Sonata para memoria y piano

9 de septiembre de 2025

Hoy ha tenido lugar la presentación de mi novela "Un actor de niebla y río". Conté con Oscar Vanegas como interlocutor, él es el lector al que someto los borradores. Hubo un tema que no abordamos: la presencia de Tchaikovsky en la narración.
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Lunes

Ya Moni compró nuestras boletas. Así que al final de la semana, podré marcar en mi banda sonora, como escuchado en vivo, el Concierto para piano no. 1 de Tchaikovsky. La Filarmónica del Café, que el 28 de marzo me permitió chulear el Bolero de Ravel, ahora, con esta gala en el Santiago Londoño, le cumplirá un sueño al niño que hace casi tres décadas comenzó a fascinarse con la música académica.

Con este pretexto, el de escuchar vivas las partituras del compositor ruso, quiero repasar los recuerdos de cómo sinfonías, conciertos, óperas comenzaron a conformar mi paisaje sonoro.

Debo ir de nuevo, en este mar de la memoria, a la casa de la tía Lua y la fascinación que causaban en mí, los primos de la ciudad. Ellas en el aeropuerto, él en la universidad. De grande quiero ser como ellos, lo soñé y creo que, estudiar literatura durante dos décadas y media, ha sido la búsqueda para lograrlo.

Martes

Fue un accidente el que me llevó a pasar mis primeras vacaciones donde la tía Lua. Habían sido vecinos nuestros en Quinchía hasta que, por distintos motivos, fueron afincándose en Pereira. Con mi brazo izquierdo fracturado y mi papá, más indefenso que yo mismo, fuimos recibidos en la casa que ocupaban en la novena con veintiuna. Un mes más tarde, cuando mi radio había recuperado su lugar, pasé una semana del receso de junio con la tía, la abuela Tina y los primos. Así, entonces, lo que en un principio fue hospitalidad, se transformó en plan anual.

Pablo, mi primo y luego mi padrino de confirmación, estudiaba música y estaba en el coro de la universidad. Era el año de 1997 y la ciudad estaba orgullosa de la construcción de su viaducto, próximo a ser inaugurado. Por esta razón, Pablo ensayaba a diario la cantata profana Carmina Burana, una de las piezas con las que se le dio apertura a aquel puente magnífico.

A veces pienso: yo, a esa edad, debería saberme algún vallenato, alguna balada. Tendría que estar tarareando quizá algo de rock en inglés. Pero no, yo estaba encantado con el latín y memorizaba el In taberna, orquestado por Carl Orff.

Miércoles

Dos años más tarde, en el 99, mi primo había dejado la carrera y trabajaba comercializando moras y fresas, orellanas y champiñones, que cultivaba en asocio con diferentes amigos, en el Alto del Nudo. Por las noches daba clases de percusión y saxo. Otro cambio fue el de ubicación, ahora vivían en la quinta con dieciocho. Este nuevo apartamento me permitió georeferenciarme mejor en el centro de Pereira. Desde ese quinto piso y su terraza, podía observar, al oriente, la torre de la iglesia de la Valvanera, el viaducto y en lo alto de la cordillera, la cumbre de los nevados. Hacia el sur, edificios: el centro de especialistas de Risaralda, la parte alta de la alcaldía y el Diario del Otún. Al occidente, la cúpula del Claret y ese horizonte infinito que añora el mar. Al norte, La Badea y Dosquebradas.

Cuando mi primo iba a atender sus asuntos, yo me quedaba en su habitación leyendo y escuchando los casetes con El Bolero de Ravel, la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak, “Elvira Mandigan” de Mozart, Caballería ligera de Von Suppé, Rapsodia in blue de Gershwin y el primer movimiento del concierto de Tchaikovsky. ¿Y cuáles eran mis lecturas? Los tomos de una enciclopedia ilustrada y los recetarios de la tía Lua. La colección de revistas Mundo cocina -que salían todos los primeros miércoles de mes con el Diario del Otún-, Credencial Historia y Diners.

Jueves

Hoy ha tenido lugar la presentación de mi novela Un actor de niebla y río. Conté con Oscar Vanegas como interlocutor, él es el lector al que someto los borradores. Gracias a que bien conoce mis inquietudes y búsquedas, el evento salió bonito, entretenido, profundo y emotivo. No obstante, y para el propósito que estoy construyendo con este semanario, tendría que decir que hubo un tema que no abordamos. Precisamente, la presencia de Tchaikovsky en la narración.

León, el protagonista de Un actor, está preparando una obra de teatro a partir de un pasaje bíblico. Aquel en el que un centurión le pide a Jesús la salud para un amigo que mucho amaba. Como ese capitán no tiene nombre, León lo llama Chaikos, haciendo un apocope de Tchaikovsky. Ese pasaje bíblico funda mi novela. Desde la carátula lo estoy insinuando y sin él, sin el marco metafórico que posibilita, mi propósito queda truncado.

Ahora bien, esa posibilidad ocurre porque León tiene un hermano, Pablo, estudiante de música con el que, en la frontera con el bosque andino, realiza sus tareas escolares escuchando el brindis de La Traviata, la habanera de Carmen, un coro mudo de Madame Butterfly. Si León iba a ser la máscara tras la cual yo hablaría de una ‘teología gay’, no podría menos que entregarle también una música que le juntara cuerpo y alma, emoción e intelecto, pasión y serenidad.

Viernes

Agosto 29. 7:30 pm. Teatro Santiago Londoño.

Con la dirección del maestro español Pere Vicalet, Alejandro Álvarez como solista y, la Filarmónica del Café, el concierto para piano no. 1 de Piotr Ilich Tchaikovsky.

Sábado

Un actor de niebla y río es la reescritura de Trocha y telaraña. En su nueva versión suprimí una página que ahora quiero rescatar a propósito de la maravillosa gala de ayer. En ella, Leo, al reencontrarse con su amigo amado, piensa, con el viejo Chaikos de fondo:

“A veces me he preguntado si tenemos alma o si eso que queremos sea la eternidad no es más que un eco que queda en la memoria y que se acrecienta con el acumulado de recuerdos y creemos que eso es el alma. Cuando escucho el piano de Tchaikovsky siento que el alma es más que la memoria. ¿Dónde pude haber aprendido ese lenguaje? Mil cosas pasan por mi mente que quiere nombrar los sonidos para representar un castillo, su lago, sus cisnes. Yo no sé si por tu mente pasa algo, solo puedo estar seguro de que vamos a la merced de una tempestad que nos vuelve nada, que nos desacomoda, que nos destroza o que nos reconstruye, nos alimenta, nos da origen. Eres mi hermano y mi amigo, eres lo que amo, porque puedo hacer esto, tirarme en la cama a que Tchaikovsky juegue con mis emociones y estás aquí, compartiendo conmigo la aventura de esta senda que son todos los caminos bajo el aguacero”.

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  • Licenciado y Magíster en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Docente en la IE Miracampos de Quinchía (Risaralda). Ha cultivado la narrativa en cuentos y novelas, así como la reseña de libros en prensa.

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