Ha nacido un (otro) elefante blanco

14 de septiembre de 2025

No existe autoridad que expida los registros civiles de nacimiento de un nuevo elefante blanco, pero va siendo hora de llamar así a la nueva criatura que nació después de la pandemia: el Parque Tecnológico de Villamaría.
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El rinoceronte blanco era el cuarto mamífero terrestre de mayor tamaño en el planeta, superado solo por tres especies de elefantes: el africano de sabana, el africano de bosque y el asiático. Digo “era” porque el último rinoceronte blanco del que se tuvo noticia murió en 2018 en una reserva de Kenia, y con él se extinguió su especie.

El elefante africano de bosque está en peligro crítico de extinción y los otros dos en peligro “a secas”, porque su hábitat está reduciéndose y porque los capturan para traficar con sus colmillos. En contraste, otra especie que todos quisiéramos extinta sigue viva, coleando y reproduciéndose sin control, como si fuera hipopótamo del Magdalena Medio. Me refiero al elefante blanco: enorme, pesado y odioso, como tractomula atravesada en mitad de una vía.

Se llaman “elefantes blancos” a esas obras de cemento que son un monumento a la corrupción. Su nombre se debe, según San Google y Santa Wikipedia, al raro elefante blanco o elefante albino, que en la antigua Siam, hoy Tailandia, se consideraba un animal sagrado que había que atender cuidar con lujo suntuario: el rey dedicaba enormes riquezas al cuidado de elefantes blancos que eran escasos y símbolo de poder (y despilfarro). De ahí derivó la expresión “elefante blanco” para aquellos bienes cuya construcción o manutención resulta más costosa que los beneficios que aportan.

Esta semana don José Jaramillo Mejía (un liberal de los de antes, no como los de hoy que se eligen por el Partido Liberal pero le hacen ojitos a la derecha o piden aumento de penas para menores de edad) escribió sobre los elefantes blancos. Dijo don José que elefantes blancos son “obras absurdas, sin ninguna utilidad práctica, que tuvieron altísimos costos” y mencionó ejemplos: “Una plaza de toros promovida por un senador, dueño de los votos de una localidad caldense, pequeña, cafetera y lechera, sin ninguna vocación taurina. Y una carretera inconclusa en Caldas, entre Palestina y Chinchiná”.

Es curiosa la naturaleza del elefante blanco. A diferencia del rinoceronte blanco o el elefante africano, el elefante blanco no tiene características estandarizadas que permitan identificarlo desde antes de nacer. O para decirlo de otro modo: se sabe que del rinoceronte nacerán rinoceronticos, pero en cambio el elefante blanco puede nacer en cualquier parte y de cualquier contrato. Eso sí, hay hábitats en los que se reproduce con mayor facilidad y el nuestro es fértil para ellos. Alguna agencia de promoción turística podría adueñarse de este eslogan que les regalo: paisaje cultural cafetero con avistamiento de aves y diversos tipos de elefante blanco.

Don José menciona en su inventario de elefantes blancos la carretera inconclusa entre Palestina y Chinchiná y entonces podría sumarse la de Jardín (Antioquia) a Riosucio (Caldas) y la vía entre Berlín y Florencia, en Samaná. Todas en veremos, con tiempo perdido y en la misma condición de trocha que tenían antes de la alharaca de la licitación.

Vía Jardín Riosucio en abril de 2024. / Crédito: Gobernación de Caldas.

No obstante, la imagen que tenemos del elefante blanco no suele ser la de una vía sino la de una mole de cemento, que quedó inconclusa o que aunque esté terminada es inservible, o se destina a algo distinto del plan inicial. Por eso, aunque las no-sé-cuántas casas gratis que prometió el anterior gobernador de Caldas Luis Carlos Velásquez pueden ser objeto de cuestionamientos, dudo que clasifiquen como elefantes blancos: no son una única grande y visible mole de plata perdida a la que la gente pueda ir a tomarle fotos, o a tomarse selfies, como nos enseñó Instagram. Lo mismo pasa con la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Manizales PTAR: en la Alcaldía de Liberland (2020-2023) giraron un anticipo por $40.000 millones y el contratista se esfumó sin ni siquiera construirle las paticas a ese elefante blanco. Ni la punta de la trompita alcanzó a hacer.

Tengo memoria de un elefantico blanco en 1997, en la Alcaldía de Jorge Enrique Rojas: el municipio construyó la primera de 19 Torres del Saber, unos edificios estrechos que servirían como biblioteca y mirador. El plan era tener Torres del Saber en todas las comunas. La idea fue importada de Curitiba, Brasil, y como venía del exterior entonces, en consecuencia, se presumía fantástica. Se gastaron $140 millones de aquél entonces en la primera de las 19 torres, que levantaron al lado de la estación del Ferrocarril de la Universidad Autónoma. Cuando terminaron descubrieron que no servía como mirador porque era más bajita que la Avenida Santander, y además nadie había previsto el presupuesto para dotar la biblioteca, pagar vigilante y garantizar el mantenimiento. El debate impidió que este elefantico en forma de chimenea estrecha y oscura se reprodujera otras 18 veces por toda la ciudad.

Torre del Saber contigua a la Universidad Autónoma de Manizales. / Crédito: imagen tomada de LaPatria.com

En 2012 usé el cable aéreo de los Yarumos. Recuerdo que comentamos que sonaba raro. Traqueaba. No hicimos una escena como la de la célebre Doña Gloria en el metrocable de Medellín, pero nos dio desconfianza. Pocos meses después lo suspendieron y luego lo clausuraron. Pasaron años para desmontarlo y ahí sigue la estación, en un punto privilegiado de la ciudad, como memoria de un elefante blanco, visible y ruidoso, por el que nadie respondió.

