«Azulverde», de Marco Tobón (fragmento)

23 de junio de 2025

Por cortesía de Jaravela Editores publicamos "Popeye el marino era mambeador", uno de los diez relatos amazónicos de "Azulverde", libro de cuentos, crónicas y ensayos de divulgación científica de Marco Tobón.
Compartir publicación en

Popeye el marino era mambeador

La revista canadiense Cannabis Culture Magazine, conocida por la intelectualidad marihuanera de todo el mundo, publicó el 2 de febrero de 2005 un artículo de Dana Larsen titulado «Popeye Pothead», que traducido al castellano colombiano sería como «Popeye chirrete». Larsen, a partir de la interpretación de algunas caricaturas de la serie creada en 1929 por Elzie Segar, infiere que el querido Popeye era un marihuano empedernido. No deja de resultar enternecedor que el cómico marino con su pipa, que de niños nos alentaba a comer espinaca para derrotar el mal encarnado en Brutus y salvar a la destartalada Olivia, resultara un hincha fiel de la benévola maracachafa. El argumento de Larsen se sostiene en que el gusto de Popeye por la «dama de los cabellos ardientes», como llamó el poeta Porfirio Barba Jacob al cannabis, se puede deducir por su uso permanente de «la espinaca», un vocablo corriente para nombrar a la marihuana durante los años 1920 y 1930 en EE.UU. Incluso, una canción de la popular banda de jazz «Julia Lee and Her Boyfriends» se llamó «The Spinach Song», una pieza coreada en bares y clubes colmados de humo de «bareta», en el que la espinaca era la apetitosa metáfora del porro.

La propaganda antimarihuana de la época insistía en que la hierba inducía fuerzas sobrenaturales, vigor y poder, semejante al que adquiría Popeye para enfrentar las siniestras fuerzas de la sociedad. Además, según Larsen, Popeye tenía vocación de marino y son los marinos quienes estaban familiarizados con plantas exóticas y mágicas de lugares remotos. En criterio de muchos historiadores, los marinos introducen la Mary-Jane en la sociedad norteamericana. Elzie Segar, el caricaturista que dio origen a Popeye, murió en 1938, pero el artículo de Larsen asegura que las adaptaciones del cómic a dibujo animado en la televisión y al cine durante los años  60  continuaron  ventilando  un  contexto marihuanero. En algunas imágenes, se ilustra a Popeye absorbiendo la «espinaca» a través de su pipa, en clara alusión a la combustión de la deleitosa «macoña». El autor de «Popeye Pothead» reitera que una de las pruebas para pensar que al marino le gustaba «pegarlo», era su espléndido y saludable jardín de espinaca, semejante a un óptimo cultivo de cannabis.

En nuestra amazónica manera de ver las cosas, el argumento de Larsen adolece de oscuros malentendidos. Quizás en las décadas de 1920 y 1930 la marihuana era vista como una deslumbrante fuente de coraje y fuerza, como la que lograba Popeye para salirse con la suya. Sin embargo, los efectos clínicos de la hierba se caracterizan por la ensoñación placentera, la introspección profunda y la contemplación apacible, síntomas lejanos a los arranques de vitalidad que sufría Popeye comiendo «espinaca». Las sensaciones de energía, fortaleza y potencia los otorga, con mayor éxito, la hoja de coca. El mismo Larsen, un desconocedor del consumo de estimulantes vegetales, nos da la respuesta en su artículo sobre el consumo de coca por Popeye cuando afirma que: «La referencia más explícita a la marihuana fue publicada en los 80 por el ilustrador Bobby London. El cómic mostraba a Popeye y a Wimpy (Pilón) recogiendo una carga de “pura espinaca boliviana” (es conocido que la inmensa mayoría de la marihuana proviene de Sudamérica, en especial de Colombia, Perú y Bolivia)».

La ingenuidad del autor es atroz. El esplendor del auge marimbero en Colombia, Perú y Bolivia transcurrió durante la década de 1960, prolongándose hasta 1975. Después vino el turno para la aparición extensiva de los cultivos de coca con fines comerciales. Por consiguiente, para los años de 1980 —época en que Popeye junto a Wimpy recogen la carga de espinaca de Bolivia—, no hacen otra cosa que recibir un nutritivo y gustoso cargamento de hojas de coca. Además, la manera en que Popeye consume las espinacas guarda algunos rasgos similares al consumo habitual de hojas de coca o mambe por las poblaciones indígenas de la Amazonia colombiana. Hojas secas y piladas, mezcladas con ceniza de Yarumo, atesoradas en un tarro que, al abrirlo, bien puede ingerirse con una cuchara, o bien como lo hacen los más expertos, sacudiendo el tarro en la boca.

