Todo parece indicar que Jorge Eduardo Rojas, actual alcalde de Manizales, pasará a la pírrica historia de la parroquia como el alcalde “mocha árboles”. Inscrito por el partido conservador y avalado por otros movimientos políticos (entre ellos el Nuevo Liberalismo) el alcalde ha resultado fiel a su origen. Ingeniero civil, exministro de Transporte. Se ha comprobado que es un amante del cemento, del desarrollo (también se usa la palabra progreso) y de la motosierra cuando de árboles se trata.
Vale la pena dar un poco de contexto, porque Rojas se tiene bien ganado el titulo de alcalde “mocha árboles”, aunque se incomode y lo niegue. En su primer mandato como alcalde se actualizó el Plan de Ordenamiento Territorial, lo que generó nuevas áreas de expansión urbana, en las que de manera deliberada y con amplio conocimiento de causa se incluyó un predio en la zona amortiguadora de la reserva Río Blanco. El elefante blanco de una edificación —que es la foto con la que acompaño el texto— así lo atestigua. En respuesta a ello surgieron los movimientos Subámonos al bus del POT y la convergencia Todos somos Río Blanco, quienes vienen ejerciendo desde hace más de 10 años control político a estas acciones y muchas otras relacionadas con este hecho.
Durante esta administración el alcalde “mocha árboles” no lo ha hecho mucho mejor. Empezó declarándose abiertamente a favor del maltrato animal. Y por supuesto los movimientos animalistas locales y nacionales no tardaron en ejercer el control político a la cabalgata, las corridas y todo lo que a lo taurino se asocia.
Luego vinieron las garzas y ahí sacó el alcalde “mocha árboles” su apreciada motosierra. La gente se cansó de verlos tirar palos al piso y no solucionar el problema. Y empezó un movimiento prolijo entre los que participaron activamente el Movimiento Socioambiental Kumanday y Antipaisajimos. La presión mediática llevó a la Alcaldía a explorar con relativo éxito otras opciones.
De ahí vino la brillante idea de tumbar todos los árboles del intercambiador central de la Avenida Santander para ampliar la ciclobanda. Uno se imagina al ingeniero “mocha árboles” estudiando las alternativas de acción: esta que da más espacio ¿ah, pero no quedan árboles? De nuevo vino la presión mediática y luego de que al control político se sumaran medios tradicionales e independientes y las colectividades de la movilidad alternativa, la idea se cayó.
Y la cereza de ahora es: la poda. La denuncia empezó por unas talas desproporcionadas en San Jorge y terminó regándose por toda la ciudad, porque el contrato está en plena ejecución en diferentes sectores. Una poda que ha abierto otra discusión. El alcalde “mocha árboles” muy molesto, explica que él no ha talado un solo árbol. Y adiciona que son “actos de mala fe” los que están detrás de estas denuncias. Y aquí se excede en el tono y en la acción, diría yo, esta sí de “mala fe”.
Adopta el discurso —típico en la violencia política colombiana— de la eliminación simbólica del otro. Ese otro, señor alcalde, tiene derecho al control político. Y gracias al ejercicio de ese derecho se han evitado desmanes y descalabros para la vida y biodiversidad en el municipio, que sin esta oposición nos tendrían en una situación muy diferente.
Algunas preguntas para quienes me lean: ¿cuáles son los actos de mala fe? ¿El control político es mala fe? ¿Le hace algún control político al alcalde ese sector “independiente” que avaló su llegada a la alcaldía?