Estación del inexistente cable aéreo de Los Yarumos. / Crédito: Página web de Cementos Argos.

Durante la alcaldía de Octavio Cardona León (2016-2019) se debatió bastante si su proyecto de construir un hospital público para mascotas, en el que se invirtieron más de $3.700 millones, era o no un elefante blanco. No se sabe de elefantes que hayan sido atendidos en el hospital, eso sí. Siempre se dijo que era para “peluditos”, esa manera melosa que usan ahora para llamar a los perros y a los gatos. El Hospital se hizo pese a que en Manizales ese servicio ya lo prestaba la clínica de la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la Universidad de Caldas, que podría haberse fortalecido en una alianza con el municipio. Manizales, el mejor vividero del mundo mundial, quedó con hospital para mascotas pero, en cambio, tiene un déficit preocupante de camas para atender urgencias pediátricas. ¿Quién dice que algo es o no es un elefante blanco? ¿Cómo se sabe? En el hospital público de mascotas no hay veterinarios que puedan dar este dictamen.

Otro elefante blanco es el antiguo terminal de transportes de Manizales. Queda en un sitio estratégico de la ciudad y desde que el terminal se trasladó a los Cámbulos ha sido sede de múltiples oficinas públicas, aunque por temporadas permanece semidesocupado-semisubutilizado-semidesperdiciado-semifantasmal.

Crédito: Centro de Información-Alcaldía de Manizales.

No existe autoridad que expida los registros civiles de nacimiento de un nuevo elefante blanco, pero creo que va siendo hora de que empecemos a llamar así a la nueva criatura que nos nació después de la pandemia. Si no nos hemos atrevido a bautizarla como elefante blanco es porque siempre se da un compás de espera, a ver si mueven las orejas y muestran la trompa. Esta parece que ya la mostró: en el Parque Tecnológico de Villamaría se han invertido más de $42.000 millones (más que el anticipo de la PTAR), va para tres años de haber sido entregado y sigue siendo un costoso edificio lleno de conectividad, cableado y redes, que está ocupado por oficinas que se dedican a temas ajenos al propósito para el que fue construido.

Del Parque Tecnológico se empezó a hablar en 2012. En junio de 2018 el entonces secretario de Desarrollo, Empleo e Innovación de Caldas, Miguel Trujillo, le dijo a El Tiempo que el proyecto preveía una alianza “entre el sector público, privado y la academia que no solo traerá desarrollo económico, social y científico a la región, sino que generará 400 empleos directos”. Dos años después, cuando Paula Andrea Toro Santana ocupó la misma secretaría, habló en La Patria ya no de 400 sino de 700 puestos de trabajo y agregó que el Parque traería «grandes proyectos de ciencia, tecnología e innovación».

Cuando presentaban los renders del Parque Tecnológico (que alguien escriba la tesis «El render, la venta de humo y otras expresiones autóctonas de la política colombiana del siglo XXI») se hablaba de las decenas de empresas de tecnología de todo el mundo que iban a llegar al Silicon Valley de Villamaría. Usaron mucho la palabra «startups», porque por alguna razón que se me escapa el español resultó insuficiente para nombrar tanta dicha que iba a llegar, en pesos y en dólares. Sólo faltó decir que Mark Zuckerberg aterrizaría en el proyecto cuando inauguraran Aerocafé. Hoy la realidad es que cada vez que alguien habla del Parque Tecnológico explica “estamos en gestiones” que es una forma elegante de decir “no hay nada en concreto”. Lo único concreto es, por supuesto, el edificio de cemento, un enorme elefante blanco a la entrada de Villamaría.

Render de la Gobernación de Caldas de 2019 sobre el Parque Tecnológico de Villamaría. / Crédito: Gobernación de Caldas.

Como si este elefante blanco no fuera suficiente, está en proceso de gestación un hermanito: la Escuela Juan XXIII lleva varios años en remodelación y quién sabe cuántos más falten y para qué se destine porque, como ha contado el arquitecto Jorge Alberto Gutiérrez Jaramillo, el Ministerio de Cultura afirmó recientemente que el edificio «debe volver, rigurosamente a su estado original, el de 1912». Si ese concepto prospera, habría que decirle adiós al sueño de tener por fin una sede para el Museo de Arte de Caldas y de adaptar ese edificio para que sirva como epicentro cultural de la ciudad.

Escuela Juan XXIII. / Crédito: Centro de información-Alcaldía de Manizales.

Eso para no hablar del Macrodesastre de San José. En 2010 lo anunciaron como el plan de renovación urbana más importante de Colombia y 15 años después sabemos que es una herida de ciudad: allá lo único que pelechó como consecuencia de esa iniciativa gubernamental fue la macroincertidumbre (y las redes solidarias de la gente de la comuna). Más que un elefante blanco, el Macroproyecto de San José es un safari que incluye a todas las especies: lagartos, sapos, coyotes inmobiliarios y muchas hienas.

Y eso que en Manizales no tenemos zoológico.

Obras en la Comuna San José en el marco del macroproyecto. / Crédito: imagen tomada de caleidoscopiosurbanos.com.
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  • Manizales, 1974. Periodista, abogada y doctora en literatura. Profesora en la Universidad de Manizales. Dirige Barequeo y escribe columnas quincenales los martes en El Espectador. Ha recibido tres veces el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Autora de la novela El oído miope (Alfaguara, 2018), el libro de cuentos El lugar de todos los muertos (Secretaría de Cultura de Caldas, 2018), el relato juvenil Sakas (Matiz, 2023) y el libro de investigación Ellas. 14 escritoras del Gran Caldas en los diarios Renacimiento, La Patria y La Voz de Caldas (1915-1939) (Editorial UTP, 2025).

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Directora Adriana Villegas Botero