La importancia de conseguir marido

11 de agosto de 2025

Ya no preocupa cuánto va a costar el vestido de la boda, sino cuánto tienes que pagar por un marido,  porque conozco casos en los que se han pagado hasta 5 mil euros por aquel “favor”.
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Sentado en el salón de mi casa, un amigo español que me veía llorar de frustración me pidió matrimonio, y sucedió tal cual como nunca lo imaginé. Una pedida de mano sin anillo, de parte de un heterosexual con el que jamás me he dado ni un beso; una persona a la que yo no le gusto como hombre; un amigo que no está enamorado de mí. Una propuesta que no se dio en una montaña, al frente de un lago encantado, sino rodeados de botellas de vino y un porro, mientras estábamos envueltos no en sábanas, sino en humo de cigarrillo.

La decisión de mi valiente amigo se dio después de verme colgar una llamada con mi abogada, en la que me explicaba que me habían rechazado —ya ni sé qué— documento de extranjería. Como entiendo poco de ese tipo de procesos, pregunto siempre la conclusión, lo puntual: “¿Y eso qué significa?”. En este caso, que debía esperar aproximadamente otros noventa días para recibir una nueva respuesta por parte del ente encargado de darme la renovación de mi residencia en España. Solo quienes hemos tenido que vivir procesos legales de migración para sostenernos de una manera menos miedosa en un país que no es el nuestro conocemos la frustración, casi desgarradora, que genera esperar años la regularización en ese lugar en el que has decidido crear una nueva vida. Como si vivir cada día, donde sea, ya en sí mismo no fuera un acto creativo.

Su propuesta, entonces, se dio porque, para nadie es un secreto, una de las maneras más “rápidas” y eficientes de tener los papeles en regla en otro país —es decir, para poder tener una vida más digna— es casándose con alguien que pueda compartirte su nacionalidad. Sí: el matrimonio como estabilidad, estrategia y, ahora, negocio. Ya casarse no sale tan caro; lo que sale caro es que se quieran casar contigo. Aquí, en Europa —y ni mencionar Estados Unidos—, ya no preocupa cuánto va a costar el vestido de la boda, sino cuánto tienes que pagar por un marido,  porque conozco, de manera directa, casos en los que se han pagado hasta 5 mil euros por aquel “favor”. La diferencia, esta vez, era que mi amigo no me iba a cobrar. Parecía que la profecía de mi astrólogo —que alguna vez me dijo que posiblemente me casaría a mis veintinueve años— se iba a cumplir. Ahora se estaba dando, pero no como yo quería.

La Comisión Europea, en su apartado Migration and Home Affairs, lo describe como “matrimonio de conveniencia” o sea, una unión formal cuyo objetivo principal es obtener ventajas migratorias (entrada o residencia), y es castigado; en España, que es el país que ahora me compete porque aquí estoy padeciendo el karma de mis papeles, este tipo de vínculos por intereses legales, son sancionados, según La jurisprudencia del Tribunal Supremo, “con multas administrativas (de entre 501 y 10.000 euros) y solo se aplicarán sanciones penales en los supuestos en los que exista ánimo de lucro, falsedad documental o usurpación del estado civil”, sin mencionar la anulación del matrimonio, la pérdida de los derechos que se habían obtenido con el mismo y otras consecuencias penales que llevan, a veces, hasta a la deportación.

A pesar de todas estas advertencias, el fenómeno no deja de ser una tentadora salida, pues el matrimonio, para mí, es un ritual en el que después de evaluados varios puntos, se llega a un acuerdo mutuo según lo que convenga, y lo que conviene aquí, por ejemplo, es una cosa tan simple como poder trabajar de manera legal accediendo a los campos en los que uno se ha capacitado profesionalmente. ¿Y el amor? Ese a veces no da papeles, ni una casita en Llano Grande, como diría la sabia QueenJuandi. La burocracia nos obliga a cambiar al amor de mi vida por el amor de mi visa.

¿Existen otras salidas? ¡Claro! Mencionemos la mía, por ejemplo: llegué a este país con una visa de estudiante que me permitía trabajar, después, como casi me muero por una enfermedad —que ya contaré en otro capítulo—, me aprobaron la residencia por un año, pero ¡ojo! SIN AUTORIZACIÓN A TRABAJAR, mejor dicho: lo dejamos vivir aquí pero no sabemos cómo lo va a hacer. Ahora, todo esto tiene solución y se puede gestionar, solo que demanda tiempo, mucho tiempo y dinero, mucho dinero, factores de los que uno carece justamente por no tener los papeles en regla. Por el contrario, conocidos que han decidido entrar al altar con un extranjero con quien no tienen ningún vínculo afectivo, han tenido procesos en los que obtienen respuestas afirmativas en un periodo de tiempo hasta de un mes, como es el caso de las famosas “pareja de hecho”, que no son un matrimonio en sí, pero ante la ley esas dos personas ya conviven juntas, entonces les permiten tener los derechos españoles como pareja.

Si usted llegó hasta aquí, querida lectora o lector, es de mi triste sentir anunciarle que no hay boda falsa a la vista, he sido una novia a la fuga y le he dicho que no a mi querido amigo, que por cierto, ahora está soltero. Lo hice porque soy latino, con malicia indígena y según mis planes, sé que hay procesos que con esa decisión se pueden tergiversar de manera negativa en un futuro, sobre todo, a nivel profesional. Confiemos.

Antes de migrar a España, cuando mi preocupación era cómo llegar a la cantidad de despedidas que me hicieron, mis amigos y familiares me advertían que en Europa debía estudiar, viajar, conocer, pero también conseguir marido, aquella petición, para aquel entonces no estaba relacionada con mis papeles, sino con «mejorar la especie» me decían, como si de eso se tratara el “ser mejor”, como si yo pudiera parir a un rubio de sangre nórdica, como si yo pudiera parir… dejémoslo ahí; ¡piñas es lo que he parido tratando de vivir dignamente aquí sin necesidad de un marido!

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  • Pácora, 1996. Actor y escritor. Estudió Comunicación Social y Periodismo y como actor se formó en instituciones como el New York Film Academy y el Teatro Nacional. Cursó durante un año el Máster en Artes y Profesiones Artísticas con el Círculo de Bellas Artes de Madrid; obtuvo el grado de Interpretación  y una especialización en Formación Corporal del Actor, ambos con la Escuela para el Arte del Actor de España. Cuenta historias con las letras, en los escenarios o frente a una cámara. Pronto publicará su primera novela 'Quitarse la sangre sin cortarse las venas'. Aparece con su nombre en Substack.

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