casualmente, corresponde al mismo edificio donde vive Romain Gary. Eso alimenta las especulaciones. El teléfono de Gary estalla de llamadas. El escritor contesta y declara sobre la personalidad de su primo: “Es lo que se llama un marginal”. Y ante las insinuaciones del periodista sobre una posible colaboración o reescritura, Gary estalla: “Mierda, mierda y mierda. ¿Reescritura? ¿Por quién? ¿De quién?”
Por lo visto, Romain Gary no piensa claudicar. De hecho, ese mismo año decide firmar —por intermedio de Pavlowitch— un contrato con el Mercure de France por cinco libros adicionales bajo el nombre de Emil Ajar.
Se publica pues, en el año 1976, Pseudo, la obra maestra de la revelación y el engaño, donde Gary cuenta la farsa sin nombrarse y amplía el artificio contando la realidad de una ficción y diluyendo los límites hasta convertir la historia de una mentira en una verdad que, por unos años, calmaría las sospechas.
La angustia del rey Salomón, como un presagio, sale de la imprenta el 1 de febrero de 1979. Después de este libro, que ha sido firmado Emil Ajar, Gary se desentenderá del artificio. Su vida y su cabeza están puestas en la salud de su mujer, quien, incapaz de lidiar con su depresión y, según los rumores, decide quitarse la vida a los 40 años.
Ajar se aleja aún más de las preocupaciones de Romain Gary, y una vieja conocida ha empezado a frecuentarlo: “Cuando usted habla de la muerte —decía en una entrevista—, me siento como en casa. Yo tengo una buena relación con la vida y una excelente relación con la muerte».
Y ésta llegará. Romain Gary, en la víspera del fin, va a desayunar con su editor Claude Gallimard. De allí regresará a su casa. Su hijo no está. Entonces hará varios llamados antes de entrar a su habitación y cerrar las cortinas. Abrirá el cajón de su mesa de noche para sacar el revólver que dejará helando su cama mientras se desviste, y luego escribirá: “¿Por qué? Tal vez haya que buscar respuesta en el título de mi obra autobiográfica, La noche será calma. En las últimas palabras de mi novela: “Pues no se sabrá decir mejor. Me he expresado al fin enteramente.
El 2 de diciembre de 1980, Romain Gary va a disparar en la boca de Emil Ajar. Nadie, excepto los cómplices, sabrá que han muerto dos hombres. Solo seis meses después, en una emisión del programa Apostrophes de Bernard Pivot, morirá la farsa y vivirá el mito del escritor que murió dos veces con la misma bala y del que nadie supo la verdad.