La vitrina de redención de los Tapia-Robayo

7 de julio de 2025

Este es el verdadero problema: la inconsciencia, la falta de espesor para entender el fenómeno que se está abordando; la incomprensión de la imagen que se está ayudando a componer: la de un hombre, con su mujer, redimiendo su tragedia mediante la anécdota.
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Captura de pantalla de la entrevista publicada en el canal de YouTube “Desnúdate con Eva Rey”

“Nuestra hija, que hoy tiene apenas dos meses de nacida, no eligió su apellido ni su historia, pero tiene derecho a crecer en una sociedad que no castigue con censura lo que la ley ya resolvió con justicia y esperanza de redención”.

Fragmento de la carta de Saray Robayo a Eva Rey, tras cancelación de la entrevista a su esposo, Emilio Tapia.

Hace unos días, la periodista y presentadora Eva Rey Botana publicó en su canal de YouTube “Desnúdate con Eva” un fragmento de su entrevista a la familia Tapia-Robayo; un penoso recorte en el que se expone, con la naturaleza mercantil de un sabroso chisme de la farándula colombiana, los encuentros conyugales de la pareja. Un relato que revela, despojado de romance y erotismo, cómo se concibió su primera hija.

Muchas fueron las críticas; una, en particular, se enfocó en la línea editorial de la sanción social: el intento de banalización de los escándalos de Emilio Tapia, pasados por el sedazo del entretenimiento.

Tapia, “zar de la contratación” y figura del jet set de la Costa Caribe, ha estado vinculado a dos de los mayores escándalos de corrupción en Colombia. En 2015 fue condenado a 17 años de prisión por su participación en el «Carrusel de la Contratación» en Bogotá, y tras recibir una significativa rebaja en la pena, finalmente pagaría solo siete años de condena entre prisión intramural y domiciliaria. Recuperó su libertad en 2019. Años después, fue uno de los responsables del caso Centros Poblados, donde, mediante una garantía bancaria falsa, logró que una Unión Temporal obtuviera un contrato de más de un billón de pesos para llevar internet a escuelas rurales, desviando al menos 25.000 de los 70.000 millones de pesos de anticipo.

Entre tantas palabras utilizadas, una en particular llamó mi atención; una idea, un concepto: el de la vitrina.

La vitrina no solo es el lugar físico donde se exhiben cosas, sino que es, a su vez, la plataforma en la que se da la relación entre el objeto y el observador, una relación que pasa por el deseo, el gusto y la aprobación, o por su contrario, el desprecio, la desidia o, simplemente, la omisión. Tal y como ocurre cuando pasamos de largo entre la escenografía de consumo de un centro comercial, aquello que se expone a tal nivel de evidencia nos resulta paisaje, nos resulta natural.

Tal vez, de manera inconsciente, Eva Rey realizó esta entrevista utilizando su canal como medio para hacer periodismo “diferente”, como ella lo llama; un amasijo de confesiones de la vida íntima de personalidades políticas como Armando Benedetti, Mauricio Cárdenas o Roy Barreras, donde en los entrepaños van apareciendo, como migajas, datos de interés público.

Tal vez este es el verdadero problema: la inconsciencia, la falta de espesor para entender el fenómeno que se está abordando; la incomprensión de la imagen que se está ayudando a componer: la de un hombre, con su mujer, redimiendo su tragedia mediante la anécdota, la gracia y la chabacanería.

No obstante, y muy a mi sorpresa, los navegantes de la red, a quienes de forma constante señalamos de descriteriados e ignorantes, advirtieron tal composición y arrinconaron a la periodista, quien, en un gesto sabio, reconoció su error.

A diferencia de Eva, Saray Robayo escribió una carta en la que alegó que la entrevista tenía un carácter público, al tratarse de la muestra de un proceso de resocialización al que, según ella, cualquier ciudadano tiene derecho. Robayo utilizó la imagen de su hija como símbolo de esa aspiración: habitar una sociedad ética donde exista la posibilidad de reivindicación. Sin embargo, ese derecho, que no puede serle arrebatado, exige un principio fundamental: la reivindicación solo es posible cuando se reconoce y se asume el error cometido. Y ese error también debe ser visible para su hija.

Queda entonces una historia por contar: el desfalco de su padre a los 7.277 escuelas rurales de los departamentos más empobrecidos del país —Chocó, Amazonas, Cauca y Putumayo, por mencionar algunos—, sus múltiples condenas, los escasos años de prisión repartidos entre Cómbita, La Picota, El Bosque y la domiciliaria, y el proyecto inmoral de continuar en la política y las esferas de la contratación pública, ahora soportado en la figura de su esposa.

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Autor

  • She/ Her. Comunicadora Social y Periodista. Coordinadora general del proyecto de formulación de la Política Nacional de Educación Inclusiva en la Universidad Nacional de Colombia. Dos veces Joven Investigadora de Colciencias, ahora Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Master en Educación y Desarrollo Humano graduada con tesis meritoria.

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