La historia se regó como pólvora en las redes sociales. En Cereté (Córdoba, Colombia) una pareja registró ante las autoridades civiles a su hija recién nacida con el nombre de Chat Yipití Bastidas Guerra. La pequeña se convirtió en la primera colombiana en llevar un nombre que honra a Chat GPT, la inteligencia artificial desarrollada por la empresa Open IA en 2022 y que diariamente usan unas 700 millones de personas en todo el mundo.
Con el paso de los días la Registraduría Nacional del Estado Civil desmintió el cuento. Posteriormente se supo que fue un bulo de un portal que crea contenidos virales y que otros medios de comunicación —de los considerados serios y tradicionales— replicaron sin verificar fuentes o datos, en su afán de seguir las tendencias de las redes sociales. Puede parecer una perogrullada de periodistas esto de hacer fact check y de dudar de una historia como estas, pero es que en Colombia suceden unas cosas que superan a la sin tocayo cereteana.

Esta semana, por ejemplo, el presidente Gustavo Petro dijo durante un consejo de ministros que en todo barrio popular “hay un Brayan que se lleva a las mujeres, quién sabe a qué, y después las dejan embarazadas y botadas”. Además los calificó de “vampiros codiciosos”. Acto seguido, unas personas que llevan este nombre conformaron la Asociación de Brayans de Colombia y, a través de un comunicado por redes sociales, alegaron que durante años los han señalado injustamente, que los han convertido en meme y que nadie los toma en serio en su vida laboral. Sí, fue una joda del influencer Brayan Mantilla, pero tuvo alcance. La multinacional de comidas rápidas Burger King ofreció una promoción de 2×1 en hamburguesas a todo “Bryan, Braian, Brian, Bryant, Braiyan, Brayhan, Brahyam, Briahn, Brallan y todas sus variantes existentes” que llegara a comer en sus locales. Incluso se impulsó el movimiento “Abraza un Brayan”.
A pesar de lo que algunos puedan pensar, Brayan es un nombre común en Colombia desde inicios de este siglo. Según la Registraduría, a la fecha hay 165.541 personas que se llaman así. Y si bien todavía no hay una Chat Yipití, no sería raro que pronto la haya, porque con esto de los nombres nunca se sabe; de un momento para otro se pone uno de moda y los jardines infantiles se llenan de Valerias, Juanjos, Sofías… o Brayans. Por ejemplo, en un grupo de 14 estudiantes al que le doy clase tengo cuatro María José, dos que tienen de primer nombre “María” y una Mariana. Hijas de padres muy piadosos, seguramente, aunque los datos oficiales indican que “María” es el nombre más común en el país. Hay más de 4,3 millones de personas registradas; le siguen los que se llaman “Juan”, con cerca del millón y medio de ciudadanos.
Sin embargo, al hablar de los sin tocayos —como el concurso que tuvo Jorge Barón en la televisión de finales de los 80 e inicios de los 90 del siglo pasado— los venezolanos y los cubanos ganan de lejos. Hace un tiempo la BBC hizo un informe sobre los nombres en Cuba y cómo de “los Fideles, Raúles y Ernestos” post revolución surgió un auge por la ‘Y’. Las calles de La Habana se llenaron de Yarieles, Yukieskis, Yumilis, Yamilesis, Yaraleidis, Dayesis y una Dansysi, bautizada así porque la mamá, al parecer bailarina, escuchó a algún gringo decir “dance easy” (baila fácil). Y otra, que también usando el inglés, se llama Noslenis en honor a su papa, Nelson. Si no lo ha pillado, lea el nombre de atrás hacia adelante: Is Nelson.

En Venezuela, si bien los nombres más comunes son José y María (como en Colombia), con la diáspora de hace unos años los latinoamericanos descubrimos la creatividad que allí tienen para bautizar a sus vástagos. Marielerbis, Julysmar, Wilianñelys, Laicireth, Noyisguamiles, Jhomledil, Jhandeimer, Lizmikleidy… son algunos de los nombres registrados en la Comisión de Registro Civil y Electoral de Maracaibo. “Por idiosincrasia, los venezolanos buscan nombrar a sus hijos como parte de un homenaje a sus ancestros”, señala el sociólogo Trino Márquez. Entonces combinan los nombres de los ancestros para crear uno, como el caso de Eliaquin, cuyos abuelos se llamaban Eliana y Joaquín.
Este elemento cultural se fortaleció cuando las clases populares venezolanas tuvieron que irse de su país por la situación política que padecen. Sin bienes ni tierra para dejar de herencia, los nombres mezclados de sus ancestros se convirtieron en un ejercicio de fuerte carga simbólica de arraigo y memoria.
Por todo lo anterior no se me hace raro que los medios de comunicación se hayan tragado el cuento de Chat Yipití Bastidas Guerra. Menos en un país que tuvo a Batman Roberto Camargo Salcedo como candidato a la alcaldía de Chía (Cundinamarca, Colombia) y avalado por la Alianza Verde. Un aspirante que contó con el apoyo de su hermano Pink Floyd Flash Roberto Camargo Salcedo. Y no es chiste, es anécdota.