¿Dónde están los ombligos?

31 de julio de 2025

Volver al momento de mi nacimiento con el pensamiento ha significado hacer el camino del ombligo. Reconocer esa espera dolorosa y amorosa que me trajo a este mundo.
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Suelo decir que la vida nunca es tan misteriosa como cuando nos enfrenta a la muerte. Así es también con su espejo: el nacimiento. Lo he recordado ahora que estamos desde Ciudad Impresa (un tejido colectivo al que pertenezco y en el que, hace más de siete años, accionamos la educación popular para construir diálogos desde los lenguajes de la imagen) iniciando un trayecto en el Hospital de Caldas, en el marco de su propuesta “SES sana con arte”.

Llegamos a reconocer y habitar las unidades de neonatos, ginecobstetricia y programa canguro. Vinculándonos con la gestación, el parto, la interrupción voluntaria de embarazo (aborto), el cuidado intensivo a recién nacidos. Todo esto sucede en un piso y tres pasillos en los que anualmente se atienden más de 2.000 mil partos.

La estrategia narrativa-creativa que utilizaremos, parte del principio pedagógico del contarse. Sabemos que narrar creativamente nos permite reconocernos. Y para narrarnos necesitamos sentirnos en confianza, acercarnos, soltarnos. Buscando inspirar esto empezamos dando ejemplo, como se diría, contándonos nosotrxs, reconociendo en este caso, nuestro propio parto. Eso hice, el camino de vuelta hasta mi ombligo. Les comparto algunas memorias que volviendo al vientre se me despiertan.

Nací en un parto con “complicaciones”. “Me llevaron por urgencias, raquídea y cesárea” me relató mi madre. Imagino su angustia, su sentido de indefensión al entregarse por la recomendación médica al procedimiento. Era su tercer parto y aún así, el primero por cesárea.

Al ingresar al hospital de urgencia le dijeron a mi padre que “está muy mal. Uno de los dos se muere”. Era común en la época, incluso era común que les pidieran a los hombres elegir entre la vida de uno de los dos: ¿el bebé o la mamá? La pregunta me resulta macabra. Imagino su angustia, su impotencia. No existían en ese momento protocolos que priorizaran el cuidado psicológico, no se permitía el ingreso a las salas. Cuando nació mi hija (hace 12 años) no fue muy diferente, yo estuve más de 10 horas esperando en una sala externa, casi completamente incomunicado.

Sé que mi madre nació en una finca llamada el Edén, el parto lo debió atender alguna vecina, mi bisabuela o las hermanas de mi abuela o todas. Que tenían todavía el conocimiento legado de mujeres parteras, cerca de Útica, Cundinamarca, una memoria de ascendencia Muisca.  De mi padre no sé el origen de su nacimiento. Por su linaje afro pudo haber nacido con una partera en Ambalema. Y que hubieran enterrado en su casa, debajo de alguna pieza o en el patio, junto a algún árbol, su placenta y su ombligo.

Los ombligos se entierran como tradición en las comunidades afro, para poder retornar al nacimiento. Reconectarse con uno mismo, si es que se pudiera sentir en algún momento perdido o desorientado en la vida (como tantas veces nos pasa).  Volver al momento de mi nacimiento con el pensamiento, ha significado hacer el camino del ombligo. Reconocer esa espera dolorosa y amorosa que me trajo a este mundo. En un entorno de ciencia que, a su manera, salvó mi vida y la de mi madre, deshecho mi ombligo y mi placenta. 

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  • Educador popular, gestor cultural y creador en lenguajes de la imagen con 20 años de trayectoria en el diseño y realización de iniciativas sociales, culturales y comunitarias. Gestor e Integrante de la Corporación Nodo.

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