Cuando Mario Mendoza vino a Manizales

16 de septiembre de 2025

Media hora después el equipo de Mendoza empezó a entregar 300 fichas para la firma de libros. Las personas se preguntaban: "Ay, será que alcanzamos", debido a que las filas entraban personas que les guardaban puesto. Tenía el mismo temor.
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Era un hecho lejano e inesperado que el escritor Mario Mendoza viniera a Manizales. Yo decía: No, juemadre, pa poder conocerlo toca viajar a la Feria Internacional del Libro en Bogotá —que se realiza a finales de abril y comienzos de mayo—. De resto, imposible que lo traigan por acá. Pues bueno, una semana antes la XVI Feria del Libro de la ciudad lo anunció y fue una alegría reflejada en redes sociales para quienes somos fanáticos del autor bogotano. La cita fue el 6 de septiembre en el Teatro 8 de Junio en la sede central de la Universidad de Caldas.

En el maletín empaqué Leer es resistir, un libro donde conocemos el bagaje literario que tiene Mendoza y que es atractivo porque combina su vida personal con lecturas provocativas, incluso con el cine —hay una disertación sobre El padrino I que es maravillosa—. Llegué a las 8:45 de la mañana al lugar y había unas 250 personas alrededor. Escuché que desde más temprano ya había fila. Era evidente por la magnitud del personaje. Saqué el libro, ya que muchos portaban otros títulos como si fueran sus armas de resistencia: Satanás, Lady Masacre, Relato de un asesino, Buda blues, Diario del fin del mundo y Vírgenes y toxicómanos, la nueva obra que presentaría horas después.

Había gente de todas las edades, aunque la mayoría jóvenes: su público más ferviente. Las conversaciones y murmullos que oía eran dirigidos hacia su imagen. Por ejemplo, detrás de mí un hombre le decía a su mujer que le gustaban las entrevistas de Mario Mendoza por su capacidad de narrar. De esta forma, recordé cómo me enamoré de la lectura en la pandemia.

Me daba pereza leer, la verdad. El profesor de español del colegio nos ponía a leer dizque el Cantar del Mio Cid. No joda, parce. Esa vaina es pa dormirse.

Y así hay muchos profesores que son antipromotores de lectura.

A pesar de la pereza, siempre me gustaba que me compraran libros. Era satisfactoria la sensación de destaparlos, y después los dejaba botados en la biblioteca como adornos virginales. De la nada, mientras el COVID-19 contagiaba al mundo, el gusto por la lectura entraba en mi interior para nunca desprenderse de mí gracias a una entrevista de Mario Mendoza con Marlon Becerra publicada en el 2013.

Es curioso porque al inicio la entrevista menciona: García Márquez decía que la primera página se trataba de agarrar al lector, hacerle unos pases mágicos y tenerlo suspendido, atrapado. Pues dicha conversación se volvió hipnótica desde el primer minuto: me tragué toda la hora escuchándolo sobre la importancia de morir a tiempo, la necesidad de estar contagiado para transmitir el gusto por la lectura y el olvidado asombro de estar vivos. Claro, la entrevista abarca otros temas interesantes. Solo quiero decir que Mendoza embruja con sus palabras, no solo escritas, sino lo que cuenta en sus entrevistas y charlas. Tiene el don de la palabra para hipnotizar y atraer al más apático de la manada. Ese es el poder de él, por eso tiene una jauría de fanáticos fervientes que le hacen filas larguísimas como si fuera un concierto de artista talla mundial.

Por esta razón, me hizo replantear cosas en mi vida hasta el punto en que me volví un obsesivo por los libros. El mejor regalo era un libro, ni siquiera ropa o comida. Razones sobraban para venir a conocerlo.

Media hora después el equipo de Mendoza empezó a entregar 300 fichas para la firma de libros. Las personas se preguntaban: Ay, será que alcanzamos, debido a que las filas entraban personas que les guardaban puesto. Tenía el mismo temor. Guardaba la esperanza, notaba que sí lo iba a lograr, y una señora se acercó y me dijo: Présteme ese libro yo le cojo una ficha. Era una señora de 1.55 cm de altura, con 65 años más o menos. Le agradecí por haberme hecho el favor, porque la pareja que estaba detrás mío ya habían logrado obtenerlas sin problema, y yo con las manos vacías.

Ya dentro del teatro, Mario Mendoza apareció con una sonrisa amable e inclinó su cuerpo en forma de reverencia y se sentó a hablar sobre el proceso de investigación para crear Vírgenes y Toxicómanos. Ese tipo de presentación es común en el escritor: expone su trabajo de campo en diapositivas y muestra en qué gastó su tiempo durante meses para crear la obra. Luego de terminar la charla, había que salir del recinto para reingresar para la firma del libro.

Afuera me encontré a la señora que me regaló la ficha. Me pidió el favor de escribir en una nota adhesiva lo que deseaba que escribiera Mario para su nieta que cumplía años. Le iba a dar como sorpresa el libro con la firma. Oiga, pero qué regalazo. Muy afortunada la nieta de tenerla a usted.

Me dijo que guardaba otro libro, por si las moscas, para que fuera autografiado.

A punto de entrar al teatro de nuevo, los muchachos de logística dijeron que tenían una ficha para regalarle a alguien para firmar el libro. Ahí mismo apareció una chica que suplicó para que se la regalaran. Sus ojos estaban al borde de la emoción cuando se la dieron. Lo que me sorprendió fue que la señora querida, quien estaba frente a mí, sacó el segundo libro que tenía guardado en el bolso y se lo entregó a la muchacha. Le iba a hacer el favor por si no alcanzaba.

Regresamos al teatro. Se escuchaban solo los pasos del avance de la fila. El resto: puro silencio.

Ahí estaba Mario en la mesa, quien le sonreía a cada lector y les hablaba con suavidad, como un acto íntimo con cada uno. Luego saqué mi celular para preparar la foto; iba prevenido de que la cámara sacara el flash porque la primera recomendación al inicio de la charla era evitar usarlo. Sentía mariposas. Era extraño. Ya faltaban segundos para saludarlo. Vi luego a la señora que le llegó el momento: dichosa de entregar ese regalo de cumpleaños. Mi cara ya parecía un Joker nervioso. Hasta que fue mi turno: le di la mano, le agradecí —en modo susurrante— por haberme cambiado la vida, que gracias a él estudio Periodismo, leo y escribo. Mis palabras tropezaban. No recuerdo con precisión lo que me dijo, pero me agradeció. Así fue de rápido y fugaz, pues tenía a otras 200 personas más por firmar que estaban igual de emocionados que yo.

Mario Mendoza firmando «Leer es resistir», para Santiago Rincón Valencia, uno de los 300 manizaleños que logró su autógrafo en la pasada Feria del Libro.
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  • Manizales, 2003. Estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Ha escrito para La Patria. Desea convertirse algún día en escritor.

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