Desde hace un tiempo me gusta decir que lo que hacemos: actividades, proyectos, organizaciones, tejidos, redes, son solo pretextos para seguirnos encontrando. Le quita solemnidad, ayuda a pensarnos más allá de los nombres, que a veces separan lo que está íntimamente unido, y nos devuelve a la pregunta ¿qué hago aquí en este parche? Eso que hacemos, muchas, sino todas las veces, tiene un mismo origen, o viene andando los mismos caminos. Y es que, como ya son 20 años de nombres, uno se pierde.
Hago este recuento a manera de línea de tiempo, aunque sé bien que es más un espiral, en el que uno saca la cabeza por una ventana y pasa de un momento a otro, en cualquier espacio-tiempo-parque-sala-calle-anden-estudio-barrio-escenario-huerta-monte-etcétera. Donde una palabra, un pensamiento, aparece repetido, anticipado, tardío, a cada rato.
Inicia entonces con el Paseo de los colonizadores a los Fundadores, proyecto que en el año 2000 dio origen a la Fundación Visión y Gestión Ingeniería Social, donde estuve andando 16 años, tiempo en el que se fueron sumando otros nombres: Imágenes y relatos de Manizales: la ciudad un recorrido interior, Red Jóvenes Antiminas, Organización Jóvenes del Paseo, todas ellas precursoras de la Corporación Nodo que surge en el 2010. Luego vinieron los nombres con los que nos juntamos en ese tiempo. Red de Jóvenes de Caldas y Coalición Justa Convivencia, hasta llegar al Festival Narrativas Urbanas, Artemora.
Desde ese tiempo ya me gustaba que anduviera la escuela e irse juntando a otros nombres: Hinchas por Manizales que luego se convertiría en Voces de Aliento; Huellas de vida, que pasó de ser un grupo, a convertirse en un legado de cuatro generaciones; la Cazaretazos semillero de obras, grupos, familias: todo un teatro; Ideamos Conciencia Participativa, la caseta, hoy casa Manantial.
Nos enseriamos con la imagen y surgió Un cuarto producciones y Música al natural, en ese irse juntando con los músicxs para dejar y regar mensaje, rodar carreteras y escenarios con la Rockadura, Tambor Hembra, Isa – la Muchacha, Sr. Groove, La Palomera, la Fiesta Negra.
Volver a la imagen con Ciudad Impresa fue en un tiempo paralelo a la explosión de juntes de la tierra, La Escuela Comunativa, la Marcha Carnaval, del que vinieron luego Naksi espacio de Vida, Naak: memorias del agua. Y de ahí a parchar colectivamente con el MSAK, la Unitierra, con los tejidos por lo cultural (otra vez) la Plataforma Kumanday, Que todo Arda – Fuego a la Cultura, Crítica Gráfica.
Algunos permanecen, otros no. Otros son nombres nuevos de cosas viejas, o viejos nombres con cosas nuevas. Al final pretextos, en una larga lista de emergencias, resistencias y reexistencias que no dejan de ser: ahora Cultura Viva, la Choza Hechiza, etcétera. Porque no tenemos otro camino sino juntarnos, y en eso de entendernos nombrarnos. Aunque bien vale la pena reconocer que no es más que una excusa, toda esa burocracia interna y externa, toda esa organicidad rígida o flexible, es en vano.
Y al mismo tiempo, es todo lo que podemos hacer: nombrar lo que somos y hacemos. Distinguirlo en el lenguaje y en la práctica. Imaginarlo libre, poderoso, abundante, vigente y renovado. Trabajar cada día, semana, mes, año por ello. Buscando el empuje y la fuerza donde se pueda, aprendiendo y desaprendiendo a tejer-destejer-tejer lo colectivo, lo propio, lo popular, lo común, lo cultura, la imagen, la narrativa, la escuela, en fin… Todos esos otros nombres y pretextos.