De cómo sobrevivir sin religión

2 de octubre de 2025

Si no creemos en Dios, ¿en qué podemos creer?, ¿dónde ponemos la fe y la esperanza? No es que sea más sencillo, pero los ateos siempre tenemos la opción de creer en los demás.
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Con frecuencia se dice que escribir y publicar es exponerse, desnudarse. Es cierto. Pero también es cierto que de tanto hacerlo uno le coge confianza a andar empelota. 

A veces me encuentro con lectores que me halagan la valentía, por ejemplo, de decir públicamente que soy atea. Y yo lo cuento como si cualquier cosa, no le echo mucha cabeza, no solamente porque creo en una sociedad respetuosa de la diferencia que me permita, y sobre todo no se inmiscuya en lo que soy, sino porque lo he dicho tantas veces, de tantas formas, en tantos lugares, que se me olvida que habrá todavía quién no lo sepa, obviamente. 

Una de esas lectoras, la muy querida Sarha, compañera del coro, una mujer de un poquito más de 20 años, inquieta e inteligente, me planteaba entonces la pregunta de por qué llegué a ser atea. Le conté de mi papá, ateo también. Del colegio en el que estudié, en donde me querían convencer de que él se iba a ir al infierno, un lugar en el que yo le vería eternamente desde el cielo sin poderle dar ni una gota de sudor para beber. Del ruego para que mi papá, por favor, creyera en Dios, y de lo que creo que fue la semilla de mi ateísmo: mi papá me tranquilizó diciéndome que, si hay un Dios y es, como dicen los católicos, infinitamente bueno, e infinitamente sabio, no iba a permitir que una persona como él, que no le hacía daño a nadie, se quemara eternamente en el infierno. 

Contrastadas las ideas sobre Dios, que es bueno, pero castigador; que sabe todo lo que somos y lo que seremos, pero que igual tenemos libre albedrío; que nació de una virgen fecundada por una paloma o por el espíritu santo, lo mismo da; que resucitó y se elevó al cielo; que la virgen también se elevó; que Adán y Eva dieron origen a toda la humanidad y que “al principio se permitieron incestos de Eva con sus hijos para poder poblar al mundo”, como nos lo decían en el colegio, no hicieron más que crearme unas dudas que solo se resolvían con una obviedad: nada de eso es verdad. Pura fábula, mito. Sumado a que jamás, por iluminada o borracha que haya estado, he sentido ninguna fuerza divina, ninguna magia, ninguna voz, ningún llamado, nada sobrenatural.

Por otro lado, la teoría del Big Bang y de la evolución me parece que requieren menos gimnasia mental. No es que sean teorías fáciles de entender, pero guardan lógica, se explican por la razón. Toda esta belleza de la naturaleza, en la que algunos ven a Dios, se puede entender desde la perspectiva del azar. 

La conversación con Sarha se extendió, y creo que todavía no termina. Y ella me llevó a recordar lo que dice mi atea favorita, Brittney Lowe Hartley, sobre las condiciones que se requieren, desde el punto de vista de los derechos o privilegios y de los tipos de personalidad, para ser un ateo que pueda vivir bien sin religión, esto es: seguridad social general, fuerte sentido de comunidad por fuera de la religión, alta tolerancia ante la ambigüedad y un sistema interno capaz de crear su propio sentido y propósito. 

La seguridad social general tiene que ver con las condiciones de bienestar, es por eso que los países con mejor calidad de vida tienden a tener más ateos. Quienes viven en medio de la incertidumbre de la comida o el techo, necesitan creer que hay una esperanza depositada en algo más allá del Estado o la sociedad. Lo mismo sucede con la existencia de redes de apoyo y de solidaridad: quienes están más solos buscan sentirse acompañados por ese algo Divino. Las otras dos condiciones que tienen que ver con los tipos de personalidad se explican en sí mismas: si no hay Dios entonces todo esto qué es, qué significa, qué sentido tiene. 

Dado que reunir estos requisitos no es tarea sencilla los estudios sobre la religiosidad muestran que tener fe es útil, es práctico, es efectivo. Es cierto que la religión ayuda a navegar un mundo lleno de dificultades e incertidumbre. Entonces, un buen camino de convivencia para los seres humanos no es eliminar la religión, sino moderar las religiones para que ayuden a la gente sin las desventajas de los abusos de poder que suelen ocurrir dentro de ellas. 

Una hermana de mi papá, la tía Lía, se fue con la congregación de Hermanitas de los Pobres cuando tenía 19 años, y con ellas emigró a España y Portugal, donde finalmente murió en 2015. Venía poco, pero recuerdo muy bien que alguna vez que estuvo en nuestra casa, y que le conté algo que me estaba entristeciendo, me contestó que lo que ella hacía era entregarle a Dios ese problema. Sentí mucha envidia, lo dijo con tanta convicción que lamenté no tener ese súper poder de desprenderme de esa manera de lo que me molestaba.

Pero creer o no creer en Dios no es como prender o apagar un bombillo. Soy incapaz de creer en Dios, o de decir que creo en Dios, para buscar allí todos esos beneficios que ofrece la religión. Y además, creo que si Dios existe y todo lo sabe y todo lo ve, no se va a dejar engañar por una creencia oportunista, interesada y utilitarista como esa. Así que otra pregunta derivada de esta conversación es: si no creemos en Dios, ¿en qué podemos creer?, ¿dónde ponemos la fe y la esperanza? No es que sea más sencillo, pero los ateos siempre tenemos la opción de creer en los demás. Así que más nos vale dar motivos.

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  • Manizales, 1974. Estudió Administración de Negocios, pero la vida la llevó al periodismo. Desde 2014 hace parte del equipo de la Radio Nacional de Colombia en donde cubre el Eje Cafetero. En 2020 publicó "Como Hombres": el mundo de las mujeres en zapatos masculinos.

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Directora Adriana Villegas Botero