El fin de semana leí la noticia de que la policía capturó al Costeño por el atentado contra Miguel Uribe (Uribe ahora puntea la encuesta de precandidatos presidenciales de Guarumo y EcoAnalítica; para puntear encuestas a veces solo se requiere un atentado).
Uno de los artículos de El Tiempo sobre la captura decía que la banda de la que es parte el Costeño opera bajo un modelo de “outsourcing criminal”. La primera vez que leí la nota me pareció un error. La expresión —que supongo querrá decir algo así como una banda que subcontrata para hacer crímenes— me hizo pensar dos cosas. La primera: el periodismo no se salva del lenguaje empresarial. La segunda: parece que el crimen tiene derecho a su propio “emprendedurismo”.
Uno puede imaginar una reunión virtual en cualquier empresa tecnológica y hablarían así: vamos a poner la meeting en el schedule, para que podamos ofrecer mucha más merch a través de nuestros sales channels y que los customers se acerquen a nuestra brand identity. No digo que esté mal (no soy tan viejo como para decir “vea esos jóvenes de hoy en día cómo maltratan el idioma”), solo me parece interesante: creo que el español no está alineado con las empresas tecnológicas de la nueva era. ¿O cómo se dice chip en español sin mencionar ese anglicismo?
Algún lingüista levantará la mano y entonará más que una pregunta, un comentario. Allá él, ella o elle, muy interesantes sus normas APA (yo prefiero las normas Apá). Me interesa es cómo la lengua es un río del tiempo vallejiano al que no lo atrapa nadie (hasta ahora), y cómo se alimenta de aquí y de allá, y cómo a pesar de eso tendemos a volvernos máquinas que no piensan: las palabras son el pensamiento, pero las palabras se van volviendo fórmulas preconcebidas, inconscientes, lugares comunes. Ahí está el Gran Hermano de Orwell mirándonos. Puede que decir términos en inglés nos haga muy cosmopolitas y muy profesionales, pero creo que nos vuelve como loros que repiten códigos, con el perdón de los loros.
Por el otro lado, los colombianos tenemos una gran capacidad de criminal innovation: la semana pasada la Armada de Colombia informó que interceptó un submarino teledirigido con capacidad para cargar 1,5 toneladas de cocaína y con autonomía de 800 millas. En Manizales la Policía desmanteló un call center para la venta de tusi, mariguana y bazuco. Además, esta ciudad se está convirtiendo en el criminal hub del sicariato: en 2025 ha habido cinco asesinatos por sicarios en la ciudad de las balas abiertas.
Es cuanto menos inquietante que a la lengua la esté salvando el crimen: el fin de semana pasado capturaron a alias Culebro (quien ya fue liberado) por ser el autor intelectual de algunos de los crímenes por sicarios desde 2024. También hay más coworkers de Culebro con alias geniales: Lunarejo, Lagartija e Iguana. Si hay una patria, esa es la lengua: gracias por salvarla de los tecnolingüistas.
Lo del tal “outsourcing criminal” no es otra cosa que pereza de pensar. Jorge Santander Arias, en su libro Subrayados, citaba a Max Müller —filólogo alemán— para decir que Shakespeare es el escritor que más palabras ha usado en el mundo, unas quince mil. Según un estudio, un hispanohablante promedio usa entre mil y mil quinientas palabras, el 5 % de lo que conoce. Y eso que, en promedio, un hispanohablante conoce unas treinta mil.
Tampoco es que haya que ser Shakespeare para usar la lengua, aunque nadie como él supo maltratar la suya. Basta con oír la jerga de los criminales. De ellos depende la nuestra. Salven ustedes la patria.