Es curiosa también la similitud del mote que lleva Wimpy, el amigo de Popeye, «Pilón» —un viejo compulsivo por las hamburguesas—, con el tronco de chonta o pilón en el que los mambeadores de la Amazonia pilan o pulverizan sus hojas de coca. Aquí aparece un hecho que, visto desde la mirada amazónica, confirma la condición mambeadora de Popeye. Vicente Hernández, un amigo del pueblo murui de Araracuara, un agradable poblado sobre el río Caquetá habitado por andokes, muinanes, nonuyas, murui y recientemente algunos yucunas, narra que hacia finales de 1980 los pobladores de Araracuara se reunían en la tienda del lugar para ver, en el único televisor de la región, algunos dibujos animados y otros aburridos programas de la programación nacional. Durante una de aquellas tardes amazónicas, después de las tareas de labranza en la chagra, pasaban por la tienda a beberse un refresco y ver un poco la tele. De repente, se sorprendieron al observar en aquella desvencijada televisión a un muñeco con el ojo tuerto que hacía sonar su pipa y destapaba un tarro del que sacaba unas hojas verdes, se las echaba en la boca y se hacía fuerte. Muchos indígenas murui exclamaron asombrados: «Mira, ese también mambea», «Al Popeye también le gusta el jíbie (coca en lengua murui)».

Después de muchos años de ver en aquella caja con antenas hechos y personajes extraños y lejanos para la vida local, por primera vez presenciaron un dibujo animado que hacía uso de una de las plantas más importantes ligadas al pensamiento y a la comunicación indígenas. Como todos ellos, Popeye consumía las hojas de coca para invocar energía e inspiración. Aquellas hojas masticadas o mambeadas que guardan estrechos vínculos con la sacralidad y las virtudes morales amazónicas, parecían dotar a Popeye de las mismas fuerzas y habilidades humanas con las que los murui enfrentan las pulsiones malignas que asaltan el alma humana. Pulsiones que, en el caso de Popeye, estaban representadas por Bluto o Brutus, su enemigo sempiterno.

Luego de narrar este episodio, Vicente afirmó: «Todos nos maravillamos con Popeye, pero nos quedó la inquietud de saber por qué ese muñeco mambeaba, quién le enseñó, o si copiaron nuestro cultural hábito sin preguntarnos. Ya estamos pensando en pedir los derechos sobre esa caricatura. El mundo se inspira en nosotros y no reconoce nuestra autoría».

Aquí aparecen algunos interrogantes inquietantes para los mambeadores: si es válida la tesis de que Popeye no era un marihuareno abnegado sino un mambeador rutinario, ¿cómo logró Elzie Segar, su creador gráfico, conocer e introducir en el personaje del marino el consumo de hojas de coca como estimulante contra el mal? ¿Acaso Segar exploró en algún momento de su vida los territorios de las poblaciones indígenas amazónicas? ¿Conoció el sagrado acto de mambear y después lo introdujo en su personaje? ¿Quizás tuvo conocimiento del consumo de hojas de coca por algún etnógrafo o explorador que recorrió la América del Sur, y convirtió a Popeye en un paladín mundial del uso alimenticio y ritual de las hojas de coca? Estas lagunas históricas son ahora retos para la investigación futura. De lo único que tenemos certeza es de que el gran Popeye el marino era un amante de los estimulantes de origen vegetal, un agraciado personaje mambeador que habita en nuestra memoria.

Azulverde

Marco Tobón

Jaravela Editores, colección Nébula

Primera edición: noviembre de 2024

Manizales, Colombia

126 páginas

Si valoras el periodismo artesanal, ayúdanos a seguir adelante.
Cada aporte, grande o pequeño, hace la diferencia. Puedes apoyarnos a través de Vaki.

Autor

  • Chinchiná, 1981. Antropólogo. Ha publicado artíclos científicos, textos de opinión, la biografía del internacionalista vasco Pedro Baigorri (Tzalaparta, 2017) y el libro de relatos e ilustraciones "Hasta ahí les puedo decir" (Modo Infoshop-La Fulmine, 2020).

Publicaciones relacionadas

Si valoras el periodismo artesanal, ayúdanos a seguir adelante.
Cada aporte, grande o pequeño, hace la diferencia. Puedes apoyarnos a través de Vaki.

En Barequeo nos interesa el periodismo artesanal, hecho a mano, con tiempo para escribirlo y tiempo para leerlo. Buscamos historias y enfoques como quien busca pepitas de oro.

Somos un grupo de periodistas que, desde Manizales, Colombia, generamos un medio de comunicación para fortalecer la deliberación pública desde nuestro territorio.

Creemos en la veracidad, la argumentación, el disenso y el valor de la escritura para la construcción de memoria histórica.

Correo: [email protected]

Directora Adriana Villegas Botero