Nada cambia en «Cocalombia»

29 de junio de 2025

Legalizar la cocaína podría ser esa alternativa que genere ingresos suficientes para cerrar la brecha de inequidad que tiene Colombia.
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“Feliz de llegar a ‘Cocalombia’”. La frase, dicha hace 20 años por el cantautor argentino Charly García, levantó ampolla. La enunció al llegar a Bogotá durante la gira del disco Rock and Roll YO y recuerdo a algunos políticos de la época indignados por el juego de palabras del músico, condenándolo por, simplemente, decir una obviedad.

En ese entonces, la Oficina contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas – UNODC indicó que “las dos terceras partes” de la cocaína que se distribuía en el mundo provenía de Colombia. El informe señala que, para el 2005, nuestro país exportaba unas 640 toneladas de cocaína. Teníamos 86 mil hectáreas sembradas con coca en 23 de los 32 departamentos, y cerca de 68,600 familias dependían de esta industria ilegal. Una que dejaba ingresos por $810 millones USD, lo que equivalía al 0,7 del Producto Interno Bruto – PIB nacional.

Esta semana volvieron a indignarse, como ocurrió con Charly García – quien tuvo que disculparse públicamente por su expresión -, porque la UNODC en su informe anual registró que seguimos siendo “Cocalombia”. De las 3.708 toneladas de cocaína que se producen en el planeta, 960 toneladas salen de estas tierras. Concentramos el 67% de los cultivos mundiales de hoja de coca, regados en 253 mil hectáreas.

El comercio de cocaína es un mega negocio que, según el mismo informe de la UNODC, mueve más dinero que el PIB de varias naciones.

Los indicadores nacionales y globales de cocaína se dispararon. En menos de una década pasamos de 17 millones a 25 millones de sopladores de perico en el planeta. Antes nuestros mercados principales eran Estados Unidos y Europa; los narcos del nuevo milenio ahora venden en África y Asia.

Esto del mercado y consumo de drogas, principalmente la cocaína, está sobrediagnosticado. No han valido las extradiciones a narcotraficantes, ni la guerra frontal con colaboración de la CIA. Tampoco la detención de cultivadores, jíbaros y consumidores. No funcionaron las fumigaciones aéreas con glifosato, ni la erradicación manual, ni las quemas, ni las campañas de “la mata que mata”, ni apoyos económicos a campesinos. Mucho menos las incautaciones, que solo evidencian la eficiencia en la producción de esos laboratorios clandestinos en medio de las selvas del Guaviare, Putumayo, Nariño, Caquetá, Cauca y Norte de Santander.

Las políticas antidrogas han sido inútiles en los gobiernos de derecha, como el de Uribe; de centro, como el de Santos; ni de izquierda, como el de Petro. Inservibles como mandatarios bobos, como Duque; o como las bellas y bienintencionadas directoras de programas de sustitución de cultivos ilícitos, como Gloria Miranda. Las mafias ponen presidentes, alcaldes, gobernadores, congresistas y ediles para que luchen inútilmente en este conflicto que ya cumplió 50 años. Como dijo esta semana Freyner Alfonso Ramírez, alias ‘Pesebre’, en entrevista para W Radio, el Estado lo que ha hecho es reciclar violencias.

El comercio de cocaína es un mega negocio que, según el mismo informe de la UNODC, mueve más dinero que el PIB de varias naciones. Para que nos hagamos una idea: En 2016, el mercado de las drogas movió $146 mil millones de dólares en EE.UU. En 2019, entre Colombia y México se traficaron drogas por cerca de los $15 mil millones de dólares. En 2021, sólo Europa movió 31 mil millones de euros. De no ser por este negocio ilegal, “Cocalombia” se hubiera quebrado hace rato; un estudio del 2017 del Centro de Estudios Económicos – Anif calculó que el narcotráfico tuvo un peso en la economía nacional del 2% del PIB; ni el café, que es nuestra exportación insignia, aporta eso. Y es gracias al narcomenudeo, que en 2016 movió 6 billones de pesos, que muchos jóvenes marginales pueden llevar ingresos a sus familias.

Los indicadores de consumo de cocaína se dispararon. En menos de una década pasamos de 17 millones a 25 millones de sopladores de perico en el planeta.Suscribirse

Legalizar la cocaína podría ser esa alternativa que genere ingresos suficientes para cerrar la brecha de inequidad que tiene Colombia. Hoy somos el tercer país con mayor desigualdad del planeta – detrás de Sudáfrica y Namibia –, según el coeficiente de Gini usado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo – Pnud, en su informe de Desarrollo Humano 2025.

A comienzos de año, Gustavo Petro dijo: “la cocaína no es más mala que el whisky”. Y nos reímos, porque ese polvo blanco sí es más nocivo, y porque el mandatario debió decir que es “más rentable” que ese licor. Las cifras lo evidencian. También pudo haber dicho que tiene “peor imagen” que la bebida espirituosa, pero es algo que está cambiando. Si hace 20 años quienes admitían su consumo de narcóticos eran rockeros como Charly García o personajes defenestrados como Maradona, hoy tenemos al ministro de Interior, Armando Benedetti, reconocido cocainómano. Un tipo inamovible y que, pese a sus escándalos y adicciones, sigue tirando línea junto al presidente de “Cocalombia”.

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Autor

  • Periodista y diseñador industrial. Profesor en la Universidad de Manizales. Ganador del Premio Nacional de Periodismo “Orlando Sierra Hernández” 2024.

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