
Después lo miró al Tano, sin atreverse a tocarlo. Acaso le diera miedo que el Tano se deshilachara como se deshilachan los sueños cuando llega la mañana. («Como si existiese el perdón», de Mariana Travacio)
Las emociones más profundas abundan en la incomodidad. Por eso, el reto de plasmar personajes femeninos tan cargados de imperfecciones, y que puedan demostrar su humanidad, es uno de los gratos encuentros con este libro.
Y son esas emociones expuestas en esta novela las que suelen cuestionar al lector en su historia. Pero no es el único acercamiento llamativo, también los personajes masculinos descubren sus razones de ser en este libro. Javier Lara, en su análisis de la novela, deja una pregunta; ¿Por qué a los hombres les cuesta tanto la fragilidad?
Una fragilidad que plasma su escritura sin temores y desafía los estereotipos de las novelas de guerra.
Es allí donde entra Mariana, su escritura, con una novela en la que no sobra una palabra. Con ese estilo certero, narra el conflicto. Y más allá de éste cuenta cómo sus personajes, en un principio crudos e indiferentes, se ven enardecidos por el acto humano por excelencia: perdonar.
Gran parte de esa crudeza, transmite al lector a los lugares de aquel cuento publicado en 1953, «El llano en llamas». En él, la Revolución Mexicana toma partido y, de repente, los aires calientes del terreno árido se transforman en una verdadero testimonio de conflictos sociales y políticos, entonados al estilo del realismo mágico de Rulfo. Travacio también lo logra, pero no sólo transmite las disputas, también las culpas.
«Como si existiese el perdón» es eso. Una invitación a rebuscar la clemencia en espacios antes inconcebibles, una tregua sin sentido, un indulto sin final.