Manizales segregada

25 de septiembre de 2025

Me molesta la ceguera elegida que obvia que convivimos en una ciudad tan inequitativa, marcada por el clasismo, el arribismo, la aporofobia, el racismo y la avaricia de los que tienen más.
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Yo quiero mucho a Manizales con ese cariño que no se entiende bien y que se siente por el lugar donde uno nació, o donde uno creció. Digo que es un cariño que no se entiende del todo porque qué es lo que uno aprecia de un lugar, ¿las calles?, ¿los edificios?, ¿la gente?, ¿el paisaje?, ¿el espíritu? Quizá todo, pero nada en concreto porque si uno piensa en las calles las encuentra muy empinadas, si piensa en los edificios reniega de esta manía de andar tumbando las casas más bonitas para hacer parqueaderos, si piensa en el paisaje habría que darle gracias a Dios, o a la madre naturaleza, porque no somos nosotros los responsables de semejantes atardeceres y si piensa en la gente o en el espíritu del lugar… De eso he querido hablar. 

Manizales cogió fama de buen vividero. Nos acabamos de ganar un premio internacional y todo. La ciudad que hace menos de 20 años era vista como fría, fea y falduda, la ciudad que era un “volteadero de busetas”, conquistó un lugar en los corazones de algunas personas y ahora corremos el riesgo, un riesgo pequeño, pero latente, de que nos gentrifiquen. 

Manizales tiene muchas virtudes, sí, yo no lo voy a negar. 

A mí me gusta que esté llena de universidades sobre todo porque eso significa jóvenes, diversidad, diferencia, que hacen mucha falta porque esta es una ciudad que envejece. Sin embargo, la oferta laboral es mala y esos jóvenes que estudian acá, no se quedan. Para la muestra un botón familiar: de ocho primos que tengo solo una prima vive en Manizales, aunque trabaja en Bogotá. 

En Manizales la gente es amable. Es impresionante sobre todo cuando uno va a otras ciudades. Eso tiene una característica que a mí me parece positiva: aquí todavía no sacamos el celular para que quede en cámara cualquier diferencia que tenemos con un desconocido; todavía no peleamos a los madrazos porque una persona no lleva el perro con traílla o porque no recoge el popó. Aquí tenemos en orden las prioridades en la relación con los demás. Todavía nos tratamos un poco como en los pueblos donde primero se siente la vergüenza de incomodar que el, tan paraco a veces, control social. Alabado sea Alá.

A eso le hemos dicho “cultura”, con la consecuencia de que hemos confundido las expresiones artísticas con la cordialidad. Entonces muchos señalan, con razón, que esta no es una ciudad culta, y que los procesos culturales que tienen que ver con las manifestaciones artísticas, se interrumpen cada rato al vaivén de los gustos de los alcaldes. A Jorge Eduardo Rojas le gusta el rock: que viva el Grita Manizales (y que viva, sin duda), pero a Carlos Mario Marín le gusta la música cristiana —o eso parece— y entonces se cancela el festival.  Y así con todo. Trabajé algunos años con la Orquesta Sinfónica y cada cambio de rectoría en la Universidad de Caldas, y cada cambio en la Alcaldía, implicaba volver a echar el cuento completo del porqué de la importancia de estos ejercicios. Qué desgaste. 

Sin embargo, la oferta cultural de la ciudad es otra cosa que me gusta. Tenemos muy buena cantidad y calidad de teatro local y Festival Internacional de Teatro (que arranca esta semana, qué dicha), tenemos Orquesta Sinfónica de Caldas, cosa que es rarísima para una ciudad intermedia colombiana, proceso que además adoro porque me siento parte de él. Tenemos el Festival Internacional de Música CIMA, el Festival Universitario de Jazz y mucha más programación que proponen La Universidad de Caldas, el Centro Colombo Americano, La Alianza Francesa, el Banco de la República, y otro montón de agentes culturales que no alcanzo a nombrar. Siempre hay algo para hacer en esta ciudad de 500.000 habitantes. Destaco la labor de cada una de las personas que está al frente de estos procesos. 

Pero tuvimos Festival Internacional de Jazz y lo dejamos morir, no tenemos procesos ligados a la creación literaria, como tantas veces lo ha dicho Adriana Villegas y otros escritores de la región, a pesar de que son —somos— legión. Tenemos Feria del Libro, más porque parece que es vergonzoso no tener una, que porque estemos convencidos de la importancia de la literatura, hay que decirlo. 

Ya mi compañero Luis David Acosta Rodríguez ha hablado con autoridad sobre otros procesos culturales que a veces no vemos, pero que son resistencia en una ciudad que, para hablar de los defectos, está profundamente dividida y segregada, y que es tremendamente desigual. Una porción mayoritaria de la gente que vive aquí no puede disfrutar ni de las universidades, ni de la agenda de eventos, ni de la amabilidad que pregonamos. 

Este sí es muy buen vividero si usted tiene trabajo y gana bien. Pero si usted es pobre debe saber que una buena porción de su salario se irá en busetas porque no tenemos un sistema integrado de transporte. Cómo será esto de dramático que a la gente le sale mejor comprar una moto. Es una ciudad sin verde donde cada día se talan más árboles para, dizque, ir a sembrarlos al monte. Es una ciudad con una tasa del 40 % en formalidad laboral, una de las más altas de Colombia, sí, pero con una oferta de trabajo altamente precarizado. Una ciudad con un mal ordenamiento territorial donde la gente sin recursos vive apiñada, ¿han leído sobre la incidencia del barrio en la salud mental? Una ciudad donde algunos intentan quitarse la vida a un ritmo de 26 casos cada semana.

Cuando pienso en eso me gusta mucho menos Manizales. Me molesta la ceguera elegida que obvia que convivimos en una ciudad tan inequitativa, marcada por el clasismo, el arribismo, la aporofobia, el racismo y la avaricia de los que tienen más. Creo que esta ciudad podría ser mejor para todos. Creo que podríamos ofrecer mejor empleo, pagarlo mejor y redistribuir; sé de la cantidad de empleadas del servicio doméstico contratadas de manera irregular. Creo que podríamos ceder espacio y vivir todos con más amplitud; creo que podríamos tener más parques y apostarle a una ciudad con una movilidad más amable y menos costosa. Una ciudad que mire de frente los problemas que la llevan a tener tantas personas deprimidas, que se evaden con lo que tengan a la mano (la bebida o el juego, por ejemplo) y que permanecen con ganas de quitarse la vida. Y por eso me molesta tanto que celebremos un premio que sigue tapando esa realidad.

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  • Manizales, 1974. Estudió Administración de Negocios, pero la vida la llevó al periodismo. Desde 2014 hace parte del equipo de la Radio Nacional de Colombia en donde cubre el Eje Cafetero. En 2020 publicó "Como Hombres": el mundo de las mujeres en zapatos masculinos.

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Directora Adriana Villegas Botero